Retablo de todos los Santos (Durero)
La Iglesia Católica ha llamado "santos" a aquellos que se han dedicado a que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.
Hay unos que han sido "canonizados", o
sea declarados oficialmente santos por el Sumo Pontífice, por lo que por su
intercesión se han conseguido admirables milagros, y porque después de haber
examinado minuciosamente sus escritos y de haber hecho una cuidadosa
investigación e interrogatorio a los testigos que lo acompañaron en su vida, se
ha llegado a la conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.
Para ser declarado "santo" por la Iglesia
Católica se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero una
exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad
su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de
muchos que su comportamiento fue ejemplar, se le declara "Siervo de
Dios". Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que
sus virtudes, fueron heroicas, es declarado "Venerable". Más tarde,
si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable por
medios humanos, es declarado "Beato". Finalmente si se consigue un
nuevo y maravillosos milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara
"santo".
La Comunión de los santos
La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.
En el caso de algunos santos el procedimiento de
canonización ha sido rápido, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San
Antonio, que sólo duró 2 años.
Poquísimos otros han sido declarados santos seis
años después de su muerte, o a los 15 o 20 años. Para la inmensa mayoría, los
trámites para su beatificación y canonización duran 30, 40, 50 y hasta cien
años o más. Después de 20 o 30 años de averiguaciones, la mayor o menor rapidez
para la beatificación o canonización, depende de quien obtenga más o menos
pronto los milagros requeridos.
Los santos "canonizados" oficialmente por
la Iglesia Católica son varios millares. Pero existe una inmensa cantidad de
santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos
especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.
El Día de
Todos los Santos es una tradición católica instituida en honor de todos
los santos, conocidos y desconocidos, según el papa Urbano IV,
para compensar cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por
parte de los fieles.
En los países de tradición católica, se celebra el 1 de
noviembre; mientras que en la Iglesia
ortodoxa se celebra el primer domingo después de Pentecostés;
aunque también la celebran las Iglesias Anglicana
y Luterana.
En ella se venera a todos los santos que no tienen una fiesta propia en el calendario litúrgico. Por tradición es un
día festivo, no laborable.
Historia
Historia
La Iglesia primitiva acostumbraba a celebrar el
aniversario de la muerte de un mártir
en el lugar del martirio. Frecuentemente los grupos de mártires morían el mismo
día, lo cual condujo naturalmente a una celebración común. En la persecución de Diocleciano el número de
mártires llegó a ser tan grande, que no se podía separar un día para
asignársela. Pero la Iglesia, creyendo que cada mártir debía ser venerado,
señaló un día en común para todos. La primera muestra de ello se remonta a Antioquia
en el Domingo antes de Pentecostés.
También se menciona este día en común en un sermón
de San Efrén el Sirio en 373. En un principio solo los
mártires y San Juan Bautista eran honrados por un día
especial. Otros santos se fueran asignando gradualmente, y se incrementó cuando
el proceso regular de canonización fue establecido; aún, a principios de 411
había en el Calendario caldeo de los cristianos orientales una “Commemoratio
Confessorum” para el viernes. En la Iglesia de Occidente, el papa Bonifacio IV,
entre el 609 y 610, consagró el Panteón de
Roma a la Santísima Virgen y a todos los mártires, dándole un
aniversario.
Gregorio III (731-741) consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los santos y fijó el aniversario para el 1 de noviembre. Gregorio IV extendió la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia, a mediados del siglo IX.
La Conmemoración de los Fieles Difuntos, popularmente llamada Día de Muertos o Día de Difuntos, es una celebración
que tiene lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por
aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, especialmente, por aquellos
que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.
Por tanto, estas celebraciones en realidad
comenzaron como una fiesta para honrar a personas que, debido a su maldad,
habían sido destruidas por Dios en los días de Noé. (Gén. 6:5–7; 7:11.)
La práctica religiosa hacia los difuntos es
sumamente antigua. El profeta Jeremías en el Antiguo Testamento dice: «En paz morirás. Y
como se quemaron perfumes por tus padres, los reyes antepasados que te
precedieron, así los quemarán por ti, y con el «¡ay, señor!» te plañirán,
porque lo digo yo — oráculo de Yahveh» (Jeremías 34,5). A su vez en el libro 2° de los
Macabeos está escrito: «Mandó Juan Macabeo ofrecer
sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados» (2 Mac.
12, 46); y siguiendo esta tradición, en los primeros días de la Cristiandad
se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por
dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia
primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos
y los muertos por quienes se había de orar.
En el siglo VI los benedictinos tenían la costumbre de orar por los difuntos al día siguiente de Pentecostés. En tiempos de san Isidoro († 636) en España había una celebración parecida el sábado anterior al sexagésimo día antes del Domingo de Pascua (Domingo segundo de los tres que se contaban antes de la primera de Cuaresma) o antes de Pentecostés.
