En estas
fechas del mes de mayo, es típica la celebración de las Cruces de Mayo en
algunos pueblos de Extremadura, y de fuera de ella. En el caso de Don Benito,
no es una fiesta que tenga predicamento, como si sucede en la vecina ciudad de
Villanueva de la Serena, donde se recrean bellas composiciones de la santa
cruz.
El origen
de las fiestas en honor a la Santa Cruz se pierde en el tiempo. Religiosamente,
parecen tener su origen en el hallazgo por Santa Elena de la cruz donde murió
Cristo, pero lo cierto es que el arraigo popular de la fiesta proviene de
ciertas celebraciones de los romanos.
Como afirma Antonio Merino Madrid en
su "Ensayo sobre fiestas populares", los libros litúrgicos contienen
dos fiestas dedicadas al culto de la Cruz: por un lado la Invención de la Santa
Cruz, -fiesta del 3 de mayo-, y la Exaltación, -el 14 de septiembre-. La
Exaltación, que conmemora la dedicación de las basílicas de Jerusalén, es de
origen oriental y no pasó a occidente hasta fines del siglo VII, a través del
rito romano, la de la invención de la Santa Cruz si que es conmemorada desde
antiguo. En España aparece en todos los calendarios y fuentes litúrgicas
mozárabes, poniéndola en relación con el relato del hallazgo por Santa Elena de
la auténtica Cruz de Cristo.
La historia, con
mucho de leyenda, narra como en el emperador Constantino, en el sexto año de su
reinado, se enfrenta contra los bárbaros a orillas del Danubio, en una batalla
cuya victoria se cree imposible a causa de la magnitud del ejército enemigo.
Una noche Constantino tiene una visión en el cielo en la que se le apareció
brillante la Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, "In hoc signo
vincis" (Con esta señal vencerás). El emperador hizo construir una Cruz y
la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad a la
multitud enemiga. De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la Cruz,
Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar
iglesias. Enseguida envió a su madre, Santa Elena, a Jerusalén en busca de la
verdadera Cruz de Cristo. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a
los más sabios sacerdotes y logró hallar el lugar donde se encontraba la Cruz,
pero no estaba sola. En el monte donde la tradición situaba la muerte de
Cristo, encontró tres maderos ensangrentados ocultos y para descubrir cuál era
la verdadera cruz donde falleció Cristo, colocó una a una las cruces sobre
personas enfermas, e incluso muertos, que se curaban o resucitaban al tocar la
cruz que había sido la de Cristo. A partir de ahí nace la veneración a la Santa
Cruz, ya que Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que
celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz.
Toda esta
historia tiene, sin duda, mucho de leyenda, pues el emperador Constantino fue
considerado en el medievo occidental como prototipo del príncipe cristiano y se
le rodeó de multitud de relatos fabulosos. Pero se da la circunstancia de que
además, la celebración de estas fiestas primaverales, es anterior al propio
emperador Constantino. En la Lex Romana Visigothorum, promulgada por Recesvinto
en el año 654, y renovada por Ervigio el 681, se menciona esta festividad
comparándola, por lo que se refiere a su solemnidad, con las mayores del año
eclesiástico. También en el Leccionario de Silos aparece con el nombre de dies
Sanctae Crucis, siendo éste el más antiguo testimonio de su conmemoración en
España, ya que desde la primera mitad del siglo VII se tiene conocimiento de la
existencia en España de reliquias de la Cruz, concretamente en sendas iglesias
de Mérida y Guadix. Finalmente, hay que añadir que el culto a la Cruz en
general es aún más antiguo, pues sabemos que en el año 599 se celebró en la
Catedral de la Santa Cruz el II Concilio de Barcelona, lo que implica a su vez
una advocación anterior. Se da, por otro lado, la circunstancia de que la
supuesta Cruz de Cristo fue robada y el emperador Heraclio en el año 614 logró
rescatarla. Cuenta la tradición que cuando la cruz volvió a Jerusalén el
emperador organizó una gran comitiva para recibir la cruz, figurando él
recubierto de lujosas ropas y ornamentos. Ocurrió entonces que le sobrevinieron
grandes problemas para caminar, ante lo que el arzobispo de Jerusalén le pidió
que se despojase de tanta riqueza ya que eso estaba en desacuerdo con la
humildad de Cristo. Heraclio hizo esto y la comitiva pudo proseguir su
traslado. Para evitar más robos la cruz se dividió en varios trozos. Uno fue
llevado a Roma, otro a Constantinopla, otro quedó en Jerusalén y un último
trozo fue hecho astillas ara repartirlas por diversos templos de todo el mundo,
que se llamaron "Veracruz".
