El Ángelus, devoción de origen
franciscano, que para el Diccionario de la Real Academia Española es «Oración
en honor del misterio de la Encarnación», hace una síntesis admirable del
mismo, de las personas que intervienen en tan gran acontecimiento y de la
misión o actitud de cada una de ellas, con palabras tomadas del mismo
Evangelio. En su extremada brevedad, ofrece materia sólida a la vez que
asequible para la meditación cotidiana del creyente. San Lucas refiere que el
ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a
una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre
de la virgen era María. El ángel le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo.» Luego añadió: «No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto
que no conozco varón?» El ángel le aclaró: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será
santo y será llamado Hijo de Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra.» Días después, María fue a casa de Zacarías y
saludó a Isabel, la cual exclamó: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu seno» (cf. Lc 1,26ss). A modo de conclusión, San Juan añade en el
prólogo de su Evangelio: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros»
(Jn 1,14).
V. El Ángel
del Señor anunció a María.
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V. He aquí
la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.
R. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V. Y el
Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.
R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V. Ruega por
nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
Oremos:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Durante el tiempo pascual, en lugar del Ángelus,
se dice el Regina coeli:
REGINA COELI
V. Reina del
cielo, alégrate.
R. Aleluya.
R. Aleluya.
V. Porque el
Señor, a quien mereciste llevar.
R. Aleluya.
R. Aleluya.
V. Ha resucitado,
como lo había dicho.
R. Aleluya.
R. Aleluya.
V. Ruega al
Señor por nosotros.
R. Aleluya.
R. Aleluya.
V. Goza y
alégrate, Virgen María. Aleluya.
R. Porque verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R. Porque verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
El toque y el rezo del Ángelus no
existían en tiempo de San Francisco ni fue el Santo quien introdujo esta
devoción en la Iglesia, aunque la espiritualidad y piedad que él practicaba y
enseñaba era un terreno bien abonado para que florecieran prácticas piadosas
como ésta; véanse, por ejemplo, sus Cartas a los Custodios (1CtaCus 8, y
2CtaCus 6) y su Carta a las Autoridades (CtaA 7), donde puede apreciarse un
reflejo de la costumbre musulmana de convocar al pueblo a la oración mediante
el pregón del muecín desde el alminar de las mezquitas, costumbre que Francisco
observó en su viaje a Oriente. Por cuanto se sabe, fue Fr. Benito de Arezzo
quien, hacia el año 1250, introdujo en el convento de Arezzo el Ángelus,
haciendo cantar o recitar, a la caída de la tarde, la antífona El Ángel
habló a María (Ángelus locutus est Mariae) mientras sonaban las campanas.
El Capítulo general celebrado en Asís en 1269, y presidido por San
Buenaventura, estableció que los hermanos exhortaran al pueblo a saludar a la
Virgen con las palabras del Ángel cuando al atardecer sonara la campana de
completas; posteriormente, ya en el siglo XIV, se introdujo el toque y el rezo
del Ángelus por la mañana, y luego también al mediodía (cf. Waddingo, Annales Minorum, a.
1269, vol. IV, pág. 331; A. G. Little,
en Archivum Franciscanum Historicum 7, 1914, p. 679 y nota 2, con la
bibliografía allí citada).
SIGNIFICADO DE LA DEVOCIÓN CATÓLICA
El Ángelus
es una devoción católica en recuerdo de la Anunciación y Encarnación del Verbo.
Toma su nombre de sus primeras palabras en la versión latina, Angelus Domini
nuntiavit Mariæ. Consta de tres textos que resumen el misterio. Se recitan
de manera alternante un versículo y la respuesta. Entre cada uno de los tres
textos se recita el Ave María Es una oración diaria en la Iglesia Católica.
La redacción del Ángelus es atribuida por algunos
al Papa Urbano II y por otros al Papa Juan XXII. La costumbre que existe de
recitarla tres veces al día se le atribuye al rey francés Luis XI, quien en
1472 ordenó que fuera recitado tres veces al día.
Al momento de rezar el Ángelus se le llama también la
hora del ave maría.
La fiesta de la Encarnación se celebra el 25 de
marzo. Nueve meses antes de la Navidad.
Durante el tiempo pascual, en lugar del Ángelus, se
reza el Regina Coeli
El Papa cada domingo reza el Ángelus, sin importar
donde este. Usualmente desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico
Vaticano
En España algunas emisoras católicas, como la COPE,
Radio María y Radio Estel, emiten el Ángelus a las 12 de la mañana.
Intereconomía TV también emite el ángelus.
El Ángelus se reza a las 6 de la
mañana, a las 12 (mediodía) y a las 6 de la tarde. La costumbre de rezar en
estos tres momentos de la jornada es muy antigua (en el judaísmo, se recitaba
dos veces al día la profesión de fe conocida como Shemá Israel (escucha
Israel), posiblemente a causa del texto del Deuteronomio 6, 7 y 11, 19: "Repetirás estas palabras (de la Ley) a tus hijos, las dirás lo mismo en casa que cuando
vayas de camino, cuando te acuestes y cuando te levantes". No
es una mera plegaria, sino un acto de fe y de reconocimiento al Dios salvador
que se ha manifestado en los acontecimientos de la historia. Es como el credo
israelita, y formaba parte de la liturgia oficial del Templo y de la vida
privada).
La costumbre de contemplar el anuncio del ángel Gabriel a María de Nazaret influyó en las comunidades cristianas de los primeros siglos en la comprensión del misterio de la encarnación. Dan fe de ello las aportaciones de los Padres de la Iglesia, tanto orientales como occidentales.
