sábado, 9 de febrero de 2013

LA BATALLA DE DON CARNAL Y DOÑA CUARESMA



 
                                          
                                       EL COMBATE DE DON CARNAL Y DOÑA CUARESMA                                  
Pieter Brueghel el Viejo, 1559. Óleo sobre tabla. Renacimiento


Ocurre cada año como paso previo a ese mágico período de 40 días, que constituye el momento cumbre de los cofrades. Si bien es cierto, que algunos mantienen ese disfraz cuando llega nuestra semana de pasión, escenificando el poco valor que dan a su túnica o hábito de penitente, que mas bien parecería el envoltorio de otras devociones alejadas de las propias de estos menesteres. Cuando no somos capaces de ganar esa batalla, prolongamos lo lúdico y lo festivo más allá de estas carnestolendas, y damos pie a la falta de fe y verdadera preparación de la Pascua de Resurrección.

Con este nombre se define el conjunto de los tres días que preceden al Miércoles de Ceniza, es decir a la Cuaresma, en los que se produce una celebración anual de la vida conocida como Carnaval.

 


En el Libro de Buen Amor, texto medieval español redactado alrededor de 1330, Juan Ruiz Arcipreste de Hita nos habla del significado simbólico de la Pascua y la Cuaresma a partir de una simpática alegoría: don Carnal, hombre mundano y amante de los placeres, es retado por doña Cuaresma a sostener una batalla que tendrá lugar al cabo de una semana; el reto ha sido lanzado el jueves anterior al día que hoy conocemos como Miércoles de ceniza.



 

 

Una vez cumplido el plazo, don Carnal y su ejército de bueyes, cerdos, gallinas, becerros y cabras se enfrentan en campo abierto a doña Cuaresma y su legión de vegetales y mariscos. Luego de un día de confrontación más o menos aparejada y de que ambos contrincantes se han retirado a sus respectivas tiendas, don Carnal, fiel a sus excesos, decide celebrar un fastuoso banquete que le produce, tanto a él como a los suyos, una pesadez y un sueño incontrolables. Doña Cuaresma, aprovechando esta inmejorable situación, entra por la noche al cuartel de su enemigo y, sin dificultad alguna, lo somete y lo aprisiona.

Desde el primer día de su vencimiento, el Miércoles de ceniza, el glotón de don Carnal es obligado a confesarse y a hacer penitencia de ayuno y abstinencia, mientras que, doña Cuaresma, triunfante, asea su casa, sus vestidos y su cuerpo y sale a la iglesia a convocar a los feligreses católicos para que participen en los ritos religiosos correspondientes:
“dízeles que se conoscan e que les venga emiente / que son çeniza e tal tornarán ciertamente”. Don Carnal, por su parte, es sometido por un sacerdote a una dieta a base, entre otras delicias, de lechugas, lentejas y alcachofas.

 
  
Trascurridos cuarenta días (la Cuaresma), cuando ya don Carnal comenzaba a estar verdaderamente arrepentido de su anterior forma de vida, un inesperado acceso de salud lo impulsa a burlar a don Ayuno en Domingo de Ramos y a escaparse de su celda; ya en libertad, reúne a sus beligerantes compañeros y decide tomar venganza de doña Cuaresma, quien, juzgando prudentemente la renovada fuerza acopiada por su enemigo, se atavía con su elegante ropa de viaje y, el Viernes Santo, ya muy entrada la noche, huye con dirección a Jerusalén.
 


A la tarde siguiente, el Sábado de Gloria, don Carnal, al lado de su mejor aliado, don Amor, de don Almuerzo y de doña Merienda, entra por la ciudad sobre un carro musical que representa su avasallante victoria. El Domingo de Resurrección, un nuevo aire —un aire de abril—puede respirarse en cada rincón.

DON CARNAL COMO DIOS PAGANO


 


Etimológicamente carnaval proviene de la palabra italiana carnevale que a su vez lo hace del latín carne levare (quitar la carne), en referencia al inicio del ayuno en Cuaresma.  Por su parte carnestolendas lo hace igualmente del latín: dominica ante carne tollendas (el domingo antes de quitar las carnes).

El origen de estas fiestas, según algunos historiadores, podría remontarse hasta el tiempo de egipcios y sumerios hace unos 5.000 años, pero la mayoría opina que está en las antiguas bacanales (en honor del dios Baco), de las saturnales (en honor de Saturno) y de las lupercales (fiestas en honor del dios Pan), es decir celebraciones paganas que el auge posterior del cristianismo no llegó a destruir. A partir de la Edad Media el carnaval fue menos licencioso y a partir del siglo VI cobró gran importancia en Italia, principalmente en Venecia donde alcanzó todo su esplendor.

 

Actualmente el Carnaval se celebra en numerosos lugares, presentando cada uno sus características propias. 

