viernes, 23 de noviembre de 2012

LAS COFRADÍAS TAMBIÉN SOMOS IGLESIA





El pasado 18 de noviembre se ha celebrado el Día de la Iglesia Diocesana en nuestras Iglesias y Parroquias, y es por ello que vengo a realizar esta reflexión desde el punto de vista cofrade, ya que las Hermandades y Cofradías también son Iglesia, y forman parte de su entramado como un solo cuerpo, siendo sus miembros parte activa de la labor que la Iglesia realiza de forma desinteresada a favor de los más golpeados por el devenir de los tiempos.

La Iglesia está presente en los acontecimientos más importantes de la vida, acompañando a las personas que se acercan a Dios en los momentos más importantes de la existencia humana: en los felices (matrimonio, bautismo, confirmación) y también en los dolorosos (pecado, enfermedad, muerte). Por la Iglesia, el Dios del Amor, visible en Jesucristo, se acerca a cada uno para darle sentido y esperanza.

La Iglesia, como Pueblo de Dios, brinda a la sociedad valores permanentes que nos ayudan a crecer como personas y mejoran la convivencia entre los hombres: fe, defensa de los derechos humanos, fraternidad, dignidad de la persona, solidaridad, perdón, superación, esfuerzo, etc.

La Iglesia ayuda a los más necesitados de la sociedad: sin techo, familias rotas y desestructuradas, inmigrantes, ancianos, enfermos, etc.

Estas actividades son realizadas en su mayoría por personas que entregan su vida a los demás. Los sacerdotes y los agentes de pastoral, que están al servicio de la comunidad cristiana, desempeñan, una labor discreta y muchas veces ignorada que construye el bien común de la sociedad.



La razón de ser principal de la Iglesia es el anuncio del Evangelio de Jesucristo a todos los hombres.

Millones de católicos en todo el mundo viven el Amor de Dios y predican la Buena Noticia, lo que les lleva a reconocer en el prójimo el rostro de Cristo, de manera particular, en los más necesitados y a desarrollar una enorme labor (social, educativa, asistencial, etc) que repercute en beneficio de la sociedad.
 


La Iglesia Católica en España se divide territorialmente en 69 diócesis, “Donde se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo” (Concilio Vaticano II).

Las diócesis están divididas en Parroquias. Hay en España unas 22.000.

 

Existen 13.000 Órdenes y Congregaciones religiosas, 800 Monasterios de Clausura y miles de Hermandades, Cofradías, etc. 
La Conferencia Episcopal Española es una “Institución permanente integrada por los Obispos de España, en comunión con el Romano Pontífice para el ejercicio conjunto de algunas funciones pastorales del Episcopado Español”. (Estatutos art. 1, 1), esto no quiere decir que sea una “gran diócesis” que abarque a las demás, cada una tiene su autonomía.








 

Existen otras Instituciones y Organismos Supradiocesanos como el Arzobispado Castrense, Universidades Pontificias, Universidades católicas, etc.

La nunciatura Apostólica es el Organismo que representa a la Santa Sede en España.

En total, existen unas 40.000 Instituciones eclesiásticas en España, compuestas por cientos de miles de personas que viven en comunión con la Iglesia y trabajan para hacer el bien a sus semejantes. Todas estas entidades operan con la autonomía que les reconoce la normativa canónica. No existe por tanto un único órgano de decisión, ni el ámbito organizativo ni en el económico.






LO QUE MUEVE A LA IGLESIA


El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado. La Iglesia ha sido consciente de que esta tarea ha tenido una importancia constitutiva para ella desde sus comienzos: « Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2, 44-45).  DCE 20

a) La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.

b) La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario. Pero, al mismo tiempo, la caritas-agapé supera los
confines de la Iglesia; la parábola del buen Samaritano sigue siendo el criterio de comportamiento y muestra la universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado encontrado «casualmente» (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea. DCE 25