En el siglo XVI se introdujo la
costumbre de separar las tres Ave María con tres versículos, tal como se hace
ahora en el rezo del Ángelus. Esta fórmula está documentada por primera vez en
un catecismo impreso en Venecia en 1560.
El Papa Pío V hizo insertar en 1571
esta misma fórmula en el Oficio de la Virgen, aprobado por él, introduciéndola
bajo el título "Ejercicio cotidiano". La fórmula adquiría así un
carácter oficial.
La oficialidad del Ángelus, si es lícito hablar así, recibe una confirmación definitiva en el Ceremonial editado en 1600 por orden de Clemente VIII.
La oficialidad del Ángelus, si es lícito hablar así, recibe una confirmación definitiva en el Ceremonial editado en 1600 por orden de Clemente VIII.
A finales del siglo XVII en Francia
se rezaba en todas las iglesias:
"no hay familia cristiana que no
rece el Ángelus cuando oye tocar las campanas. Creo que no hay necesidad de
exhortar a los cristianos para que lo recen, ya que esta práctica está bien
establecida y observada en todas partes". (Bocquillot).
El triunfo definitivo y universal del
Ángelus se logró cuando Benedicto XIII, el 14 de septiembre de 1724, con el
breve Iniunctae nobis, concedía cien días de indulgencia por cada vez que se
rezara y una plenaria al mes al que lo rezase diariamente de rodillas por la
mañana, a mediodía y por la tarde al toque de las campanas. Exhortando a pedir
al Señor por la paz y la concordia entre los príncipes cristianos y la
liberación de las herejías.
Benedicto XIV estableció el 20 de
abril de 1742 que durante el tiempo pascual se sustituyese el Ángelus por la
antífona: Regina caeli laetare.
Finalmente, Pío VII en 1815, añadió
al Ángelus tres “glorias al Padre...” en acción de gracias por los dones
copiosamente otorgados por la Santísima Trinidad a la Virgen, particularmente
por su gloriosa Asunción a los cielos.
Pio XII
Pío XII favoreció la práctica del Ángelus al mediodía, rezándolo él mismo con sus visitantes peregrinos. El mismo Pío XII, al inaugurar la Radio Vaticana el 11 de febrero de 1958, con el rezo del Ángelus a mediodía, volvía a proponer esta oración a los fieles.
Tras esto, el Papa Juan XXIII, cuando
empezó a impartir la bendición apostólica los días de fiesta, decidió colocar
antes de la bendición la oración del Ángelus, uso que adoptaron luego sus
sucesores, hasta que se hizo una de las citas de oración tradicionales del
obispo de Roma con los fieles romanos y peregrinos.
En la exhortación apostólica "Marianis cultus", de Pablo VI
(1974 exhorta a "mantener la
costumbre de este rezo, donde y cuando sea posible” Entre sus
características se señalan: "Su
estructura sencilla, su carácter bíblico, su ritmo casi litúrgico que santifica
momentos diversos de la jornada, su apertura al misterio pascual, por lo que,
mientras conmemoramos la encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser conducidos
por su Pasión y su Cruz a la gloria de la Resurrección" (n.
41).
Por último Benedicto XVI ha incluido
al final del rezo la fórmula del eterno reposo para ofrecer esa oración en
sufragio de las ánimas benditas del purgatorio (indulgencia parcial, aplicable
solamente a las almas del purgatorio).
Cuando el Papa Pablo VI repasó en su
magnífica Exhortación Apostólica “El
Culto de María”, las devociones de la Iglesia a la Virgen, al
llegar al Ángelus dijo sin más: “Que se
conserve tal y como está porque es una plegaria perfecta”.
Los tres momentos de rezar el Ángelus
han sido tradicionalmente avisados con el toque de la campana en los pueblos
cristianos.
Al amanecer, al mediodía y al ponerse el sol, tocaba la campana, y toda la comunidad cristiana entendía: -¡es la hora de rezar a la Virgen!... El Ángel del Señor anunció a María…
Todos interrumpían el trabajo, todos
rezaban las tres Avemarías, todos tenían un recuerdo cariñoso para sus
difuntos, todos oxigenaban el alma con la oración más tierna a la Madre del
Cielo.
El mundo se paraba a las doce para alabar a la Virgen, para alabar a Nuestra Reina, en el mayor homenaje que le hacen juntos, hombres y ángeles.
Anochece. El
esposo y la esposa han pasado el día trabajando en el campo. Y al oír la
invitación de la campana, interrumpen la faena, azadón en mano y canasto en
tierra, con los ojos hacia el suelo, rezan y quedan sumidos en profunda
oración.
Recuerdan
a un San Carlos Borromeo, que al oír la invitación de la campana como si
viniera del cielo, se bajaba de la cabalgadura, estuviera donde fuese, y se
arrodillaba aunque fuese sobre el fango.
¿Por qué no dedicar un par de minutos
a contemplar el misterio más profundo de nuestra fe, como es la acción de la
Santísima Trinidad, que, por María, nos manda la salvación al mundo?
Porque esto y no otra cosa es el rezo
del Ángelus,
Vemos al Padre enviando al Hijo, al Hijo encarnándose, al Espíritu Santo, pues todo esto es obra Suya, vemos a La Virgen María, ofreciéndose en todo a la Trinidad.
Todo esto tan grandioso, se capta de un vistazo en el Ángelus.
Merece la pena gastar dos minutos en
el rezo del Ángelus, porque esos minutos ofrecidos a María, no se pierden, sino
que acaban a los pies de Dios.
Dice Bruno Forte: “El ser humano que se detiene, y tiene tiempo para Dios, es la respuesta adecuada ante el Dios que tiene tiempo para el ser humano”.