Jesús del Soberano Poder ante Caifas
Hermandad de San Gonzalo (Sevilla)
Tercera estación del Vía Crucis que estamos recorriendo en Pasión Dombenitense: Los judíos principales buscan cómo deshacerse de Jesús y ahora se les presenta la ocasión propicia. No quieren dejarla pasar, por eso le acusan injustamente y de noche le condenan.
Del Evangelio según san Marcos 14, 55.61-62.64
Los sumos
sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para
condenarlo a muerte, y no lo encontraban. El sumo sacerdote lo interrogó
preguntándole: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?». Jesús contestó:
«Sí lo soy». Y todos lo declararon reo de muerte.
Del Evangelio según San Mateo
26,59-67
Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso
testimonio contra Jesús para darle muerte; pero no lo encontraban a pesar de
los muchos falsos testigos presentados. Por último, se presentaron dos que
declararon: Este dijo: Yo puedo destruir el Templo de Dios y edificarlo de
nuevo en tres días. Y, levantándose, el Sumo Sacerdote le dijo: ¿Nada
respondes? ¿Qué es lo que éstos testifican contra ti? Pero Jesús permanecía en
silencio. Entonces el Sumo Sacerdote le dijo: Te conjuro por Dios vivo a que
nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: Tú lo has
dicho. Además os digo que en adelante veréis al Hijo del Hombre sentado a la
diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha
blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ya lo veis, acabáis de oír
la blasfemia: ¿Qué os parece? Ellos contestaron: Es reo de muerte.
(cf Mc 14,53-65; Lc 22,54-55. 63-71; Jn 18,12-14. 19-24).
COMENTARIO
En estas horas turbias y oscuras van a condenar a muerte al Señor. Quieren matarle, y han amañado el juicio. Lo de menos es si aquel hombre es o no inocente; ellos sólo reparan en que Jesús va contra sus intereses. Y aunque la Ley prohibía juzgar de noche, y sin o'r la defensa del reo, no se detienen ante nada: convocan el Sanedrín. No les importa la verdad. Por eso, Jesús calla. Y ahora, que lo vemos frente a sus acusadores, llenos de envidia y de odio, nos conmueve todavía más ese silencio del Señor ante la acusación injusta. Nosotros, que tantas veces buscamos quedar bien, porque la verdad resulta tantas veces incómoda, sentimos el reproche de ese silencio.
ORACIÓN
Señor, el Sanedrín, los "buenos", los representantes de Dios, te condenan. Ayúdame, Señor, a ser siempre comprensivo con los demás; que nunca les juzgue y menos ano les condene. No permitas que se introduzca en mi corazón, el cáncer de la envidia. Que vea a todos con tus mismos ojos, y sepa corresponder a tantas maravillas de amor.
MEDITACIÓN
El Sanedrín era la corte de justicia del pueblo de Dios. Ahora, esta corte condena a Cristo, el Hijo de Dios bendito, y lo juzga reo de muerte.
El inocente es condenado «porque ha blasfemado»,
declaran los jueces rasgándose las vestiduras. Pero nosotros sabemos por el
evangelista que lo hicieron por envidia y odio.
San Juan dice que, en el fondo, el sumo sacerdote
habló en nombre de Dios: únicamente dejando condenar a su Hijo inocente, Dios
Padre pudo salvar a sus hermanos culpables.
A lo largo de los siglos, multitud de inocentes han
sido condenados a sufrimientos atroces. Hay quien clama justicia, pero son
ellos, los inocentes, quienes expían los pecados del mundo, en comunión con
Cristo, el Inocente.
Jesús es condenado. ¿Por qué? ¿Es que había hecho
algo malo?...
Nos enseñó a amar, y nosotros lo despreciamos. Nos
enseñó a perdonar, y nosotros lo condenamos.
Pero es que cuesta tanto amar plenamente y sin
excusas. Es que cuesta tanto perdonar a los que nos humillan, a los que nos
hacen sufrir...
