Paso de Misterio de la Hermandad del Carmen Doloroso - Sevilla
Pedro habla confesado que Jesús era
el Mesías, y el Señor le había respondido: "tú eres Pedro y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia". Pero Jesús ahora necesita ayuda, y Pedro
flaquea: niega a su maestro, no una sino tres veces.
Del Evangelio según San Mateo
26,69-75 (cf Mc 14, 66-72; Lc 22, 56-62; Jn 18, 15-18. 25- 27).
Entre tanto, Pedro estaba sentado
fuera, en el atrio; se le acercó una sirvienta y le dijo: Tú también estabas
con Jesús el Galileo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: No sé, de qué
hablas. Al salir al portal le vio otra vez y dijo a los que había allí: Este
estaba con Jesús el Nazareno. De nuevo lo negó con juramento: No conozco a ese
hombre. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Desde
luego tú también eres de ellos, pues tu habla lo manifiesta. Entonces comenzó a
imprecar y a jurar: No conozco a ese hombre. Y al momento cantó el gallo. Y
Pedro se acordó de las palabras que Jesús habla dicho: Antes de que cante el
gallo, me negarás tres veces". Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Del Evangelio según san Marcos 14, 66-68.72
Mientras
Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a
Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo: «También tú andabas con
Jesús el Nazareno». Él lo negó diciendo: «Ni sé ni entiendo lo que
quieres decir»... Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se
acordó de las palabras que le había dicho Jesús:
«Antes de que cante el
gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
En las negaciones de Pedro vemos la muestra de humildad y
sinceridad de los apóstoles que les lleva a contar sus propias debilidades. No
se habla a quí acerca del arrepentimiento de Pedro, aunque se da por supuesto
al mencionar el canto del gallo: de la misma brevedad del relato se deduce que
el suceso era muy conocido por los primeros cristianos. Después de la
Resurrección quedará más patente el alcance del perdón de Jesús, que
confirma a Pedro en su misión de Príncipe de los Apóstoles.
"En este torneo de amor no deben entristecernos las caídas, ni aún las caídas graves, si acudimos a Dios con dolor y buen propósito en el sacramento de la Penitencia. Es cristiano no es un maníaco coleccionista de una hoja de servicios inmaculada. Jesucristo Nuestro Señor se conmueve tanto con la inocencia y la fidelidad de Juan y, después de la caída de Pedro, se enternece con su arrepentimiento. Comprende Jesús nuestra debilidad y nos atrae hacia sí, como a través de un plano inclinado, deseando que sepamos insistir en el esfuerzo de subir un poco, día a día" (San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 75).
COMENTARIO
Pedro había estado con Jesús desde el
principio, desde ese encuentro junto al mar de Galilea, que habla cambiado su
vida. Y lo quería de verdad. Era un hombre sencillo y apasionado; entonces,
¿por qué niega a su maestro? Pedro, el impulsivo, el que sabe sacar la espada
en un momento delicado, no sabe medir sus palabras, y alardea de que nunca le
abandonará: "aunque todos te nieguen, yo no lo haré". Pedro confía
más en si mismo que en el Señor, se apoya en sus propias fuerzas, y cuando
fallan, se desmorona.
Ha entrado en juego la soberbia, se
ha fiado más de si mismo que de la palabra de Jesús. Por eso, cuando llega la
hora de la verdad, se deja llevar por el miedo a quedar mal ante los demás, por
los respetos humanos, y surge la cobardía, el miedo, y la traición.
¿Alguna vez te ha traicionado tu
mejor amigo? ¿Cómo has reaccionado? Quizás tú, como Pedro, has negado y
renegado de algún familiar, de algún amigo. Lo importante es reconocerse débil,
pecador. Y desde ahí, mirar como Pedro, con los ojos llenos de lágrimas, el
rostro del Señor, el rostro del hermano, y sentir en nuestro corazón el deseo
de reconstruir la fraternidad, la amistad, la fidelidad.
Las
negaciones fueron tres, en tres circunstancias distintas ante tres personas
diferentes. La progresión en la intensidad de la negación desvela mejor la
gravedad de la caída de Pedro. No fueron sus negaciones una evasiva ante una
pregunta indiscreta, sino una negación que incluirá juramentos, es decir, poner
a Dios por testigo de una falsedad. Al menos las dos últimas negaciones fueron
claramente pecados graves.
MEDITACIÓN SOBRE EL PECADO DE PEDRO
«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré» (Mc 14, 31). Pedro era sincero cuando decía esto, pero no se conocía a sí mismo, no
conocía su debilidad. Era generoso, pero había olvidado contar con la
generosidad del Maestro. Pretendía morir por Jesús, mientras era Jesús quien
debía morir por él para salvarlo.
