Fiesta de la Cruz Bendita en Feria (Badajoz)
Dentro del último trabajo publicado
por el Grupo de Promoción del Folclore Extremeño “Caramancho” de Don Benito, titulado
“VELAHÍ”, podemos destacar una composición popular dedicada a la Cruz Bendita de Mayo, que casa
perfectamente con la temática de este Blog cofrade.
CRUZ
BENDITA
Cruz Bendita de Mayo
a veros vengo,
*con el alma y la vida
que más no puedo. (bis)
Cruz Bendita de Mayo
a veros vengo.
*En el monte Calvario
las golondrina (bis)
*le quitarón a Cristo
las mil espinas.(bis)
En el monte Calvario
las golondrina.
*Cruz Bendita de mayo
resplandeciente (bis)
*Bendita y alabada
seas para siempre. (bis)
Cruz Bendita de mayo
resplandeciente.
Videos Celebración Cruz Bendita de Mayo en Carcaboso (Cáceres)
DISCO “VELAHÍ” DE
CARAMANCHO
"Caramancho"
publicó en 2010 su cuarto trabajo discográfico "VELAHÍ". Después
de 16 años de su último disco, se publica este trabajo con canciones que
Caramancho lleva asiduamente en sus actuaciones. Un proyecto que nació a
finales del año 2009 y que ve la luz a finales del año 2010. Un año entero de
dedicación, ilusión y mucho esfuerzo.
CANCIONES:
1. Jota de las Hilanderas
2. Fado Batido
3. La Carta
4. La Jacha
5. Jota de Cuentas
6. Jota Piornalega
7. Saias Novas
8. Rondeña de Orellana
9. Tierrablanca
10. Cruz
Bendita
11. Jara y
Retama
PARTICIPANTES
Solistas:
Juani Amado, María Serrano, Julia Durán y Pilar Gómez
Bandurrias: Inmaculada Casado, Alma Mª Cerrato, Mª Cruces Gallego, Juan José
Sánchez y Elena Mª Mera.
Guitarras:
Francisco Mateos, Giovanna Martín, Ana Gallego y Jacinto Tapia.
Acordeón:
Iván García y Sergio García
Coros y Percusión: Lourdes Gallego, Juan F. Valadés, José A.
Morcillo, Víctor Velarde y Pedro García.
Director Musical: Manuel Reyes
LA CELEBRACIÓN DE LA
CRUZ DE MAYO
En la celebración a la cruz están presentes y vigentes antiquísimos cultos paganos que estaban difundidos por Europa mucho antes del florecimiento de la religión cristiana, y que posteriormente, cubiertos por el manto del cristianismo, devinieron en una especie de culto de la religión católica. Durante el Imperio Romano, el primero de mayo era el comienzo de las festividades a la Diosa Maia, contrapartida femenina de Faunus, el dios de la Naturaleza. El tres de mayo se le consagraban las fiestas a la Diosa Flora.
Durante estas “Fiestas Florales”
cundía un ambiente lujurioso, se representaban sainetes lascivos, y eran, demás
está decirlo, tenidas en muy alta estima por cortesanas, prostitutas y
meretrices.
Quiere la versión oficial de la
religión católica, que el día 3 de mayo del año 326, Santa Elena descubrió en
Italia la “Vera Cruz”, la verdadera cruz donde un hombre había muerto por redimir
a otros. Ese día la ignominiosa cruz, alegoría del martirio y del padecimiento
a que eran sometidos delincuentes de variada condición, comenzó a trasmutarse
en símbolo de los cristianos y en los estandartes victoriosos de los guerreros de
Constantino, hijo de Elena y primer emperador cristiano, fue diseminado por
otras tierras.
En la España de la época, al
árbol de la adoración primaveral se le llamaba mayo, y era copiosamente
adornado para representar las celebraciones en las que se elige a una bella muchacha
soltera, a quien habrá de denominarse previsiblemente, Maya. Maya se adorna el
cabello con flores silvestres y allá va en su trono de reina, presidiendo
galana las ceremonias. Aún en España no es extraño el adjetivo Mayo, o Majo
como sinónimo de hermoso y adornado.
