domingo, 11 de noviembre de 2012

EL TRIUNFO DE LA SANTA CRUZ





La cruz es el hecho más trascendental de la historia de la salvación: mayor aun que el de la resurrección, bien que los dos son inseparables. Se puede decir que la cruz es la victoria, mientras que la resurrección es el triunfo, siendo más importante aquella que éste, bien que el triunfo es la consumación natural e inevitable de la victoria. En la resurrección, pues, se manifestó públicamente la victoria del Crucificado, aunque la victoria en sí había sido ganada cuando el vencedor exclamó: «¡Consumado es!» (Jn. 19:30).
La cruz es la evidencia suprema del Amor de Dios

En la cruz el Señor de toda vida entregó a la muerte a su amado, a su unigénito Hijo, al Mediador y Heredero de la creación (Col. 1:16; He. 1:2, 3). El Cristo que murió en la cruz era el Señor de todo, en honor de quien los astros siguen su curso por el espacio, y al otro extremo de la creación, en cuya honra los insectos revolotean en un rayo de sol (He. 2:10). Verdaderamente, en este gran acontecimiento, «Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Ro. 5:8).

LA CRUZ ES LA MAYOR PRUEBA DE LA JUSTICIA DE DIOS

En la cruz el Juez de toda la tierra, «como manifestación de su justicia», no perdonó aun a su propio Hijo (Ro. 3:25; 8:32). En el transcurso de los siglos, pese a mucho juicios individuales y parciales, Dios no había castigado jamás el pecado con juicio final (Hch. 17:30). Tanto es así que, a causa de su paciencia, su santidad aparentemente estaba en tela de juicio por «haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados» (Ro. 3:25). En vista de ello, solamente la muerte expiatoria del Redentor, como acto justificativo de Dios frente a la pasada historia de la humanidad, pudo mostrar la justicia irrefutable del Juez supremo de los hombres. Comprendemos, desde luego, que la paciencia de los tiempos anteriores se fundaba exclusivamente en el hecho futuro de la cruz, de la manera en que todo pecado presente y futuro puede ser expiado por la «justificación» del pecador tan sólo por la mirada retrospectiva de la justicia divina hacia la cruz. Por ende, la paciencia pasada, el juicio presente y la gracia futura hallan todos su punto de convergencia en la cruz (Ro. 3:25, 26; 1 Jn. 1:9; Jn. 12:31).




En el evangelio se revela por primera vez «una justicia de Dios» (Ro. 1:17 VHA) que no es sólo un atributo de Dios, sino también un don que procede de Dios, y que es válido delante de su trono de justicia al ser aceptado en sumisión y fe por el pecador (Ro. 1:17; 2 Co. 3:9; 5:21).


 La crucifixión era tan cruel, tan brutal, tan espantosamente dolorosa, que los ciudadanos romanos no podían ser sometidos a semejante suplicio. La cruz estaba reservada solo para los esclavos, los ladrones, los insurgentes y los criminales.

Pero cuando observamos con detenimiento, la muerte de Cristo en la cruz nos revela el amor de Dios hacia los pecadores (Ro. 5:8; Juan 3:16). La muerte de Cristo fue una muerte de sustitución, murió en lugar del pecador. Su muerte fue de veras un sacrificio que salva y expía. He llegado a entender que la cruz de Cristo es la sabiduría de Dios. Al recibir la salvación por la cruz de Jesús podemos apreciar la sabiduría de Dios en planificar la redención del hombre mediante la entrega de su Hijo.
El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios... Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen.... Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, pero para los que Dios ha llamado, es el ¡poder de Dios y la sabiduría de Dios! Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana.

Cuando se predica a Cristo crucificado, el poder de Dios se manifiesta en la salvación de almas. Al creer en la cruz de Cristo, te ampararás en el poder y la sabiduría de Dios y te conviertes en un triunfador, ¡porque la cruz de Cristo es triunfante!




Recuerde que:

En la Biblia encontramos que la cruz triunfa sobre la ley. Colosenses 2:14
  • La cruz de Cristo triunfa sobre el pecado. Hebreos 9:26
  • La cruz de Cristo triunfa sobre la muerte. Hebreos 2: 14-15
  • La cruz de Cristo triunfa sobre el diablo. I Juan 3:8
  • La cruz de Cristo triunfa sobre todo. Colosenses 2:15


LA CRUZ, SIGNO DEL CRISTIANO

La cruz es el símbolo radical, primordial para los cristianos: uno de los pocos símbolos universales, comunes a todas las confesiones.


- Historia

Durante los tres primeros siglos parece que no se representó plásticamente la cruz: se preferían las figuras del Pastor, el pez, el ancla, la paloma...

