Según el diccionario
español define a este término como: Natural de Nazaret, penitente típico de las
procesiones, Miembros de una cofradía que componen el cortejo procesional portando
cirios o insignias, vestidos con túnicas y cubiertos por el capirote y antifaz.
Entre otros significados.
Pero para aquel que
ha decidido voluntariamente ser nazareno y formar parte de su Hermandad, el
significado de ser nazareno no puede limitarse a los presentados anteriormente,
ser nazareno es un cuestión espiritual y personal, es el deseo que nace en el
interior de las personas que quieren transformar su vida tomando como ejemplo
las enseñanzas dejadas por el maestro y señor Jesucristo.
Ser nazareno es
imitar a Cristo, en todo sentido, en la intimidad, en casa, en el lugar de estudio,
en el trabajo, en la calle, con los amigos y familiares, en todo momento,
tiempo y lugar. Pero para poder imitar a Jesucristo debemos primero conocerlo,
apoyándonos en la sagrada escritura, en las predicaciones de las eucaristías,
en conversaciones Cristianas con miembros de nuestra iglesia católica, en la
oración personal, en mi prójimo, en la naturaleza, en estos elementos y otros
más de nuestra vida encontramos y conocemos a Jesús. En la historia, los
primeros penitentes descritos en la Biblia y otros libros, se caracterizaban
por usar sobre sus cuerpos pieles de animales y ropas en estado de descomposición,
como señal de su sentimiento de arrepentimiento, de mortificación y de sacrificio
para su humanidad.
Actualmente el
hermano nazareno es una persona que acepta los sacrificios y asume con
responsabilidad sus compromisos cristianos, personales y familiares, por encima
de su orgullo personal esta la humildad que caracterizo a Jesús de Nazaret,
esta humildad le permite amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como
así mismo, asumir con amor los sacrificios cotidianos de la vida, en pocas
palabras, el hermano nazareno para seguir fielmente a Cristo debe negarse a si mismo
y cargar la cruz de cada día.
En conclusión, ser
nazareno es aceptar incondicionalmente a Jesucristo, permitirle vivir en nuestro
corazón, en nuestra mente y palabras, amarle, obedecerle, seguirle cada día con
mayor fortaleza, hablarle diariamente por medio de la oración, alimentarse de
él participando en la comunión en las misas y reconocerle en nuestro hermano
cercano.
Los nazarenos
de la Semana Santa –penitentes o
vestas según el uso lingüístico
en distintas regiones españolas– son los hermanos de las respectivas
corporaciones penitenciales que vistiendo el hábito de ordenanzas acompañan,
durante la Procesión de Penitencia de la hermandad a la que pertenecen, a las
imágenes titulares de la misma entronizadas en pasos o tronos como se denominan
en Málaga.
El origen de su vestimenta viene dado desde hace
siglos por la estética creada por la Hermandad de El Silencio (Sevilla).
Son identificados en la mayoría de los casos por
sus vestiduras (de ahí el nombre vestas
dado en el levante español), va ataviado de capirote o capuz, túnica y capa
(cada región posee su propio nombre significando lo mismo), distinguiéndose de
una cofradía o hermandad a otra por diversas características, ya sea el color, emblema
que identifica a cada grupo, aunque no se da en todos los casos, hay quien va
vestido de traje y forma parte de la comitiva. En ocasiones, la capa es
sustituida en algunas hermandades por una cola, que suele ser recogida en un cíngulo
o en un cinturón de esparto, para que no arrastre.
La forma cónica de los capirotes de los nazarenos
evoca un acercamiento del penitente al cielo, interpretado por muchos
cristianos como lugar de salvación. Este valor simbólico es análogo al que
tienen los cipreses, árboles de copa puntiaguda, en los cementerios cristianos,
que acercan al difunto al cielo, lugar en el que según algunas creencias se
desarrolla la vida tras la muerte.
Entre los mismos nazarenos también existen
diferencias, algunos van descalzos haciendo así más dura su penitencia, otros
portan cruces, están los que llevan diversos elementos representativos de la
hermandad, objetos musicales, incensarios, etc.
Según la terminología de la semana santa Sevillana
los términos nazareno y penitente no son sinónimos. En esta
ciudad se llama nazarenos a los
cofrades que vistiendo el hábito de reglas acompañan a los pasos bien portando
cirios, bien alguna de las insignias de la hermandad. Los nazarenos sevillanos
se distinguen por llevar siempre (salvo que actúen como manigueteros o porten
un estandarte especialmente voluminoso o pesado) el capirote armado, es decir,
enhiesto merced al soporte que le presta en su interior un cono de material
rígido. Por su parte, los penitentes
en la terminología sevillana son igualmente cofrades que visten el hábito de
reglas en la estación de penitencia, pero cuya participación en la misma se
define por portar una o varias cruces (en este caso unidas entre sí) tras uno
de los pasos de la cofradía. Los penitentes
se distinguen además de los nazarenos
por llevar siempre el capirote sin armar, de modo que se deja caer a la espalda
la parte cónica del mismo destinada en los nazarenos a ir enhiesta sobre la
cabeza.