De esa época data la vinculación
‘árbol/cruz’, emblemática del origen mixto, rito de fecundidad y a la vez
expresión del culto católico:
“Por nos en el árbol de la Vera Cruz
derramó su sangre por nos redimir”
escribe el poeta castellano Talavera
en el siglo XV. Aquí los versos hablan del “madero que tienen aquí adorando”, y
se necesitamos más evidencias, de la mano de esa extraña manera como los
orientales tocan el cuatro, la tenemos en la jota cumanesa “Deseos tenía de
verte”
Durante todo el año se entremezclan
las demostraciones más antiguas de las más puras raíces populares con otras
costumbres de implantación menos ancestrales, pero no por ello de menos emoción
y colorido. Como suele ocurrir en estos casos, algunas de estas fiestas tienen
unos orígenes oscuros precisamente por su antigüedad, y a la par poseen unas
connotaciones misteriosas que las hacen aún más atractivas. Ése es el caso de
las ciudades y pueblos de Granada, en especial el Día de la Cruz.
¿Cuál es el origen del Día de la
Cruz? Los libros litúrgicos contienen dos fiestas dedicadas
al culto de la Cruz:
La Invención
de la Santa Cruz,
el 3 de mayo, y la
Exaltación, el 14 de septiembre. La Exaltación, que
conmemora la dedicación de las basílicas de Jerusalén, es de origen oriental y
no pasó a occidente hasta fines del siglo VII, a través del rito romano.
La Invención de la Santa Cruz, en cambio, es conmemorada desde antiguo. En España aparece en todos los calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes, poniéndola en relación con el relato del hallazgo por Santa Elena de la auténtica Cruz de Cristo. Este relato figura en los pasionarios del siglo X y puede resumirse así: En el sexto año de su reinado, el emperador Constantino se enfrenta contra los bárbaros a orillas del Danubio. Se considera imposible la victoria a causa de la magnitud del ejército enemigo. Una noche Constantino tiene una visión: en el cielo se apareció brillante la Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, In hoc signo vincis ("Con esta señal vencerás"). El emperador hizo construir una Cruz y la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad a la multitud enemiga. De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar iglesias. Enseguida envió a su madre, santa Elena, a Jerusalén en busca de la verdadera Cruz de Cristo. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a los más sabios sacerdotes y con torturas consiguió la confesión del lugar donde se encontraba la Cruz a Judas (luego San Judas, obispo de Jerusalén). En el monte donde la tradición situaba la muerte de Cristo, encontraron tres cruces ocultas. Para descubrir cuál de ellas era la verdadera las colocaron una a una sobre un joven muerto, el cual resucitó al serle impuesta la tercera, la de Cristo. Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, el tres de mayo.
Toda esta historia tiene, sin duda,
mucho de leyenda, pues el emperador Constantino fue considerado en el medievo
occidental como prototipo del príncipe cristiano y se le rodeó de multitud de
relatos fabulosos. Además, la celebración de este día es anterior al
Pasionario. En la Lex
Romana Visigothorum, promulgada por Recesvinto en el año 654,
y renovada por Ervigio en el 681, se menciona esta festividad comparándola, por
lo que se refiere a su solemnidad, con las mayores del año eclesiástico; y en
el Leccionario de Silos, compuesto hacia el año 650, aparece con el nombre de
dies Sanctae Crucis, siendo éste el más antiguo testimonio de su conmemoración
en España. Desde la primera mitad del siglo VII se tiene conocimiento de la
existencia en España de reliquias de la
Cruz, concretamente en sendas iglesias de Mérida y Guadix.
Finalmente, hay que añadir que el culto a la Cruz en general es aún más antiguo, pues sabemos
que en el año 599 se celebró en la
Catedral de la
Santa Cruz el II Concilio de Barcelona, lo que implica a su
vez una advocación anterior.
En cambio, de la celebración popular
de la fiesta de la Santa
Cruz, la que más nos interesa, apenas hay datos antiguos. Los
primeros testimonios que conocemos se remontan tan sólo al siglo XVIII, aunque
este vacío documental no implica necesariamente que la fiesta no existiera
desde antes. En cualquier caso, parece que la celebración popular de la Cruz de Mayo tal como hoy la
conocemos alcanzó su máximo esplendor durante los siglos XVIII y XIX, para
empezar a decaer a principios del XX.
