miércoles, 8 de mayo de 2013

JOTA A LA CRUZ BENDITA DE MAYO





Fiesta de la Cruz Bendita en Feria (Badajoz)



Dentro del último trabajo publicado por el Grupo de Promoción del Folclore Extremeño “Caramancho” de Don Benito, titulado “VELAHÍ”, podemos destacar una composición popular dedicada a la Cruz Bendita de Mayo, que casa perfectamente con la temática de este Blog cofrade.




CRUZ BENDITA

Cruz Bendita de Mayo

a veros vengo,

*con el alma y la vida

que más no puedo. (bis)

Cruz Bendita de Mayo

a veros vengo.


*En el monte Calvario

las golondrina (bis)

*le quitarón a Cristo

las mil espinas.(bis)

En el monte Calvario

las golondrina.


*Cruz Bendita de mayo

resplandeciente (bis)

*Bendita y alabada

seas para siempre. (bis)

Cruz Bendita de mayo

resplandeciente.




Videos Celebración Cruz Bendita de Mayo en Carcaboso (Cáceres)


DISCO “VELAHÍ”  DE  CARAMANCHO





"Caramancho" publicó en  2010 su cuarto trabajo discográfico "VELAHÍ". Después de 16 años de su último disco, se publica este trabajo con canciones que Caramancho lleva asiduamente en sus actuaciones. Un proyecto que nació a finales del año 2009 y que ve la luz a finales del año 2010. Un año entero de dedicación, ilusión y mucho esfuerzo.


CANCIONES:

1. Jota de las Hilanderas
2. Fado Batido
3. La Carta
4. La Jacha
5. Jota de Cuentas
6. Jota Piornalega
7. Saias Novas
8. Rondeña de Orellana
9. Tierrablanca
10. Cruz Bendita
11. Jara y Retama




                       
PARTICIPANTES

Solistas: Juani Amado, María Serrano, Julia Durán y Pilar Gómez
Bandurrias: Inmaculada Casado, Alma Mª Cerrato, Mª Cruces Gallego, Juan José Sánchez y Elena Mª Mera.
Guitarras: Francisco Mateos, Giovanna Martín, Ana Gallego y Jacinto Tapia.
Acordeón: Iván García y Sergio García
Coros y Percusión: Lourdes Gallego, Juan F. Valadés, José A. Morcillo, Víctor Velarde y Pedro García.
Director Musical: Manuel Reyes




LA CELEBRACIÓN DE LA CRUZ DE MAYO
 




En la celebración a la cruz están presentes y vigentes antiquísimos cultos paganos que estaban difundidos por Europa mucho antes del florecimiento de la religión cristiana, y que posteriormente, cubiertos por el manto del cristianismo, devinieron en una especie de culto de la religión católica. Durante el Imperio Romano, el primero de mayo era el comienzo de las festividades a la Diosa Maia, contrapartida femenina de Faunus, el dios de la Naturaleza. El tres de mayo se le consagraban las fiestas a la Diosa Flora.

Durante estas “Fiestas Florales” cundía un ambiente lujurioso, se representaban sainetes lascivos, y eran, demás está decirlo, tenidas en muy alta estima por cortesanas, prostitutas y meretrices.

Quiere la versión oficial de la religión católica, que el día 3 de mayo del año 326, Santa Elena descubrió en Italia la “Vera Cruz”, la verdadera cruz donde un hombre había muerto por redimir a otros. Ese día la ignominiosa cruz, alegoría del martirio y del padecimiento a que eran sometidos delincuentes de variada condición, comenzó a trasmutarse en símbolo de los cristianos y en los estandartes victoriosos de los guerreros de Constantino, hijo de Elena y primer emperador cristiano, fue diseminado por otras tierras.




En la España de la época, al árbol de la adoración primaveral se le llamaba mayo, y era copiosamente adornado para representar las celebraciones en las que se elige a una bella muchacha soltera, a quien habrá de denominarse previsiblemente, Maya. Maya se adorna el cabello con flores silvestres y allá va en su trono de reina, presidiendo galana las ceremonias. Aún en España no es extraño el adjetivo Mayo, o Majo como sinónimo de hermoso y adornado.