TIPOLOGÍA
Se pueden diferenciar varios tipos de nazareno
según el servicio que prestan en la procesión de penitencia de una hermandad:
Nazareno en fila
Nazareno con Cruz
- Nazareno de fila: Los que integran las filas de nazarenos sin función especial más allá de la propia penitencia. Se dividen en tramos y están sujetos a las órdenes de los hermanos de cetro, palermos o celadores de tramo. Cuando portan cirios se les llama también nazarenos de luz.
- Nazareno con cruz ("penitente" según la terminología sevillana): Se sitúan tras el paso de Cristo o misterio y portan cruces penitenciales normalmente de madera. Llevan el capirote sin armar o capillo rebajado.
- Nazareno portador de atributos o insignias: Aquellos que portan enseres de la cofradía o hermandad (estandartes, libro de reglas, bocinas, etc.)
- Manigueteros: en los pasos portados desde dentro, son los nazarenos que se sitúan en las cuatro esquinas de los mismos, asiéndose con una mano (mientras el paso está en marcha) a la manigueta. Las maniguetas son elementos decorativos en forma de remates de varal colocados a la altura del respiradero; son un resto de los varales con los que los hermanos portaban el paso a andas, es decir desde fuera, hasta que a mediados del s. XIX en muchos lugares se abandona esta costumbre. Los manigueteros, pues, constituyen un recuerdo de los anderos u horquilleros —hermanos que portan el paso desde fuera vistiendo el hábito de reglas.
- Guardamantos: son los nazarenos que se sitúan inmediatamete detrás de un paso de palio para proteger la integridad del manto de la dolorosa —la pieza más delicada y valiosa de un paso que queda al alcance de posibles daños (intencionados o accidentales).
Tomo como propia una reflexión crítica que leí hace poco en este Blog: http://elcontraguia.blogspot.com. Es de lo que algunos interpretan lo que es una túnica que tapa otras intenciones, y que mas bien se asemeja a un disfraz de carnaval, donde mas que penitentes, bien podrían ser "capiroteros":
Se trata de individuos que pasan por alto lo que significa ser nazareno,
que confunden el carácter extrovertido, abierto y en ocasiones fiestero
de esta tierra con un carnaval con doce meses de duración. Personajes
que no deberían tener cabida en nuestras hermandades, ya que se quedan
en lo meramente folclórico, olvidando que lo que realizan desde que se
ponen la túnica hasta que se la quitan no es un desfile, sino una
estación de penitencia.
De hecho, así viene expresado claramente en todos y cada uno de los
libros de reglas de nuestras cofradías, que indican que el camino hacia
la iglesia debe hacerse en silencio y por el camino más corto, algo que
debe repetirse en el regreso a casa. Durante el recorrido con la
cofradía, las premisas siguen siendo idénticas, contando con los
diputados de tramos para salvaguardarlas, aunque dependiendo del
carácter de la corporación y su recorrido sus exigencias serán menores o
mayores. Sin embargo, en ningún caso dan manga ancha para que se haga
lo que se quiera, para las continuas idas y venidas a las filas del
cortejo o los avituallamientos en bares y tiendas de comestibles. La
estación de penitencia se define como un momento de reflexión y oración,
por lo que cualquier interpretación que se desvíe de ello resulta
completamente errónea.
Y ese es el principal problema que acusa nuestra Semana Santa. Para
muchos, salir de nazarenos es un acto social más de los muchos que
tienen lugar en esta ciudad. En muchas ocasiones, nada tiene que ver con
la devoción o el recogimiento que se le presuponen, sino como una
experiencia más. Así, vemos como cofradías con un número amplio de
nazarenos ven cómo su cortejo se reduce ostensiblemente en ciertas horas
y que no son todos los que salen los que regresan a casa cuando entra
el palio. Es triste ver cómo importa más vestir una túnica que respetar
su significado, cómo la rectitud en sus filas de hermandades como El
Silencio o El Gran Poder son como oasis en pleno desierto.
En una Semana Santa marcada por la masificación a todos los niveles, nos
volvemos acríticos y hacemos las cosas por hacerlas, sin ver lo positivo
o lo negativo de cómo se hacen. Además, reproducimos en la educación de
nuestros descendientes esos patrones distorsionados que se reproducirán
una y otra vez en el futuro. Cabría preguntarse si vestimos al niño
para hacerle la foto o para que recoja la esencia de nuestra fiesta. ¿Le
enseñamos a diferenciar entre vestirse de nazareno y de flamenco más
allá de los atuendos? Sería la deseable, sobre todo para perpetuar una
tradición que se ve amenazada por aquellos que no la entienden bien y se
amparan, sobremanera, en la permisividad de una ciudad donde todo cabe.
Si esto lo trasladamos a la ciudad de Don Benito, cada uno podría sacar sus propias reflexiones, pero lo dejamos para otra entrada de Blog........
Si esto lo trasladamos a la ciudad de Don Benito, cada uno podría sacar sus propias reflexiones, pero lo dejamos para otra entrada de Blog........