ORIGEN
POPULAR
En cambio, de la celebración popular de la fiesta de la Santa Cruz, la que más nos interesa, apenas hay datos antiguos. Los primeros testimonios que conocemos se remontan tan sólo al siglo XVIII, aunque este vacío documental no implica necesariamente que la fiesta no existiera desde antes. En cualquier caso, parece que la celebración popular de la Cruz de Mayo tal como hoy la conocemos alcanzó su máximo esplendor durante los siglos XVIII y XIX, para empezar a decaer a principios del XX. Esta fiesta, en su vertiente popular, estuvo muy extendida por toda España, aunque con variaciones muy significativas de unos lugares a otros. A pesar de ello, la celebración ha presentado siempre en todas sus manifestaciones una serie constante de elementos comunes, como es el hecho de que el centro de la fiesta sea precisamente una cruz, de tamaño natural o reducido, que se adorna. A su alrededor se vive la fiesta, con bailes juegos y coplas. A veces hay procesiones, de carácter religioso o pagano.
A la hora
de establecer los orígenes de esta celebración popular de la Cruz hay que
referirse necesariamente a una serie de fiestas paganas que se celebraban desde
muy antiguo en el mes de mayo, considerado desde siempre como el mes del
esplendor de la vegetación y la naturaleza, de la primavera. Ha sido siempre un
tiempo muy proclive para la organización de fiestas. Así, des antiguo se
celebraba la fiesta conocida como la de "las mayas" -precisamente en
alusión al mes-. Era una celebración de carácter alegórico que tenía como
protagonista a una niña (la maya) vestida de blanco y coronada de flores. Junto
a ella una corte de jovencitas, también ricamente engalanadas, que pedían
"un cuartito para la maya, que no tiene manto ni saya".
De esta
fiesta, quedan costumbre como festejos en algunos pueblos en los que se coloca
en la plaza principal o en otro lugar elegido por la tradición un gran árbol
denominado mayo, al que se adorna y se convierte en centro de una celebración
festiva. Según Covarrubias, "mayo suelen llamar en las aldeas un olmo
desmochado con sola la cima, que los mozos zagales suelen en el primer día de
mayo poner en la plaza, o en otra parte". Otro autor, Basilio Sebastián de
Castellanos, aporta más datos: "El llamado mayo, protagonista de la
función cívico-campestre, consiste en un tronco muy alto, comúnmente de álamo
verde, vestido de flores, cintas, ramas y frutos, y en muchas partes pañuelos
de seda y otras prendas de vestir, que plantan los jóvenes labriegos de
nuestros pueblos en la plaza y a cuyo alrededor se baila todo el día con
entusiasta alegría".
Como se
ve, los orígenes de estas fiestas populares del mes de mayo son discutidos.
Desde los autores renacentistas se pretende hacer derivar tales celebraciones
de alguna festividad clásica grecolatina. Un escritor italiano del siglo XVI,
Polydoro Virgilio, las relaciona con las fiestas romanas en honor de Flora,
diosa que representa el eterno renacer de la vegetación en primavera y con la
procesión ateniense del Eiresioné en la época de la cosecha. Otros las vinculan
con las fiestas romanas de Vulcano y de las divinidades Maia y Ops. También se
las relaciona con las fiestas de Attis, un hermoso joven que vivía en los
bosques de Frigia y que la diosa Cibeles lo eligió para sí, haciéndolo guardián
de su templo, pero con la condición de que se mantuviera siempre virgen Attis
cedió al amor de la ninfa Sagaritis y entonces Cibeles hizo que ésta muriera,
derribando el árbol del que dependía su vida. El muchacho enloqueció y se
castró, tras lo cual la diosa lo volvió a admitir en su templo). La fiesta,
rememorando su muerte y resurrección, tenía lugar coincidiendo con el
equinoccio de primavera. Como consecuencia del empeño de la jerarquía cristiana
por eliminar antiguas prácticas paganas y supersticiosas, muchas veces
escandalosas y casi siempre contrarias a su moral, el mayo-árbol se convirtió
en mayo-cruz, conservando casi intactos todos los demás elementos de la
celebración. A su lado confluyeron elementos tomados de otras prácticas
paganas: la maya, que en muchos sitios se coloca junto a la cruz, la
artificiosa decoración, los cantos y bailes, etc. El paso de la celebración
pagana a la religiosa, popular en ambos casos, habría resultado favorecido por
el culto litúrgico a la Cruz (mucho más antiguo, como hemos visto) y por las
leyendas sobre el descubrimiento de la auténtica de Cristo. Como se aprecia, la
esencia del Día de la Cruz está íntimamente ligada a la adoración y exaltación
de la Cruz donde murió Jesucristo.
Sería muy
deseable que Don Benito tuviera en cuenta este tipo de celebraciones en torno a
la Cruz, con alguna manifestación pública por sus calles. Esperemos que pronto
pueda hacerse realidad.