Al hacer de Simón la «piedra» sobre la cual fundar
la Iglesia, Cristo incorpora al apóstol a su iniciativa de salvación. Pedro
creyó ingenuamente que podía dar algo al Maestro, mientras que todo lo recibía
gratuitamente de él, incluido el perdón tras la negación.
Jesús no cambió su elección de Pedro como
fundamento de su Iglesia. Después del arrepentimiento, se concedió a Pedro la
capacidad de confirmar a sus hermanos.
La amargura y las lágrimas de Pedro
arrojan mucha luz sobre su conducta. El pecado de Pedro no fue falta de amor,
sino debilidad y presunción. Acude al palacio del pontífice por amor, se queda
allí por amor, pero era más débil de lo que pensaba. Su negación no es falta de
fe, sino debilidad pasajera. Estaba fuera de sí cuando negó al Señor, como el
hijo pródigo de la parábola. Por eso, cuando vuelve en sí, la amargura inunda
su corazón.
La mirada de Jesús
Al volver en sí comienza una nueva
tentación más terrible que las anteriores: la desesperación. Judas también se
arrepintió de su traición y reconoció que había entregado sangre inocente, pero
desesperó y se ahorcó. Cabía que sucediese algo similar a un hombre tan
apasionado como Pedro. Un dolor demasiado intenso puede anular la mente o
desalentar el corazón hasta extremos tan abismales que lleven hasta el
suicidio. Pero una mirada le salvó. Los ojos de Jesús, que no lograron desarmar
a Judas, produjeron un vuelco en el corazón de Pedro.
Jamás olvidaría Pedro esa mirada: el
relámpago de aquellos ojos le dijo más que mil palabras. Y, probablemente,
recordó al mismo tiempo, otras palabras recientes de Jesús: "Simón,
Simón, he aquí que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero yo
he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú cuando te conviertas,
confirma en la fe a tus hermanos"(Jn).
Ahora entiende los avisos del
Señor: la tentación era superior a las fuerzas humanas, era una tentación
diabólica. No eran las criadas, o los soldados, los que le han asustando, sino
el mismísimo Satanás con la colaboración de su imprudencia y su presunción. La
oración de Cristo ha impedido que el diablo lo destrozase, y, gracias a eso, en
medio de su pecado conserva la fe y se arrepiente.
PEDRO EN EL CIELO Y JUDAS EN EL
INFIERNO
Pedro y Judas, ambos cometieron el
mismo pecado. Ellos negaron a su Señor y Maestro.
¿Pero por qué uno fue al cielo y el
otro fue al infierno?
El escritor del Evangelio de Mateo es
cuidadoso para comparar y contrastar la
caída de Pedro y Judas. Ambos hombres fallaron gravemente. La caída de Pedro
fue temporal, mientras que la caída de Judas fue permanente. Uno está en el
cielo, y el otro está en el infierno.
Ambos hombres confesaron sus pecados
y fallaron, pero solamente uno se arrepintió y puso su confianza en Cristo.
En algún lugar en la vida de Judas,
él se volvió al mal que finalmente resulto en el rechazo de Jesucristo como Su
Señor y Salvador y finalmente el suicidio. Una mala actitud hacia Jesús condujo
a la otra, y un modelo de rechazo y amargura debe haber dado al lugar del
rechazo final de Jesús.
De hecho, fue profetizado en el
Antiguo testamento que una persona cercana a Jesús levantaría su calcañar
contra Él (Sal. 41:9; Jn. 13:18; Hechos 1:16). Él fue designado a este final
desde el principio (Jn. 17:12).
Después de que Judas vendió a Jesús
por treinta piezas de plata, el precio de un esclavo común (Zacarías 11:12;
Mateo 26:14-16), él compró un campo con el dinero (Hechos 1:18-19). Cuando
"la buena oportunidad" vino, él actuó con malas intenciones y entrego
a Jesús a las autoridades Judías en el
Jardín de Getsemaní (Mat. 26:46-50). Después de que esto paso, él sintió una
sensación de remordimiento comprendiendo lo que él había hecho, y declaro a los
líderes religiosos que Jesús era inocente (27:1-5). Judas trató de expiar sus
propios pecados y fracaso. Entonces él fue al campo y se ahorcó.
Judas traiciono a Jesús porque no lo
amo. El solamente se preocupo por si mismo y sus agendas personales (Juan 12:6).
Judas confesó su pecado sin el
arrepentimiento. No había ningún cambio radical en su mente que resulto en un
cambio de la muerte espiritual a la vida espiritual por la fe en Jesucristo. El
arrepentimiento verdadero lo habría vuelto a Jesús para el perdón.
Por otra parte, ahí esta Pedro que también había estado con Jesús, y de la misma manera cayó. Nosotros también, si no aprendemos su lección, en Lucas 22:31-32. "Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos"
Pedro amó al Señor Jesús. Él trató de defender a Jesús en el jardín cuando los soldados llegaron (Mat. 26:50-54). De hecho, Pedro falló, porque él estaba en una situación en la que él no habría estado, si no hubiera amado a Jesús. Lo que pasó a Pedro todavía pasa a lo Cristianos más fuertes de hoy.