Fue en el s. IV cuando la cruz se convirtió, poco a poco, en el símbolo predilecto para representar a Cristo y su misterio de salvación. Desde el sueño del emperador Constantino, hacia el 312 (con esta señal vencerás), que precedió a su victoria en el puente milvio, y el descubrimiento de la verdadera cruz de Cristo, en Jerusalén, el año 326, por la madre del mismo emperador, Elena, la atención de los cristianos hacia la Cruz fue creciendo. La fiesta de la exaltación de la Santa cruz, que celebramos el 14 de septiembre se conoce ya en oriente en el s. V, y en Roma al menor desde el s. VII.


Las primeras representaciones pictóricas o esculturales de la cruz ofrecen a un Cristo Glorioso, con larga túnica, con corona real: está en la cruz, pero es el Vencedor, el resucitado. Solo más tarde, con la espiritualidad de la Edad Media, se le representará en su estado de sufrimiento y dolor.

En nuestro tiempo la cruz, en verdad, un símbolo repetidísimo en sus variadas formas:

- la cruz que preside la celebración, sobre el altar o cerca de él.

- la cruz procesional que encabeza el rito de entrada en las ocasiones más solemnes, y parece ser el origen de que luego el lugar de la celebración esté presidido por ella,

- las que colocamos en las habitaciones de nuestras casa,

- la cruz pectoral de los Obispos y el báculo pastoral del Papa,

- las cruces penitenciales que los Nazarenos portan sobre sus espaldas en las precesiones de Semana Santa,

- la cruz como adorno y hasta como joya, que muchas personas llevan en el cuello,

- y las variadas formas de “señal de la cruz” que trazamos sobre las personas y las cosas (en forma de bendición) o sobre nosotros mismos en momentos tan significativos como el comienzo de la eucaristía o el rito del bautismo...







SU SIMBOLISMO

No nos damos cuenta, porque ya estamos acostumbrados a ver la Cruz en la Iglesia o en nuestras casas. Pero la cruz es una verdadera cátedra, desde la que Cristo predica siempre la gran lección del cristianismo. La cruz resume toda teología sobre Dios, sobre el misterios de la salvación de Cristo, sobre la vida cristiana.

La cruz es todo un discurso:

- Nos presenta a un Dios trascendente, pero cercano;

- un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor;

- un Cristo que Juez y Señor, pero al vez siervo que ha querido llegar a la total entrega de si mismo, como imagen plástica del amor y de la condescendencia de Dios.

La cruz ilumina nuestra vida. Nos da esperanza. Nos enseña el camino. Nos asegura la victoria de Cristo, a través de la renuncia a sí mismo, y nos compromete a seguir el mismo estilo de vida para llegar a la nueva experiencia del resucitado.

Hacer la señal de cruz , es confesar nuestra fe: Dios nos ha salvado en la cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de posesión: al hacer sobre nuestra persona esta señal es como si dijéramos: “estoy bautizado, pertenezco a Cristo, El es mi salvador, la cruz de Cristo es el origen y razón de mi existencia...”






En la celebración de la eucaristía, además de que la cruz preside toda la celebración, en un lugar notorio (no hace falta que esté sobre el altar), hay varios momentos en que hacemos en que de una manera u otra hacemos sobre nosotros mismos la señal de la Cruz: al principio de la Misa, al comenzar el Evangelio y al recibir la bendición final.

Empezar la eucaristía con la señal de la Cruz grandes, es como un recuerdo simbólico del Bautismo: vamos a celebrar en cuanto que todos somos bautizados, pertenecemos al Pueblo de los seguidores de Cristo, el Pueblo consagrado como comunidad sacerdotal por los sacramentos de la iniciación cristiana. La Eucaristía apunta precisamente a la cruz: es memorial de muerte salvadora de Cristo y quiere hacernos participar de toda la fuerza que esa cruz emana, también para que sepamos ofrecernos a nosotros mismos ( la cruz hecha nuestra) en la vida de cada día.

En el caso de esta señal de la cruz que hacemos al principio de la Eucaristía se añade todavía otro matiz interesante: la hacemos “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Unimos el símbolo de la cruz de Cristo con el Nombre santo del Dios Trino. La cruz de Cristo el Dios Trino están íntimamente relacionados: el Cristo que murió en la Cruz es el Hijo de Dios, y es el que nos dio su Espíritu.

También hacemos la señal de la Cruz, esta vez en su forma de triple cruz, sobre la frente, boca y pecho, al empezar el Evangelio. Por ley el Misal (IGMR 95) lo exige sólo del lector (diácono o sacerdote) pero es costumbre que toda la comunidad se santigüe en este momento.