A comienzos de la Edad Media la Iglesia Católica propuso una etimología de carnaval: del latín vulgar carne-levare, que significa 'abandonar la carne' (lo cual justamente era la prescripción obligatoria para todo el pueblo durante todos los viernes de la Cuaresma).

Posteriormente surgió otra etimología que es la que actualmente se maneja en el ámbito popular: la palabra italiana  carnevale, que significaba la época durante la que se podía comer.



Pero a fines del siglo XX varios autores comenzaron a sospechar el origen pagano del nombre. Carna es la diosa Celta de las habas y el tocino. También estaría conectada con fiestas indoeuropeas, dedicadas al dios Karna (que en el Mahabhárata aparece como un ser humano, hermano mayor de los Pándavas, hijo del dios del Sol y la reina Kuntí).

Actualmente el carnaval se ha convertido en una fiesta popular de carácter lúdico. El término «Carnaval» se aplica también a otros tipos de festividades que no están situadas en el tiempo de las carnestolentas (tiempo previo a la cuaresma), pero que comparten elementos similares, tales como los desfiles de las comparsas

La cuaresma es un período de 40 días marcado por la preparación a la celebración de la Pascua y de la Pasión de Jesús. El carnaval nace asociado a la cuaresma. Puesto que durante la cuaresma se habían de suprimir todas las actividades de divertimento, el carnaval constituye una concentración de actividades lúdicas.

Como si se quisiera llegar en tres días a tal saturación de fiesta y diversión, que no se las echara de menos durante los 40 días siguientes. Fue así como se introdujo otra celebración de signo exactamente contrario al de la cuaresma: el carnaval.
Cuando teníamos una sociedad supuestamente creyente y católica al cien por cien, cuando las instituciones civiles juntamente con las instituciones eclesiásticas estaban integradas en una única unidad sociopolítica, tanto el carnaval como la cuaresma conservaban sociológicamente su carácter original, diversión en el carnaval, austeridad en la cuaresma.

A medida que la sociedad se ha secularizado, a medida que la creencia y práctica religiosa no cubre la totalidad completa de la sociedad, sino una parte de ella, el carnaval y la cuaresma se han independizado una de otra.

El carnaval ha quedado como un festejo civil autónomo, igual que la feria, las fallas o los patios cordobeses, si bien con sus características particulares. La cuaresma es vivida por el sector creyente y practicante de la sociedad.

Este hecho sociológico puede ser visto con nostalgia por quienes lamentan el agotamiento de aquel sistema sociopolítico que se denomina la “cristiandad”, o de forma más restringida el “nacional catolicismo”. Sin embargo permite colocar cada cosa en su sitio, darle a cada acontecimiento su propio significado.

El carnaval aun teniendo su origen en la cronología del calendario litúrgico, dadas sus características de jolgorio y diversión, ha podido perdurar en la sociedad secularizada desconectado de sus orígenes.

Por lo que se refiere a la cuaresma, una vez se ha desligado de su vinculación a las estructuras sociopolíticas, puede ser revivida con más cercanía a su sentido espiritual.

La cuaresma, cuarentena, o período de cuarenta días, tiene una evidente relación con el relato evangélico del retiro de Jesús al desierto precisamente durante cuarenta días. A decir verdad el número de 40 tiene un sentido simbólico, más que cronológico. El número de 40 es usado en Biblia con frecuencia para indicar un período de tiempo significativamente prolongado. 

  

Cuarenta días duró el diluvio, cuarenta años tardaron los israelitas en cruzar el desierto del Sinaí al emigrar de Egipto, cuarenta días señaló Jonás para la destrucción de Babilonia. Podemos deducir del relato evangélico que Jesús se retiró al desierto un cierto tiempo, antes de comenzar su actividad pública, y como preparación a ella. Cuánto tiempo exactamente duró este retiro no lo sabemos con precisión.

Hemos heredado la tradición de vincular la cuaresma con privaciones de tipo corporal: el ayuno y la abstinencia, la supresión de festejos ruidosos. Todo ello son respetables tradiciones heredadas. A su vez reducen el alcance de su sentido.

Pudiéramos recordar a este propósito dos mensajes bíblicos.

El primero es el del profeta Isaías y sus críticas a las prácticas penitenciales corporales de sus contemporáneos. A Dios ni le va ni le viene con que os quedéis sin comer, que os pongáis vestidos de tela áspera, o que os cubráis la cabeza con ceniza. Dios lo que quiere es que se socorra a los necesitados, que se proteja a las viudas, se libere a los cautivos, en una palabra, que se practique la justicia.

 


El segundo es el del propio Jesús. El estilo de vida adoptado por Jesús de Nazaret fue muy distinto del adoptado por Juan Bautista. Sus contemporáneos lo advirtieron, y se lo hicieron notar repetidas veces. Llegaron incluso a acusarle públicamente de llevar una vida un tanto disipada, reuniéndose a comer y beber con gente no recomendable. Jesús aceptó los hechos, y justificó su manera de proceder. Lo que mancha al hombre, decía, no es lo que entra por la boca, sino lo que sale del corazón, no las cosas que toca, sino las acciones que hace.