De esa época data la vinculación ‘árbol/cruz’, emblemática del origen mixto, rito de fecundidad y a la vez expresión del culto católico:

“Por nos en el árbol de la Vera Cruz
derramó su sangre por nos redimir”

escribe el poeta castellano Talavera en el siglo XV. Aquí los versos hablan del “madero que tienen aquí adorando”, y se necesitamos más evidencias, de la mano de esa extraña manera como los orientales tocan el cuatro, la tenemos en la jota cumanesa “Deseos tenía de verte”


Durante todo el año se entremezclan las demostraciones más antiguas de las más puras raíces populares con otras costumbres de implantación menos ancestrales, pero no por ello de menos emoción y colorido. Como suele ocurrir en estos casos, algunas de estas fiestas tienen unos orígenes oscuros precisamente por su antigüedad, y a la par poseen unas connotaciones misteriosas que las hacen aún más atractivas. Ése es el caso de las ciudades y pueblos de Granada, en especial el Día de la Cruz.

¿Cuál es el origen del Día de la Cruz? Los libros litúrgicos contienen dos fiestas dedicadas al culto de la Cruz: La Invención de la Santa Cruz, el 3 de mayo, y la Exaltación, el 14 de septiembre. La Exaltación, que conmemora la dedicación de las basílicas de Jerusalén, es de origen oriental y no pasó a occidente hasta fines del siglo VII, a través del rito romano.


La Invención de la Santa Cruz, en cambio, es conmemorada desde antiguo. En España aparece en todos los calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes, poniéndola en relación con el relato del hallazgo por Santa Elena de la auténtica Cruz de Cristo. Este relato figura en los pasionarios del siglo X y puede resumirse así: En el sexto año de su reinado, el emperador Constantino se enfrenta contra los bárbaros a orillas del Danubio. Se considera imposible la victoria a causa de la magnitud del ejército enemigo. Una noche Constantino tiene una visión: en el cielo se apareció brillante la Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, In hoc signo vincis ("Con esta señal vencerás"). El emperador hizo construir una Cruz y la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad a la multitud enemiga. De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar iglesias. Enseguida envió a su madre, santa Elena, a Jerusalén en busca de la verdadera Cruz de Cristo. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a los más sabios sacerdotes y con torturas consiguió la confesión del lugar donde se encontraba la Cruz a Judas (luego San Judas, obispo de Jerusalén). En el monte donde la tradición situaba la muerte de Cristo, encontraron tres cruces ocultas. Para descubrir cuál de ellas era la verdadera las colocaron una a una sobre un joven muerto, el cual resucitó al serle impuesta la tercera, la de Cristo. Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, el tres de mayo.



Toda esta historia tiene, sin duda, mucho de leyenda, pues el emperador Constantino fue considerado en el medievo occidental como prototipo del príncipe cristiano y se le rodeó de multitud de relatos fabulosos. Además, la celebración de este día es anterior al Pasionario. En la Lex Romana Visigothorum, promulgada por Recesvinto en el año 654, y renovada por Ervigio en el 681, se menciona esta festividad comparándola, por lo que se refiere a su solemnidad, con las mayores del año eclesiástico; y en el Leccionario de Silos, compuesto hacia el año 650, aparece con el nombre de dies Sanctae Crucis, siendo éste el más antiguo testimonio de su conmemoración en España. Desde la primera mitad del siglo VII se tiene conocimiento de la existencia en España de reliquias de la Cruz, concretamente en sendas iglesias de Mérida y Guadix. Finalmente, hay que añadir que el culto a la Cruz en general es aún más antiguo, pues sabemos que en el año 599 se celebró en la Catedral de la Santa Cruz el II Concilio de Barcelona, lo que implica a su vez una advocación anterior.

En cambio, de la celebración popular de la fiesta de la Santa Cruz, la que más nos interesa, apenas hay datos antiguos. Los primeros testimonios que conocemos se remontan tan sólo al siglo XVIII, aunque este vacío documental no implica necesariamente que la fiesta no existiera desde antes. En cualquier caso, parece que la celebración popular de la Cruz de Mayo tal como hoy la conocemos alcanzó su máximo esplendor durante los siglos XVIII y XIX, para empezar a decaer a principios del XX.