Pedro no creyó las
advertencias de Jesús (v. 31; Zac. 13:7). "Todos vosotros os
escandalizaréis de mí esta noche" Muy enfáticamente, con confianza Pedro
respondió " nunca me escandalizaré" (v. 33). Jesús repitió las
advertencias en términos aún más fuertes, "De cierto te digo que esta
noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces" (v. 34).
Pedro fue arrogante diciéndole a Él "Aunque me sea necesario morir
contigo, no te negaré" Todos los discípulos dijeron lo mismo (v. 35).
Pedro sabía la misma cosa que usted y
yo sabemos. "Jesús nunca esta equivocado, nunca esta confundido, nunca se
equivoca. ¡" Pedro pensó que sabía
más que Jesús! Si esperamos ganar en la guerra espiritual, nosotros tenemos que
determinar a principios en la vida cristiana confiar en Jesús en todo y no
encontrar una justificación convincente a Su Palabra. Pedro cayó esa noche con
la más mínima provocación cuando una
criada le hizo tropezar (Mat. 26:58,
69-75).
Quizás esto habría sido diferente si
Pedro hubiera permanecido en compañía de su compasivo y hermano cristiano,
Juan.
Pedro respondió con negaciones cada
vez más fuertes a las preguntas de los transeúntes presentes en el patio del
sumo sacerdote. Sus negaciones estuvieron aún llenas de maldiciones y
juramentos antes de que hubiera terminado (Mat. 26:70-74).
En el momento, Pedro negó a Jesús la
tercera vez que un gallo cantó, y "vuelto Jesús miró directamente a
Pedro" (Lc. 22:61). Pedro comprendió lo que él había hecho y salio
precipitadamente y lloro amargamente (Mat. 26:75; Mrc. 14:72; Lc. 22:62).
Pedro aprendió la lección que Jesús
"es capaz de salvar completamente a los que vienen a Dios por medio de Él,
porque Él siempre vive para interceder por ellos " (Heb. 7:25).
¿Es fácil para nosotros señalar con
nuestros dedos a Pedro y a Judas, pero en cuanto a nuestras propias negaciones
de Cristo en el lugar de trabajo, la escuela, y espacio público, etc.? ¿Qué
pasa cuanto él nos invita a venir y seguirle a Él y nos detenemos, o vamos en otra dirección?
Él nos invita a unirnos a Él en lo que
Él esta haciendo pero nosotros no le seguimos a Él en fe.
Dios no nos compara con Pedro o
Judas, sino a Su Hijo que fue obediente hasta la muerte. Nosotros no estamos a la altura de Su obediencia.
Sólo hay una persona que puede hacer
expiación por nuestros pecados, y este es Jesucristo. Sólo Su sangre derramada
hará la expiación por nuestros pecados y nos liberará de nuestra culpa. No hay
ninguna esperanza para nosotros si la sangre de Jesucristo no nos lava de todos
nuestros pecados. En la muerte de Jesús hay salvación para todos los que llaman
a Su nombre. ¿Qué puede quitar mi pecado? "Nada, más que la sangre de
Jesucristo.¨
Judas le dio la espalda a Jesús que
era su única esperanza.
Pedro se arrepintió y se volvió a
Jesús y encontró esperanza.
Nosotros hacemos bien al escuchar las
palabras de Pedro y de aprender de su experiencia “Por lo cual, hermanos, tanto
más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas
cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y
generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2
Pedro 1:10-11).
ORACIÓN
Señor, cuando Pedro habla, iluminado por la
revelación del Padre, te reconoce como Cristo, Hijo de Dios vivo. En cambio,
cuando se fía de su razón y de su buena voluntad, se transforma en obstáculo
para tu misión. La presunción le lleva a renegar de ti, su Maestro; en cambio,
el arrepentimiento humilde lo confirma como la roca sobre la cual tú edificas
tu Iglesia. La decisión de confiar la continuación de la obra de la salvación a
hombres débiles y vulnerables manifiesta tu sabiduría y poder.
Señor, protege a los hombres que has elegido, para
que las puertas del infierno no prevalezcan sobre tus siervos.
Dirige tu mirada sobre todos nosotros, como hiciste
aquella noche con Pedro, después del canto del gallo.
ORACIÓN
Señor, yo también, como Pedro, te
niego en tantas ocasiones... en lo importante y en lo más cotidiano. Cuando las
cosas se hacen más cuesta arriba, me olvido de las promesas, de esos momentos
en que te he dicho que no te abandonarla. Y porque conozco mi debilidad, te
pido, Señor, ser humilde en mis palabras y en mis acciones: que me fie de Ti
más que de mí.
más que de mí.