A partir de estos dos mensajes bíblicos reencontramos el auténtico sentido de la cuaresma. No es preciso que esté centrada en la privación de ciertos alimentos o en mortificaciones de tipo corporal, sino en la conversión interior, asumiendo en nuestro proceder los valores y criterios de elección propuestos por el propio Jesús. Es el momento de reexaminar la autenticidad y veracidad de nuestra fe y confianza en lo que él consideró que era la verdad. Y en la medida en que sea necesario, reorientar nuestra vida.

La cuaresma como tiempo litúrgico católico, que generalmente viene después de los carnavales, es un tiempo de preparación para la fiesta más grande del cristianismo, la pascua o resurrección corporal de Jesús, de la cual todos participaremos con nuestros propios cuerpos resucitados.

 

Por ello la cuaresma no trata de remediar los excesos de la carne “carnavalesca”, sino para cuidar más y mejor la totalidad del ser humano, cuerpo (carne), psiquis (razón) y espíritu, y para querer participar con un cuerpo sano, limpio y puro, de la fiesta de la resurrección, sabiendo que estos mismos cuerpos resucitarán, por lo que son nuestros compañeros de camino y debemos presentarlos saludables, alineados, limpios, “elegantes”, ya que tienen tan digno fin.

Desde la misma razón natural esto se nos dicta, y cuando algo trágico sucede comenzamos a hablar de los efectos trágicos de la droga, del alcohol, del desenfreno de los “jóvenes” (y no tan jóvenes).
Muchas veces se da lo ridículo de una sociedad que se dice cristiana y en pleno tiempo de cuaresma continúa con carnavales que poco tienen que ver con el espíritu cristiano.

Recobremos los valores artísticos y culturales de los pueblos, etnias y grupos, y pongámolos de manifiesto en estas fiestas populares para el beneficio, educación y edificación de todos, principalmente quienes son los encargados de la organización, que tienen que ser verdaderos educadores, los que tienen que dar el perfil de lo que se pretende brindar, y tamizar, controlar, regular, observar previamente, las expresiones que se pretenden volcar en la comunidad.


LA VICTORIA DE DOÑA CUARESMA:




El  Miércoles de Ceniza doña Cuaresma ganará  la batalla a Don Carnal.

Y es que el miercoles es el primer día de la Cuaresma en los calendarios litúrgicos católico, protestante y anglicano. Colocando esta fecha cuarenta días antes del inicio de la Semana Santa, es decir, del Domingo de Ramos.

Y es que aquí pensamos que no desencajan tus creencias con la publicación de las creencias de los demas, y que querámoslo o no, tal vez nos han regido a nosotros mismos en algún momento de nuestra vida, y es muy cierto que tienen y han tenido influencia sobre las costumbres de nuestro tiempo.

 

Pasarán por tanto las fechas de los carnavales (Don Carnal) aunque no es el caso de sus fiestas, ya que mientras hace años la quema de la sardina, el besugo, el cachón o lo que sea, siempre se hacía el martes de carnaval, en la actualidad esas simbólicas "quemas", con sus representaciones y fiestas, pasan a realizarse en fechas más propicias para la participación de la gente, como el sabado siguiente. 

A la vista está, ni los carnavales ni la cuaresma son lo que eran, y son muchos los que tampoco quieren que vuelvan a serlo, aunque ciertas cosillas si eran mejor antes.
 


"A Dios lo que es de Dios, y al Cesar lo que es del Cesar", ahora los carnavales son un negocio que necesita prolongarse hasta la cuaresma. Y el que quiera Cuaresma (Doña Cuaresma) pues nadie le quita de quererla y complirla según sus convinciones.

Pero no está de más que recordemos lo que la tradicion católica reserva para el inicio de la cuaresma y lo que ciertamente hizo nacer nuestro querido carnaval, este día, que es para los católicos día de ayuno y abstinencia, igual que el Viernes Santo, se realiza la imposición de la ceniza a los fieles que asisten a misa. Estas cenizas se elaboran a partir de la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año anterior, y son bendecidas y colocadas sobre la cabeza o la frente de los fieles como signo de la caducidad de la condición humana; como signo penitencial, ya usado desde el Antiguo Testamento; y como signo de conversión, que debe ser la nota dominante durante toda la Cuaresma.

 

"Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"

En el rito católico la imposición de la ceniza es realizada por el sacerdote sobre los fieles. El sacerdote puede hacer una cruz con la ceniza en la frente de los fieles o dejar caer un poco de ceniza en su cabeza. La imposición de ceniza es una costumbre que recuerda a los que la practican que algún día vamos a morir y que el cuerpo se va a convertir en polvo.

Es costumbre dejar y no lavar la ceniza hasta que esta desaparezca por sí misma.