Algunas cifras

Atención religiosa a:
  • 315.000 niños que reciben el Bautismo cada año.
  • Más de 120.000 parejas que se han casado por la Iglesia en este año.
  • 10 millones de católicos que asisten a Misa cada domingo.
  • Cientos de miles de voluntarios que colaboran en acciones pastorales y/o son miembros activos de Asociaciones y Cofradías.
La Iglesia atiende también a:
  • Cerca de 1.400.000 niños que asisten a centros educativos de la Iglesia.
  • Más de 200.000 inmigrantes en distintos Servicios y Centros.
  • Los privados de libertad de 77 cárceles españolas.
  • Más de 50.000 niños y jóvenes de educación especial.
  • Más de 25.000 huérfanos.
  • Más de 57.000 ancianos.
La Iglesia trabaja a diario en:
  • Más de 200 centros hospitalarios, ambulatorios y dispensarios.
  • 876 casas para ancianos, enfermos crónicos, inválidos y minusválidos.
  • Cerca de 900 orfanatos y centros para la tutela de la infancia.
  • Más de 300 guarderías.
  • 365 centros especiales de educación o reeducación social.
  • 144 centros de caridad y sociales y 300 consultorios y centros para la defensa de la vida y la familia.
  • 147 países donde están cerca de 18.000 sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares en misiones.
LAS COFRADÍAS EN EL ENTRAMADO PRINCIPAL DE LA IGLESIA






Las Hermandades surgen ya a finales de la Edad Media y desde ese mismo momento, la Iglesia, que en un principio alienta con decisión la difusión de las Cofradías por la reanimación que éstas hacen de la vida cristiana y por la gran labor humanitaria que realizan, pronto comienza a vigilarlas más de cerca, habida cuenta del poder e influencia que iban ejercitando sobre el conjunto de los fieles, además de por su inclinación al gobierno autonómico de sus congregaciones y a la desviación profana de ciertos actos litúrgicos. 



El concilio de Trento (1545-63) conmina a los obispos diocesanos a realizar visitas periódicas a las Cofradías. El papa Clemente VIII, por la constitución Quaecumque, del año 1604, exige el consentimiento escrito del obispo para establecer la legalidad de las cofradías de su diócesis, el cual tiene además que examinar, corregir y aprobar los estatutos presentados por los cofrades.

Finalmente, las Cofradías acaban englobadas dentro del Código de Derecho Canónico, con la denominación de confraternitas, en el que se especifican muy bien sus principales objetivos, resumidos en dos puntos: fomentar el culto y aplicar la solidaridad con el necesitado, sin ninguna otra competencia.

De Carlos III emana el Real Decreto de 1785, por el que quedan abolidas todas las cofradías gremiales y las no aprobadas por el Consejo de Castilla, dejando sólo las cofradías dedicadas a causas pías y espirituales, y subrayando la necesidad de fijarlas en parroquias e iglesias. Su evolución dentro de una sociedad cada vez más secularizada y con formas de vida y sociabilidad más diversificadas hizo que las cofradías fueran perdiendo paulatinamente gran parte de sus funciones para quedar restringidas exclusivamente a la práctica piadosa.



Queda claro pues, que las Hermandades y Cofradías solo tienen sentido y explicación como lo que realmente son y nunca debieron dejar de ser: una parte viva y espiritualmente activa de la Iglesia.

Muchas veces hablamos y oímos hablar de la secularización, descristianización y neopaganismo que inundan la Sociedad de hoy. Y es cierto. Hoy día lo espiritual, lo transcendente, lo religioso no está de moda. Y mucho menos si se trata de una religiosidad cristiana. Se insiste machacona y equivocadamente en que el fenómeno religioso forma parte de la intimidad particular de cada uno y exclusivamente ahí debe quedar relegado. Se olvida que EVANGELIO significa precisamente eso: Buena Noticia. Y las Noticias (y más si son Buenas) deben ser proclamadas a los cuatro vientos para que lleguen a todos los rincones.



Pero esa Buena Noticia de la que somos depositarios los cristianos, es una Noticia exigente y que por tanto, muchas veces resulta incómoda a una Sociedad tan permisiva como la nuestra. Por eso se trata de obviarla, desprestigiarla y ridiculizarla. Y se llega a esos extremos olvidando que esa Sociedad se basa precisamente en la civilización y visión cristiana del mundo. Desde dentro se propalan tantas opiniones denigratorias sobre el cristianismo y lo cristiano que, a fuerza de repetidas y recurrentes, ganan terreno en una opinión pública muchas veces ignorante y casi siempre desinteresada en el tema. Y desde fuera es aún peor. Fuera nos acosa el materialismo, el relativismo y la indiferencia. Y eso por no hablar de la seria amenaza de los turbantes y los velos.