Esta fiesta, en su vertiente popular,
está muy extendida por toda España, aunque con variaciones muy significativas
de unos lugares a otros. A pesar de ello, la celebración presenta en todas sus
manifestaciones una serie constante de elementos comunes. El centro de la
fiesta es una cruz, de tamaño natural o reducido, que se adorna, en la calle o
en el interior de una casa, con flores, plantas, objetos diversos (pañuelos, colchas,
cuadros, candelabros, etc.) y adornos elaborados. A su alrededor se practican
bailes típicos, se realizan juegos y se entonan coplas alusivas. A veces hay
procesiones, de carácter religioso o pagano. A la hora de establecer los
orígenes de esta celebración popular de la Cruz hay que referirse necesariamente a una serie
de fiestas paganas que se celebraban desde muy antiguo en el mes de mayo.
Efectivamente, el mes de mayo,
considerado desde siempre como el mes del esplendor de la vegetación y el mes amoroso
por excelencia, ha sido desde tiempos remotos el escenario de un buen número de
fiestas populares. Los orígenes de estas fiestas populares del mes de mayo son
discutidos. Desde los autores renacentistas se pretende hacer derivar tales
celebraciones de alguna festividad clásica grecolatina. Un escritor italiano
del siglo XVI, Polydoro Virgilio, las relaciona con las fiestas romanas en
honor de Flora, diosa que representa el eterno renacer de la vegetación en
primavera (las Floralia, que duraban del 28 de abril al 3 de mayo), y con la
procesión ateniense del Eiresioné en la época de la cosecha. Otros las vinculan
con las fiestas romanas de Vulcano y de las divinidades Maia y Ops.
Aunque se puede apreciar
una cierta semejanza o paralelismo entres estas celebraciones y nuestras
fiestas de mayo, es difícil, sin embargo, admitir una relación de dependencia
de éstas con respecto a aquéllas y más bien habría que hablar de una génesis
espontánea común, a partir de los fenómenos culturales recurrentes de adoración
al árbol y exaltación de la naturaleza. Por ello mismo, hay que concluir que el
sentido de estas fiestas es plenamente naturalista: saludo a la primavera,
celebración del comienzo de un nuevo ciclo de la vegetación, agradecimiento a
la naturaleza por sus futuras cosechas. Y, como consecuencia de ello,
exaltación del amor y de los sentimientos humanos más espontáneos.
Santa Elena
Pues bien, como consecuencia del empeño de la jerarquía cristiana por eliminar antiguas prácticas paganas y supersticiosas, muchas veces escandalosas y casi siempre contrarias a su moral, en un momento dado de su desarrollo las fiestas naturalistas de mayo se habrían transformado y agrupado en torno a un nuevo motivo, la Cruz. Simplificando la cuestión podríamos afirmar que el mayo-árbol se convirtió en mayo-cruz, conservando casi intactos todos los demás elementos de la celebración. En un maravilloso ejemplo de asimilación y sincretismo de fiestas y símbolos, el árbol fue sustituido por una cruz (a la que con frecuencia en la liturgia cristiana se denomina precisamente "árbol"), quizás como una sabia decisión del pueblo para que estas celebraciones no desaparecieran totalmente o alentado por las autoridades eclesiásticas que, intentando eliminar viejas creencias supersticiosas, sustituyeron un símbolo pagano por otro religioso.
En definitiva, no es
posible negar la conexión entre las fiestas paganas de la naturaleza y la
celebración de la Cruz
de Mayo, así como la anterioridad cronológica del mayo. Quizás lo justo sería
hablar de que la fiesta de la
Cruz, cuando comenzó a desarrollarse popularmente, tomó
elementos de otras fiestas no religiosas, en un intento de asimilarlas para
eliminarlas o sencillamente como consecuencia inevitable de su coexistencia,
dada la similitud de sus motivaciones. La prohibición de las fiestas paganas
por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas facilitó esa incorporación
de elementos de unas a otra, aleccionada por el pueblo, siempre amante de sus
tradiciones y nunca dispuesto a perderlas. El fondo, lo popular, habría quedado
intacto y sólo habría cambiado su apariencia externa.