Hemos celebrado Santos y Difuntos, pero no podemos dejar de acordarnos de aquellos que están en el último peldaño de acceso a la Gloria, limpiando sus almas para llegar inmaculados al Reino de los Cielos...
El
Purgatorio, en la teología católica y la copta, es un estado transitorio de
purificación y expiación donde, después de la muerte, las personas que han
muerto sin pecado mortal pero que han cometido pecados leves no perdonados o
graves ya perdonados en vida pero sin satisfacción penitencial de parte del
creyente, tienen que purificarse de esas manchas a causa de la pena temporal
contraída para poder acceder a la visión beatífica de Dios.
Debido
a que todo aquel que entra en el Purgatorio terminará entrando al Cielo tarde o
temprano, el purgatorio no es una forma de infierno. Las plegarias a Dios por
los muertos, la celebración de eucaristías y las indulgencias pueden acortar la
estadía de una o varias almas que estén en dicho estado.
El
tipo de penas que se padecen son equivalentes a las del infierno, en el sentido
que se siente la lejanía de Dios, pero no son eternas y purifican porque la
persona no está empedernida en una opción por el mal. Por eso el Purgatorio es
la purificación final de los elegidos, la última etapa de la santificación.
EL PURGATORIO EN LA BIBLIA
La Iglesia Copta Ortodoxa cree que las almas, después de la muerte, esperan el Juicio Final, en un lugar que no es el Paraíso ni tampoco el Hades. La Iglesia Católica recuerda las palabras de Jesucristo referidas en Lucas 12:58-59: “Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».” Se argumenta que si del infierno no se puede salir, debe existir un lugar donde se cancele esa deuda, pues además, hablando de la “Jerusalén Celestial”, el libro Apocalipsis dice: “Nada manchado entrará en ella” (Ap. 21, 27). Luego, con la parábola del funcionario que no quiso perdonar, en Mateo 18:21-35, Jesús compara el Reino de los Cielos con alguien que pide perdón pero niega hacerlo; aun así advierte que el hombre puede cumplir su deuda: “Y tanto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano»”(Mateo 18:34-35). Cabe recordar incluso que Jesucristo enseñó a orar poniendo la condición de ser perdonados, perdonando: “…y perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores;” (Mateo 6:12). Así, como en el Cielo no hay “verdugos” que cobren la deuda, el catolicismo concibe un lugar intermedio donde los salvados purifiquen las deudas pendientes.
Hay además algunos teólogos y místicos que señalan que el purgatorio se vive aquí en la tierra, siendo experimentada la purificación después de la muerte mientras que se vaga como alma en pena. Los vivos no podrían ver a las almas en pena salvo algunas excepciones. En este sentido, alma en pena pareciera corresponder al concepto de fantasma. Al respecto, el Apocalipsis anuncia: “El Anciano me replicó: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero.»” (Apocalipsis 7:14).
El purgatorio en el Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento se refiere al concepto en el libro segundo de los Macabeos (12:45): “Pero él presumía que una hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de ahí que su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mandó pues ofrecer ese sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados”.
Este libro
-como el resto de los Deuterocanónicos- no es aceptado por los protestantes.
Perspectiva copta y católica
La Iglesia Copta también arguye los capítulos 6 a 36 del libro de Enoc donde se describe con detalle el purgatorio.
Entre los
lugares del Antiguo Testamento protestante que la Iglesia Copta y la Iglesia Católica
interpretan como relacionados con la expiación tras la muerte en un purgatorio,
están:
Muchos serán
purificados, emblanquecidos y refinados; los impíos procederán impíamente, y
ninguno de los impíos comprenderá, pero los entendidos comprenderán.
Daniel 12,10
A este tercio
lo meteré en el fuego, lo fundiré como se funde la plata, lo probaré como se
prueba el oro. Él invocará mi nombre, y yo lo oiré. Yo diré: 'Pueblo mío'. Él
dirá: 'Yahveh es mi Dios'.
Libro de Zacarías 13,9
Desde la
perspectiva católica y copta, se piensa que los pasajes anteriores dan a
entender que en el "otro mundo" las almas podrán ser purificadas
(limpiadas) de la mancha de ciertos pecados, ya perdonados en cuanto a culpa;
ese otro mundo no puede ser el infierno, pues en él ya se está condenado;
tampoco el cielo pues nada que tenga mancha entrará ahí, por lo que este lugar
debe ser un estado temporal.
La Iglesia católica nunca ha enseñado que en el purgatorio se
perdonen pecados mortales, sino solo veniales que no mudan al creyente del
estado de gracia habitual o santificante, necesaria para salvarse. Pero
principalmente se enseña que en el purgatorio se realiza la purificación de las
reliquias del pecado.
Perspectiva protestante
Según la
perspectiva protestante no hay purgatorio ni perdón de pecados después de la
muerte, sino que sólo hay dos estados posibles para el alma después de la
separación del alma y el cuerpo: el Cielo para aquellos que tuvieron en vida fe
en el perdón total de los pecados a través del sacrificio de Cristo, y el
infierno para los que no tuvieron fe o la perdieron durante las pruebas de la
vida.
