Es
justo y necesario dedicar una entrada de este Blog cofradiero a ensalzar la
figura de la Madre, que celebramos el próximo 6 de mayo.
Ya
no solo aquella madre, que tuvo la
gracia de alumbrar a nuestro Señor, y se llenó de su luz y su gloria, para ser
testigo de su pasión, muerte y resurrección, esa Madre a la que todos dirigimos
nuestras plegarias y rezos cuando nos vemos desamparados o afligidos, cuando
necesitamos compartir con ella nuestras alegrías y nuestras penas, nuestras
ilusiones, o nuestros fracasos y nuestros triunfos. Esa Madre que bajo cualquier advocación,
ruega por nosotros y está presente en nuestro caminar por estos mundos de Dios.
La
madre, a la que quiero glosar en esta entrada es a la nuestra, la terrenal, la
que nos tuvo durante nueve meses en su vientre, con la preocupación, el
sacrificio y la alegría de traernos hasta aquí.
Pero
mi mas sentido homenaje, puesto que de un Blog cofrade se trata, está dirigido
a aquellas madres abnegadas, que ponen su ilusión y su empeño en hacer posibles
los sueños de sus hijos; en pasarse horas y horas de desvelo, preparando todo
aquello que tiene que ver con su cofradía o su hermandad. Desde sacarle los
bajos a la túnica de nazareno, a recomponer el maltrecho tejido que se ve
manchado por la cera de los cirios, o repasar el escudo bordado de la Hermandad
tras años y años de salida procesional.
He
tenido la gran suerte de conocer en mi
trayectoria como cofrade, a un joven que de pequeño había sustituido los coches
de metal, los soldaditos de plástico o los playmobil, o las chapas con los
equipos de fútbol y el garbanzo a modo de balón, por nazarenitos de papel, cada
uno de ellos engalanados con los colores de una supuesta hermandad. Esos
nazarenos realizaban un cortejo procesional que arropaba pasos de cristos y
vírgenes, hechos de forma artesanal, con algún “estreno” cada año que mejoraba
al anterior. Esos pasos tenían sus
faldones y canastillas, confeccionados por las sabias manos de su madre, con
retales de telas, fieltros a modo de terciopelos, adornos dorados, etc…,
también los mantos de las vírgenes para los pequeños palios de juguete.
Esa
madre confeccionaba la primera túnica de su hijo, para salir en la Cofradía de
su barrio, y lo llevaba a recorrer todas las iglesias para que disfrutara de
pasos e imágenes.
Lejos
de considerar estos juegos como algo perjudicial para aquel niño, se afanaba
por darle gusto porque lo veía crecer feliz.
Hoy
la madre de este joven, sigue haciendo exactamente lo mismo y mejor, para las
pequeñas miniaturas de su colección, pero también para dejar de jugar a las
procesiones, y dedicarse en cuerpo y alma a la Hermandad que se ha creado
gracias a esa devoción infantil. He visto a esas manos confeccionar las túnicas del titular de esta
corporación, preparar su estandarte, acondicionar los faldones del altar de
cultos, los costales para los costaleros del paso, el libro de reglas... La he
visto hacer fotocopias para la hermandad, ser las mejor relaciones públicas y
en definitiva ser el alma del equipo de priostía.
También
he visto a esa madre, acompañar a su hijo en todo lo que ha necesitado y
necesita para hacer realidad su pasión, sin importarle la hora, el frío o el
calor. Esa madre que espera mirando al reloj, el momento de ver a su hijo
entrar por la puerta cuando termina la procesión, y vuelve de realizar su
estación de penitencia.
Cuando
estamos viviendo en una sociedad ausente de valores, con una juventud
desesperanzada por lo que se les viene encima, hay que destacar como algunos de
estos jóvenes, con la inestimable colaboración de sus padres, dejan de lado los
tópicos de esa juventud mas acomodada a la cultura del botellón, del fracaso
escolar, de la droga o de la vida fácil, para crear hermandad, para dedicar sus
horas de ocio a desarrollar su gran pasión por la Semana Santa.
Fruto
de lo que son hoy estos jóvenes, se lo debemos a estas madres a las que cualquier
homenaje desde aquí, se queda muy corto.
Desde
la oportunidad que me brinda este Blog, mi felicitación a todas las madres en
su día, pero sobre todo a la madre de ese joven por haberle permitido jugar a
las procesiones, y ayudarle a crecer y a ser hoy, una gran persona por la que
muestro mi admiración.