Dos motivos me llevan a publicar la
entrada de hoy: por un lado, continuar con la tradición de este Blog, de tratar
temas literarios a raíz de la exposición de alguna publicación interesante para
los cofrades, como es la que traemos hoy (“La Virgen de Luto”), y por otro lado
tratar de exponeros el por qué vestimos a las vírgenes de negro riguroso, en
esta época del año.
En infinidad de iglesias se exponen
imágenes de la Virgen Dolorosa vestida de luto, algunas de ellas protagonistas
de las procesiones de Semana Santa, de tanto arraigo en nuestro país. Estas
vestiduras fúnebres con que se las cubre, pertenecen ya a la iconografía
popular que hemos asumido como la indumentaria más acorde con la profunda
tristeza del prototipo representado. Sin embargo, la tradición se inicia en
Madrid en 1565, cuando doña María de la Cueva, condesa viuda de Ureña y
Camarera Mayor de Isabel de Valois, dona uno de sus propios trajes de luto para
vestir la imagen de la Soledad que labró Gaspar Becerra a instancias de la
reina. Tal fue el impacto de esta nueva iconografía que pronto se extendió a
las Dolorosas de toda la península y los territorios conquistados por España,
pudiéndose encontrar aún hoy una larga muestra de estas imágenes de la Virgen
vestida como una viuda castellana noble de la corte de Felipe II, no sólo
dentro de nuestras fronteras, sino en diversas capitales europeas y americanas
que pertenecieron a la corona española, aunque en la actualidad prácticamente
se ha olvidado el origen y significado de tales vestidos.
A lo largo de la obra, primera y única que desarrolla ampliamente el tema, iremos conociendo cada una de las prendas que componían el ajuar de las viudas nobles o dueñas, exponiendo su origen histórico; su corte y confección basándonos en los patrones originales del siglo XVI con recreaciones a escala; su evolución al dejar de utilizarse por la nobleza y quedar asociadas al vestuario de las imágenes religiosas; y poniendo como ejemplo muchas de las tallas que en la actualidad mantienen esta indumentaria en cada una de nuestras provincias. Todo ello se acompaña de abundante material gráfico, citas de autores clásicos y variedad de curiosidades y tradiciones que enriquecen y amenizan este estudio, enfocado tanto desde el punto de vista iconográfico y de indumentaria como desde una visión artística, antropológica, simbólica, cultural e histórica, con el propósito de rescatar del olvido los fundamentos de esta tradición centenaria.
Con tan solo veintiocho años Eduardo Fernández Merino se ha convertido, por derecho propio, en un investigador de la historia de la indumentaria. Su profundo y analítico estudio le ha llevado no sólo a través de páginas de libros antiguos y salas de bibliotecas, sino también a través de varias ciudades españolas y europeas, en busca de los orígenes y la evolución de la forma de vestir de las Vírgenes Dolorosas castellanas. El primer resultado de su trabajo ha sido un hermoso ensayo: La Virgen de luto, que aparece publicado ahora por VisionNet. Pero no ha sido el único. Le acompañan una página web y un cuidado documental con los que quiere llegar a todo tipo de público para hacer comprender la riqueza y el simbolismo de una tradición cuatro veces centenaria. Transmite pasión, y nos responde con la seguridad de quien sabe de lo que habla.
Pregunta el entrevistador - Guillermo Arróniz López: Todo este quehacer literario, internáutico y audiovisual nace de una profunda experiencia personal, como cuentas en tu libro, ¿qué despertó en ti esta pasión por la indumentaria de una advocación concreta de la Virgen?
Eduardo Fernández Merino: En la trayectoria de todo artista suele haber un encontronazo determinante con su dimensión espiritual que marca su producción, incluso su personalidad a partir de entonces, y le encamina a bucear en su personal obsesión por diferentes caminos. El mío fue con la imagen de la Virgen de los Dolores, imagen de madre desvalida, indefensa pese a su magnitud sobrenatural, que a muy temprana edad me descubrió el misterio de la Muerte, representada en la solemnidad de su luto, de sus lágrimas, de las siete espadas en el pecho... Años después volvió a irrumpir este arquetipo en mi historia, exigiendo mucho y devolviendo más, y el resultado fue este trabajo de años que espero aporte una igual satisfacción a sus lectores.