 

Esta fiesta, en su vertiente popular, está muy extendida por toda España, aunque con variaciones muy significativas de unos lugares a otros. A pesar de ello, la celebración presenta en todas sus manifestaciones una serie constante de elementos comunes. El centro de la fiesta es una cruz, de tamaño natural o reducido, que se adorna, en la calle o en el interior de una casa, con flores, plantas, objetos diversos (pañuelos, colchas, cuadros, candelabros, etc.) y adornos elaborados. A su alrededor se practican bailes típicos, se realizan juegos y se entonan coplas alusivas. A veces hay procesiones, de carácter religioso o pagano. A la hora de establecer los orígenes de esta celebración popular de la Cruz hay que referirse necesariamente a una serie de fiestas paganas que se celebraban desde muy antiguo en el mes de mayo.

Efectivamente, el mes de mayo, considerado desde siempre como el mes del esplendor de la vegetación y el mes amoroso por excelencia, ha sido desde tiempos remotos el escenario de un buen número de fiestas populares. Los orígenes de estas fiestas populares del mes de mayo son discutidos. Desde los autores renacentistas se pretende hacer derivar tales celebraciones de alguna festividad clásica grecolatina. Un escritor italiano del siglo XVI, Polydoro Virgilio, las relaciona con las fiestas romanas en honor de Flora, diosa que representa el eterno renacer de la vegetación en primavera (las Floralia, que duraban del 28 de abril al 3 de mayo), y con la procesión ateniense del Eiresioné en la época de la cosecha. Otros las vinculan con las fiestas romanas de Vulcano y de las divinidades Maia y Ops.

Aunque se puede apreciar una cierta semejanza o paralelismo entres estas celebraciones y nuestras fiestas de mayo, es difícil, sin embargo, admitir una relación de dependencia de éstas con respecto a aquéllas y más bien habría que hablar de una génesis espontánea común, a partir de los fenómenos culturales recurrentes de adoración al árbol y exaltación de la naturaleza. Por ello mismo, hay que concluir que el sentido de estas fiestas es plenamente naturalista: saludo a la primavera, celebración del comienzo de un nuevo ciclo de la vegetación, agradecimiento a la naturaleza por sus futuras cosechas. Y, como consecuencia de ello, exaltación del amor y de los sentimientos humanos más espontáneos.



Santa Elena 



Pues bien, como consecuencia del empeño de la jerarquía cristiana por eliminar antiguas prácticas paganas y supersticiosas, muchas veces escandalosas y casi siempre contrarias a su moral, en un momento dado de su desarrollo las fiestas naturalistas de mayo se habrían transformado y agrupado en torno a un nuevo motivo, la Cruz. Simplificando la cuestión podríamos afirmar que el mayo-árbol se convirtió en mayo-cruz, conservando casi intactos todos los demás elementos de la celebración. En un maravilloso ejemplo de asimilación y sincretismo de fiestas y símbolos, el árbol fue sustituido por una cruz (a la que con frecuencia en la liturgia cristiana se denomina precisamente "árbol"), quizás como una sabia decisión del pueblo para que estas celebraciones no desaparecieran totalmente o alentado por las autoridades eclesiásticas que, intentando eliminar viejas creencias supersticiosas, sustituyeron un símbolo pagano por otro religioso.

En definitiva, no es posible negar la conexión entre las fiestas paganas de la naturaleza y la celebración de la Cruz de Mayo, así como la anterioridad cronológica del mayo. Quizás lo justo sería hablar de que la fiesta de la Cruz, cuando comenzó a desarrollarse popularmente, tomó elementos de otras fiestas no religiosas, en un intento de asimilarlas para eliminarlas o sencillamente como consecuencia inevitable de su coexistencia, dada la similitud de sus motivaciones. La prohibición de las fiestas paganas por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas facilitó esa incorporación de elementos de unas a otra, aleccionada por el pueblo, siempre amante de sus tradiciones y nunca dispuesto a perderlas. El fondo, lo popular, habría quedado intacto y sólo habría cambiado su apariencia externa.