El sentido es bastante claro:

- queremos expresar la acogida a la Palabra que se va a proclamar.

- queremos hacer como una profesión de fe: la palabra que escucharemos es la de Cristo; más aún, es el mismo Cristo, y queremos que tome posesión de nosotros, que nos bendiga totalmente, a toda nuestra persona (pensamientos, palabras, sentimientos, obras).



Todo gesto simbólico, todo signo, puede ayudarnos por una parte a entrar en comunión con que simboliza y significa. Que es lo importantes. Y por otra, puede ser también un peligro, si nos quedamos en la mera exterioridad. Entonces el gesto se convierte un poco en gesto mágico, ritual, rutinario, que no significa nada ni nos lleva a nada.

La señal de la cruz repetida quiere ser un compromiso: porque la cruz es el símbolo mejor del estilo de vida que Cristo nos ha enseñado. La imagen de la señal de la cruz quiere indicarnos el camino “pascual”, o sea, de muerte y resurrección, que recorrió ya Cristo, y que nos invita ahora a nosotros a recorrer: si alguien quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame” (Mt. 16, 24). Si entendemos la cruz, y si nuestro pequeño gesto de la señal de la Cruz es consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección buena.





EL TRIUNFO DE LA CRUZ SOBRE LA MUERTE


Es un paso alegórico que representa el Triunfo de Cristo sobre la Muerte. Representa la cruz vacía son un sudario (con el que se bajó el cuerpo de Cristo) y dos escaleras, sobre el monte calvario. Imagen que por un lado nos recuerda que el cuerpo de Cristo ya no está ahí porque está en el sepulcro, pero que por otro lado es una visión triunfal de la Cruz como símbolo del Cristianismo y que nos avanza la Resurrección y el vencimiento sobre la muerte.


LA CANINA: SIMBOLISMO


La muerte, personificada en un esqueleto provisto de guadaña, aparece sentada y meditabunda sobre la bola del mundo. A sus pies, la serpiente con una manzana en la boca, símbolo del pecado original, se enrosca en la esfera terrestre. Detrás, la cruz desnuda sobre la que se apoyan las escaleras utilizadas por los Santos Varones para descender el cuerpo de Cristo. Del madero penden dos sudarios, uno de color blanco y otro de color negro que lleva inscrita la leyenda en latín "Mors Mortem Superavit", que significa "La muerte venció a la propia muerte".



Este paso alegórico, que cada Sábado Santo desfila en la Hermandad del Santo Entierro de Sevilla, es conocido popularmente como "La Canina" y fue creado en 1693 por el escultor Antonio Cardoso de Quirós, quien, en un proceso de renovación artística de la cofradía tras un periodo de decaimiento, eliminó la antigua composición de la alegoría del Triunfo de la Cruz -compuesta por un Niño Jesús en actitud de bendecir o un ángel sobre el mundo- para establecer el esqueleto pensativo sobre la bola terráquea.

El misterio, cuya función es proclamar la Resurrección de Jesús como instrumento para la redención del mundo, el perdón de los pecados y la victoria sobre el demonio, sufrió destrozos durante la Invasión Francesa, teniendo que ser restaurado en 1829 por el escultor Juan de Astorga. Recientes estudios han puesto de manifiesto que su actuación no fue tan renovadora como se pensaba y que se conservan más partes originales de Quirós de las que se creían. La última restauración fue realizada por José Joaquín Fijo y Almudena Fernández (2007).

Durante el siglo XIX, fueron comunes los grabados y las litografías alusivas a la muerte (imagen de abajo), ya sean con intenciones satíricas o fruto de la enfermiza estética del romanticismo, adepta a la literatura gótica.



 Paso alegórico del Triunfo de la Santa Cruz "La Canina" - Sevilla


Se disgregan los colores,
emergen cardos y yedras
y sobre la cruz alzada
se apoyan dos escaleras;

cabizbaja y pensativa
la muerte se nos presenta,
la mano sobre la frente
y con la guadaña queda.

¿Va sentada sobre el mundo,
para el que mundo la entienda?
Va vencida y humillada,
por aquel que nos libera
del yugo de su capricho
y el trago de su certeza,
y es que Cristo nos ha dicho
que su morada es eterna
y no hay entierros, ni muertes,
ni compromisos, ni deudas;
somos libres porque Cristo
nos lo dejó por herencia
en la cruz de sus quebrantos,
y el poder de sus promesas.

Su  vuelta será con Gloria,
definitiva y certera,
y amparará con su manto
a los hijos que le esperan
alzando la cruz de siempre,
que no hay cruz más verdadera
que la cruz de Jesucristo,
¡¡la cruz de la buena nueva!!