¿Qué enseñanzas son ésas? Tú rompiste las cadenas que nos ataban, nos enseñaste que el mejor camino de libertad eres Tú, que la mejor forma de vivir es desde la caridad.
Pero... siempre hay un pero. Nuestra comodidad y
nuestra vanidad de creermos poseedores de la verdad
Lo teníamos delante de nuestros ojos y no nos ardía
el corazón. Lo seguimos teniendo con nosotros v todavía te condenamos, no a
muerte. sino a una condena peor: a la indiferencia, al olvido. Tu mensaje sigue
vivo y tu palabra permanece. ¿Dónde están nuestros oídos?... ¿Y nuestras
manos?... ¿Camina nuestro corazón hacia Ti?...
Somos pequeños y necesitamos de tu amor. Que nuestra respuesta a Ti sea también de amor sin límites todos y cada uno de los días de nuestra vida.
El hecho que en definitiva precipitó la situación y llevó a la decisión
de dar muerte a Jesús fue la resurrección de Lázaro en Betania. El
Evangelio de Juan nos hace saber que en la siguiente reunión del
sanedrín se constató: “Este hombre realiza muchos signos. Si le dejamos
que siga así todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán
nuestro lugar santo y nuestra nación”. Ante estas previsiones y temores
Caifás, Sumo Sacerdote, se pronunció con esta sentencia: “Conviene que
muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación.” (Jn 1,
47-50). El Evangelista añade: “Esto no lo dijo de su propia cuenta, sino
que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir
por la nación, y no sólo por la nación sino para reunir en uno a los
hijos de Dios que estaban dispersos”. Y concluye: “Desde este día,
decidieron darle muerte” (Jn 11, 51-53).
EL PAPEL DE CAIFAS
En el año 18 d.C. Caifás fue nombrado Sumo Sacerdote por el procurador romano de Judea Valerio Grato, sustituyendo a Simón ben Camithus. Casado con la hija del ex Sumo Sacerdote Anás, se mantuvo como máxima autoridad religiosa judía durante toda la administración de Poncio Pilato, sucesor de Grato, ocupando el cargo durante dieciocho años. En el año 36 fue destituido por el procurador Vitelio.
Su papel en la Pasión de Jesucristo
Como saduceo, Caifás no creía en la resurrección de los muertos, al contrario que los fariseos. Según el Evangelio de San Juan, las noticias sobre una supuesta resurrección de Lázaro realizada por Jesús alarmaron a los Sumos Sacerdotes, hasta el punto de que el Sanedrín (tribunal supremo de los judíos) se reunió en una sesión extraordinaria, para decidir lo que harían con Jesús. La reunión estuvo presidida por Caifás, en calidad de Sumo Sacerdote en funciones. No obstante, su suegro Anás, que mantenía una gran autoridad dentro del tribunal, influyó notablemente en la resolución del caso. De esta reunión salió la famosa frase de Caifás que plasma su pensamiento sobre Jesús: "... conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación".
Al anochecer, después de que Jesús fue arrestado, fue llevado a la casa de Anás donde fue detenido, interrogado y golpeado. Anás se lo entregó a Caifás, pero Caifás no tenía autoridad para ordenar pena de muerte a nadie, por tanto llevó a Jesús ante Pilatos, gobernante romano en Judea, para que decidiera su suerte (Mateo 27:2).
Los romanos no realizaban ejecuciones basadas en transgresiones a la ley judía, por tanto el cargo de blasfemia no tenía validez para Pilatos. Pilatos, al saber que Jesús era de Galilea, jurisdicción de Herodes Antipas, lo remitió a Herodes, que en aquellos días estaba en Jerusalén (Lucas 23:7). Pilatos habría deseado que Herodes Antipas se encargara del caso, mientras que el Sanedrín habría deseado que Pilatos se decidiera por la ejecución de Jesús. Herodes con sus soldados menospreció a Jesús y se burló de él vistiéndolo con una ropa espléndida como de reyes; y se lo regresó a Pilatos (Lucas 23:6-12).