Editorial: Vision Libros
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Año Publicación: 2012
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Páginas: 284
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Edición: 1
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Tamaño: 170x240 mm
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Encuadernación: Rústica
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LA VIRGEN DE LUTO
En este documental del propio autor del libro, conoceremos el
origen de la tradición de vestir a las Dolorosas con el luto que usaron las
viudas de la corte de Felipe II.
ORIGEN
DEL LUTO
El luto es la expresión medianamente
formalizada de responder a la muerte, es decir, la muestra externa de los sentimientos
de pena y duelo ante el fallecimiento de un ser querido.
En los países occidentales, esto incluye los entierros,
las esquelas
y ropa de luto, entre otros.
El mes de noviembre es el mes en el
que pasa a primer plano el Purgatorio. Ese es el más profundo sentido del “mes
de las ánimas”: al hecho evidente de la muerte, que en noviembre como mes
característico del otoño es evocado cotidianamente por la caída de las hojas de
los árboles y plantas, le une el pueblo cristiano el hecho del purgatorio…
El negro es el color del viernes
santo y está relacionado con el miércoles de ceniza, por ser ésta de un color
parecido.
Europa continental
La
costumbre de llevar ropa negra sin adornos en señal de luto se remonta al menos al Imperio Romano, cuando la toga pulla
hecha de lana de color oscuro se vestía durante los
periodos de luto.
Durante la Edad Media y el Renacimiento, las ropas propias del luto se
llevaban por pérdidas personales y generales: se dice que tras la matanza del día de San Bartolomé de hugonotes en Francia Isabel I de Inglaterra y su corte vistió de luto riguroso para recibir al embajador fracés.
Las
mujeres de luto y las viudas llevaban sombrero y velo negros, generalmente en una versión conservadora de la moda actual.
En
algunas zonas rurales de Portugal, España, Grecia y
otros países mediterráneos, las viudas visten de negro el resto de sus vidas.
Los miembros inmediatos de la familia del difunto visten de negro durante un
período más amplio que el resto.
Cristianismo
Cristianismo
Las
costumbres sociales europeas anteriormente descritas son en general expresiones
religiosas cristianas socialmente generalizadas.
Las misas funerales católicas actuales usan los colores litúrgicos morado en lugar del
negro anterior al Vaticano II, aunque el uso de ornamentos negros no se ha
prohibido y sigue siendo opcional. (Tradicionalmente, los entierros de los
niños, albaets ya bautizados hasta el uso de razón se celebran con
ornamentos blancos, pues son como «ángeles» que entran directamente en el
cielo, o al infierno depende de como se vea, al no tener pecado; el ritual de
estos funerales, aunque nada cita sobre el color litúrgico se centra más en el
consuelo de la familia que en las peticiones del descanso eterno del infante.)
Las
iglesias cristianas se visten a menudo simbólicamente de luto durante la época
de Cuaresma para conmemorar el sacrificio y muerte
de Jesús. Las costumbres
cambian de una confesión a otra e incluyen cubrir o retirar estatuas, iconos y
pinturas, así como el uso de colores litúrgicos especiales, como el violeta,
durante Cuaresma y Semana Santa.
En
congregaciones más formales, los miembros de la parroquia también se visten de
forma especial durante la Semana Santa, especialmente el Jueves y el Viernes Santo, días en los que sigue siendo
común vestir ropas negras u oscuras. En algunos lugares es tradición que las
mujeres vistan de mantilla.
EL MES DE NOVIEMBRE Y EL LUTO DE MARÍA SANTÍSIMA.
Virgen de las Aguas - Museo - (Sevilla)
Hay un silogismo, no enunciado
explícitamente, ante el hecho universal y evidente de la muerte: “Todos
morimos… De entre los muertos, de muchos sabemos que gozan ya el Cielo que
deseamos… ¿No podrá nuestro recuerdo beneficiar a los otros difuntos de quienes
podríamos conjeturar que aún no han recibido el don definitivo…?
Los Concilios ecuménicos II de Lyon,
Florencia y Trento definían el fundamento dogmático de ese sano presentimiento
del Pueblo de Dios. El Concilio Vaticano II recoge: “… Algunos entre los
discípulos (de Cristo)… ya difuntos se purifican, mientras otros son
glorificados…” (L.G. nn. 49-50). Alude luego a lo que es tradición de siempre
de la iglesia: “el sacrificio de la Misa, las oraciones, limosnas y otras obras
de piedad que según las leyes de la iglesia han acostumbrado hacer unos fieles
por otros…” (Conc. II de Lyón, Dz 856).