Ese es el horizonte que presenta el mundo de hoy, con pérdida progresiva y alarmante de valores humanos. Ese es el mundo en el que nos movemos y que nos rodea. El mundo que debemos cambiar entre todos. Porque hoy día más que nunca, las Hermandades deben de ser focos de espiritualidad y centros de re-evangelización. Ese es nuestro reto; el reto que justifica nuestro presente y da sentido a nuestro futuro.



Las Hermandades y Cofradías procedemos de la religiosidad popular, y a la religiosidad popular nos orientamos, pero debemos tener también como tarea primordial la extensión del conocimiento de la Palabra de Dios. Debemos ser agentes vivos y comprometidos de la nueva Evangelización. Estamos llamados a ser testigos de la fe y transmisores del Evangelio que se nos ha confiado para que lo vivamos y lo anunciemos. La Cofradía debe de ser parte activa de la Iglesia, portadora del mensaje de Verdad y Salvación de Cristo y debe de ser capaz de llevárselo a todos los demás.

Por todo eso, la vida y la actividad de las Cofradías y Hermandades no puede circunscribirse exclusivamente a la Semana Santa. Las Estaciones de Penitencia tienen verdadero sentido como lo que son: manifestaciones públicas de oración y fervor. Pero no deben ser un fin único en sí mismo. Las Hermandades deben mantenerse vivas durante todo el año y mostrar una actividad que incluya la formación permanente del cofrade y la profundización en su fe; el culto y la oración en todos sus diversos aspectos públicos y privados (Eucaristía, Vía crucis, procesiones, etc.); la atención y asistencia a los más necesitados y una Acción Social seria, continuada y de acuerdo con sus creencias y, como consecuencia y colofón de todo ello, la vivencia de una religiosidad individual y colectiva basada en la palabra, la actitud y el ejemplo, que tenga como fin último esa re-evangelización de la Sociedad.

Las Cofradías no somos (y nunca debemos parecerlo ni aún recordarlo de lejos) agrupaciones folclórico-festivas, o mucho menos peñas de forofos de un determinado cristo o santo con cierto tufillo de idolatría. Somos, y debemos demostrarlo en nuestra vida y nuestra actitud, seguidores convencidos y comprometidos de Cristo y su mensaje, y que aprovechan su devoción especial a una determinada imagen o advocación de Ntro. Señor, de su Madre o de alguno de sus santos, para dar testimonio público y permanente de ello, reconduciendo los sedimentos de religiosidad popular hacia un camino de nueva evangelización que haga accesible y comprensible para todos la voz del Señor.



En resumen, a nuestro criterio, son estas las cuatro ideas sobre las que debe fijarse la acción preferencial de Hermandades y Cofradías en este comienzo de siglo en que vivimos, sin olvidar, claro está, las actividades propias de cada una de ellas, con su liturgia, protocolo y peculiaridades, y que son las que constituyen, precisamente, nuestro hecho diferencial y por ello enriquecedor dentro de la Iglesia:

• Formación y profundización permanente en la fe de sus cofrades
• Deben ser centros vivos de espiritualidad y de evangelización de la Sociedad
• Atención prioritaria sobre la juventud, no solo buscando el relevo generacional, sino sobre todo, para completar y en muchos casos suplir la deficiente transmisión tradicional de la fe, y por último,
• Acción social y atención al necesitado, consecuencia evidente y lógica de la aceptación del Mensaje cristiano.

Por todo lo dicho, no podemos obviar que una Cofradía es un motor para la espiritualidad, para la formación, para la caridad, para el mantenimiento del arte, de las tradiciones, del patrimonio eclesiástico, para la integración social, para la imagen cultural y turística de la ciudad, pero fundamentalmente es IGLESIA, y cualquier desprecio realizado a su labor, a su actividad es un desprecio a la misma Iglesia, y no cabe entender la una sin la otra, esto es algo que debe movernos a desterrar cualquier prejuicio en torno a nuestras corporaciones, a veces alentado desde dentro, y otras desde fuera, por quienes mas tendrían que velar por su protección y crecimiento.


Sean pues estas palabras, un punto inicial para empezar a cambiar de pensamiento….