La posición de Caifás era establecer que Jesús era culpable no solo de blasfemia sino de proclamarse el Mesías que podría ser entendido como el retorno del rey David. Esto habría sido un acto de sedición que podría merecer la pena de muerte por parte del Romano.
El argumento de rebelión y sedición que presentó Caifás no le dio resultado ya que Pilatos no lo encontró culpable, a pesar de que Caifás afirmó que el pueblo de Judea no tenía más emperador que el César Romano. Pilatos, en cambio, deja que la muchedumbre decida la suerte de Jesús dándoles a escoger entre liberar a un preso de nombre Barrabás o liberar a Jesús. La muchedumbre animada por los sacerdotes escogen la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús (Mateo 27:15-26).
EL PAPEL DE CAIFAS
En el año 18 d.C. Caifás fue nombrado Sumo Sacerdote por el procurador romano de Judea Valerio Grato, sustituyendo a Simón ben Camithus. Casado con la hija del ex Sumo Sacerdote Anás, se mantuvo como máxima autoridad religiosa judía durante toda la administración de Poncio Pilato, sucesor de Grato, ocupando el cargo durante dieciocho años. En el año 36 fue destituido por el procurador Vitelio.
Su papel en la Pasión de Jesucristo
Como saduceo, Caifás no creía en la resurrección de los muertos, al contrario que los fariseos. Según el Evangelio de San Juan, las noticias sobre una supuesta resurrección de Lázaro realizada por Jesús alarmaron a los Sumos Sacerdotes, hasta el punto de que el Sanedrín (tribunal supremo de los judíos) se reunió en una sesión extraordinaria, para decidir lo que harían con Jesús. La reunión estuvo presidida por Caifás, en calidad de Sumo Sacerdote en funciones. No obstante, su suegro Anás, que mantenía una gran autoridad dentro del tribunal, influyó notablemente en la resolución del caso. De esta reunión salió la famosa frase de Caifás que plasma su pensamiento sobre Jesús: "... conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación".
Al anochecer, después de que Jesús fue arrestado, fue llevado a la casa de Anás donde fue detenido, interrogado y golpeado. Anás se lo entregó a Caifás, pero Caifás no tenía autoridad para ordenar pena de muerte a nadie, por tanto llevó a Jesús ante Pilatos, gobernante romano en Judea, para que decidiera su suerte (Mateo 27:2).
Los romanos no realizaban ejecuciones basadas en transgresiones a la ley judía, por tanto el cargo de blasfemia no tenía validez para Pilatos. Pilatos, al saber que Jesús era de Galilea, jurisdicción de Herodes Antipas, lo remitió a Herodes, que en aquellos días estaba en Jerusalén (Lucas 23:7). Pilatos habría deseado que Herodes Antipas se encargara del caso, mientras que el Sanedrín habría deseado que Pilatos se decidiera por la ejecución de Jesús. Herodes con sus soldados menospreció a Jesús y se burló de él vistiéndolo con una ropa espléndida como de reyes; y se lo regresó a Pilatos (Lucas 23:6-12).
La posición de Caifás era establecer que Jesús era culpable no solo de blasfemia sino de proclamarse el Mesías que podría ser entendido como el retorno del rey David. Esto habría sido un acto de sedición que podría merecer la pena de muerte por parte del Romano.
El argumento de rebelión y sedición que presentó Caifás no le dio resultado ya que Pilatos no lo encontró culpable, a pesar de que Caifás afirmó que el pueblo de Judea no tenía más emperador que el César Romano. Pilatos, en cambio, deja que la muchedumbre decida la suerte de Jesús dándoles a escoger entre liberar a un preso de nombre Barrabás o liberar a Jesús. La muchedumbre animada por los sacerdotes escogen la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús (Mateo 27:15-26).
ORACIÓN
Jesús, tú no te
preocupas de hacer brillar tu inocencia, sólo has procurado volver a dar al
hombre la justicia que perdió por el pecado.
Éramos tus
enemigos; no había modo de cambiar nuestra condición. Tú te hiciste condenar
para darnos el perdón. Salvador, no dejes que caigamos en la condenación en el
último día.