Es buena la insistencia, con el
Purgatorio de fondo, cuando se acaba el Año Litúrgico: ¡Orar por los que
acabaron su historia!
Y adentrados en el mes de noviembre,
la festividad del 1 de Noviembre la de “Todos Los Santos”. La Solemnidad de
este día se dedica a lo que San Juan describe como “una gran muchedumbre que
nadie podía contar, de todas las naciones, tribus y lenguas”: los que gozan de
Dios, canonizados o no, desconocidos las más de las veces por nosotros, pero
individualmente amados y redimidos por Dios que conoce a cada uno de sus hijos
por su nombre… “Hoy se aglomeran en la gran fiesta común: los humanamente
ilustres: Pedro, Pablo, Agustín, Jerónimo, Francisco, Domingo, Tomás, Ignacio…
y los oscuros: el enfermo, el niño, la madre de familia, un oficinista, un
albañil, la monjita que nadie recuerda, gente que en vida parecía tan gris, tan
irreconocible, tan poco llamativa, la gente vulgar y buena de todos los tiempos
y todos los lugares…
Las comunidades de Oriente celebraban
ya en el siglo IV en un día señalado la memoria de todos los Mártires: los
Sirios lo hacían en el Tiempo Pascual, mientras los Bizantinos elegían una
fecha después de Pentecostés. S. Efrén refiere, en sus Cármina Nisibena, esa
conmemoración; y habla del año 413 el Breviario Siríaco. De lo de
Constantinopla es testigo S. Juan Crisóstomo: hoy mismo continúan los Griegos
recordando a la multitud de los mártires en el Domingo después de Pentecostés.
No hay en cambio alusión alguna a una conmemoración semejante ni en el
Leccionario Capitular de Würburg ni en el Evangeliario Capitular Romano, así
como tampoco en los sacramentarios Gelasiano, Gregoriano antiguo o Gregoriano
de Hadriano: en Occidente, en efecto, sólo se comenzó una celebración semejante
–aunque no ya de sólos mártires sino de todos los Santos- cuando acababa el siglo
VII: fueron los pueblos celtas, y concretamente los francos, quienes la
iniciaron. Lo testimonian así el Leccionario de Mürbach y los Códices de los
Martirologios inspirados en Beda y Alcuino. Curiosamente nada dicen de una
celebración semejante los Martirologios Hieronimianos más completos. Roma
comenzaría a celebrar esta memoria conjunta de todos los Santos en el siglo IX:
de su conocimiento y conmemoración por parte de Gregorio IV (827-844) da fe al
Martirologio de Adón, refiriéndose a su celebración en la Galicia en el 1 de
noviembre.
El pueblo, que propende a
sensibilizar y materializar toda su fe, por de pronto se arremolinó con flores
y adornos, con luces y limpieza en torno a los sepulcros en nuestros
cementerios: si se habla de triunfo en el Cielo, ¡aquí están los cuerpos de
nuestros Santos…!
Por su parte las Cofradías y
Hermandades tienen la costumbre de vestir a sus dolorosas de luto. Las
tonalidades oscuras, las vestimentas de luto, los colores negros… se hacen
habituales en las prendas y vestimentas que las distintas camareras dan a las
dolorosas en éste mes.
En el mes de noviembre, mes de los
difuntos, las hermandades recurren al eterno ritual cofrade de vestir y
engalanar a sus dolorosas con ropajes de luto.
Cada año los vestidores de las distintas
hermandades y cofradías se afanan por vestir a sus titulares marianas para que
luzcan más bellas que nunca.
Es un mes en el que las vírgenes
titulares de las distintas hermandades y cofradías visten atuendos
caracterizados por la sencillez y sobriedad que dan los ropajes oscuros y
negros, color este último que simboliza duelo, tristeza, penitencia, vigilia y
soledad.
Soledad de San Lorenzo (Sevilla)
Es por ello que las imágenes marianas
y dolorosas visten de riguroso luto en el mes de noviembre, para hacernos saber
a los cristianos que es un mes para recordar a todas aquellas personas que nos
dejaron y así adorar a sus benditas ánimas.