En Alemania cerca del año 980, según el testimonio
del cronista medieval Viduquindo de Corvey, hubo una ceremonia
consagrada a la oración de los difuntos el día 1 de
noviembre, fecha aceptada y bendecida por la Iglesia.
Adoptada por Roma en el siglo XIV
pero que se remonta varios siglos atrás. Fue el 2 de
noviembre del año 998 -otros autores fijan la fecha en 1030- cuando, en el sur de
Francia,
el monje benedictino
San Odilón u Odilo (c. 962 - 1048), quinto abad de Cluny, instauró la oración
por los difuntos en los monasterios de su congregación, como fiesta para orar
por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada
«Conmemoración de los Fieles Difuntos». Entre la dispersa obra de este santo,
ha llegado hasta nuestros días una vida de la santa Emperatriz Adelaida,
una biografía de su antecesor Mayeul, sermones, himnos y oraciones, y
varías cartas de su abultada correspondencia. De allí se extendió a otras
congregaciones de benedictinos y entre los cartujos;
la Diócesis de Lieja
la adoptó cerca del año 1000,
en Milán
se adoptó el siglo XII,
hasta ser aceptado el 2 de noviembre, como fecha en que la Iglesia
celebraría esta fiesta.
CELEBRACIÓN LITÚRGICA EN LA
IGLESIA CATÓLICA
En la Iglesia Católica, para esta celebración se
recita el Oficio de difuntos y las misas son de Réquiem,
aunque el 2 de noviembre caiga en domingo.
En España,
Portugal
y América
es tradición que los sacerdotes celebren tres misas ese día. Una concesión parecida
se solicitó para todo el mundo al Papa León XIII, pero aunque no la concedió, sí
ordenó un Réquiem
especial en 1888.
“La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena
temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel
dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia,
la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad
el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos”. Catecismo de la
Iglesia Católica N.1471
La Conmemoración de los Fieles Difuntos,
popularmente llamada Día de Muertos, es una celebración cristiana que tiene
lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han
acabado su vida terrena.
En la Iglesia Católica, para esta celebración se
recita el Oficio de Difuntos y las Misas son de Réquiem, excepto cuando el 2 de
noviembre cae en domingo, pues no se puede celebrar misa de exequias o de
difuntos en domingo.
En España, Portugal y América Latina es tradición
que los sacerdotes celebren tres misas ese día. Una concesión parecida se
solicitó para todo el mundo al Papa León XIII, pero aunque no la concedió, sí
ordenó un Réquiem especial en 1888.
La tradición de asistir al cementerio para rezar por
las almas de quienes ya abandonaron este mundo, está acompañada de un profundo
sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que
se marchó pasará a una mejor vida, etc., sin ningún tipo de dolencia, como
sucede con los seres terrenales.
El cementerio, en estos dos primeros días del mes
de noviembre, se convierte en una inmensa plaza pública donde asoman las más
inusitadas manifestaciones y los más extraños encuentros entre vivos y difuntos.
La tradición de asistir al cementerio
para rezar por las almas
de quienes ya abandonaron este mundo, está acompañada de un profundo
sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que
se marchó y pasará a una mejor vida, sin ningún tipo de dolencia, como sucede
con los seres terrenales.
En Francia la gente de todos los rangos y credos decora los sepulcros
de sus muertos en la Fête des morts.
En México y en América Latina esta celebración se combinó con elementos de indigenismo y del sincretismo resultó una original celebración en el Día de Muertos, distinta de las otras naciones católicas. Esta fiesta incluye por tradición un Altar de muertos que consiste en una serie de adornos florales acompañados de la comida favorita del difunto; además de fotografías y otros detalles.
Altar de muertos - Méjico
En las zonas andinas de Sudamérica, especialmente en Ecuador, Perú y Bolivia, la costumbre es preparar e intercambiar entre familiares y amigos las guaguas de pan para consumir con la chicha morada que en algunas áreas rurales son también ofrendas principales en los cementerios.
Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que, el día en que se celebra la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, visiten piadosamente una iglesia u oratorio.
Dicha indulgencia podrá ganarse o en el día antes indicado o, con el consentimiento del Ordinario, el domingo anterior o posterior, o en la solemnidad de Todos los Santos.
En esta piadosa visita, se debe rezar un Padrenuestro y Credo.
1 AL 8 DE NOVIEMBRE:
Visitas al cementerio:
Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que visiten piadosamente un cementerio (aunque sea mentalmente) y que oren por los difuntos.
Para ganar una indulgencia plenaria, además de querer evitar cualquier
pecado mortal o venial, hace falta cumplir tres condiciones:
- Confesión sacramental
- Comunión Eucarística y
- Oración por las intenciones del Papa.
Las tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia, pero es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Papa se realicen el mismo día rezando a su intención un solo Padrenuestro y un Avemaría; pero se concede a cada fiel la facultad de orar con cualquier fórmula, según su piedad y devoción.