Desde esta
misma perspectiva, no hay pasajes bíblicos que puedan ser interpretados como la
existencia de un estado intermedio entre el cielo y el infierno, tal como el
purgatorio.
La Biblia dice en Hebreos 9:27 : "Y de la manera
que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de
esto el juicio" indicaría, según el protestantismo, que una vez que una
persona muera, inmediatamente irá al cielo o al infierno.
Otra cita del
Nuevo Testamento con que católicos y coptos explican la existencia del
purgatorio es Mateo 12, 31-32:
A cualquiera
que pronuncie alguna palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará, pero el
que hable contra el Espíritu Santo no tendrá perdón ni en este mundo ni en
el venidero
Sin embargo, en
el protestantismo esto se interpreta como un énfasis de Jesús en que no habrá
perdón, no que existen pecados que después de muerto van a ser limpiados.
De acuerdo con
el pensamiento protestante, la idea de purgatorio anula y sustituye el
sacrificio de Cristo, que es completo y eterno. Jesús, como Dios Salvador, realizó
una obra de redención y remisión de pecados completa a través de su sacrificio
en la cruz.
Perspectiva Ortodoxa
Según la
doctrina de la Iglesia
ortodoxa, mientras que en estos últimos siglos algunos niegan el purgatorio o
parece que dudan acerca de él, muchos de los que lo admiten dicen que las almas
son purificadas y que por tanto son liberadas por los sufragios de los fieles,
no mediante penas purificadoras, o por lo menos que estas penas no son
suficientes sin los sufragios en favor de los difuntos.
EL PURGATORIO EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA CATÓLICA
La doctrina del
Purgatorio ha sido una enseñanza constante del Magisterio de la Iglesia.2 Además
de la Biblia, la Iglesia se apoya en la
tradición apostólica para definir una doctrina. En el caso del Purgatorio, el
Catecismo cita a san Gregorio Magno y a san Juan Crisóstomo. Pero hay muchas
citas sobre el purgatorio en los llamados Padres de la Iglesia, tales como San
Gregorio Magno (540–604),3 San Cesáreo de Arlés (470–543),4 Tertuliano
(155-230),5 San Cipriano de Cartago (¿200?-258),6 San Agustín de Hipona
(354-430),7 entre otros.
El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere al Purgatorio o purificación final en los siguintes términos:
Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios.
Catecismo
de la Iglesia
Católica, 1054.
La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia9 y Lyon,10 que refutaron a los griegos orientales: “Las almas que partieron de este mundo en caridad con Dios, con verdadero arrepentimiento de sus pecados, antes de haber satisfecho con verdaderos frutos de penitencia por sus pecados de obra y omisión, son purificadas después de la muerte con las penas del purgatorio”.
Más extensamente fue formulada en el Concilio de Trento que insiste:
Cuiden con suma diligencia que la sana doctrina del Purgatorio, recibida de los santos Padres y sagrados concilios, se enseñe y predique en todas partes, y se crea y conserve por los fieles cristianos; aquellas, empero, que tocan a cierta curiosidad y superstición, o saben a torpe lucro, prohíbanlas como escándalos y piedras de tropiezo para los fieles.
Concilio
de Trento
También se ha hecho referencia al Purgatorio en el último Concilio Ecuménico, el Vaticano II (1962-1965)
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica dedica un par de puntos que resumen esta doctrina:
El
purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque
están seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar
en la eterna bienaventuranza. En virtud de la comunión de los santos, los
fieles que peregrinan aún en la tierra pueden ayudar a las almas del purgatorio
ofreciendo por ellas oraciones de sufragio, en particular el sacrificio de la Eucaristía, pero
también limosnas, indulgencias y obras de penitencia.
Compendio
del Catecismo de la Iglesia
católica, 210-211
La Iglesia católica, usando un lenguaje actual, explica la doctrina del purgatorio en los siguientes términos:
Durante nuestra
vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre
celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos
firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida
de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1 Ts 3, 12 s). Por otra
parte, estamos invitados a «purificarnos de toda mancha de la carne y del
espíritu» (2 Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una
pureza absoluta. Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda
imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto
es lo que enseña la doctrina de la
Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar,
sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de
purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de
la imperfección.
LAS PENAS DEL PURGATORIO
Según la doctrina católica hay una diferencia sustancial entre infierno y purgatorio, y éste no es un infierno temporal. Propiamente hablando, sólo en el infierno se da una verdadera pena de daño, ya que ella es el castigo ultraterreno a la aversión actual de Dios, que no se da en las almas del purgatorio. Sin embargo pueden distinguirse:
-1.-
Dilación de la Gloria. Tratada por la tradición teológica como pena de daño, es
sin embargo cualitativamente distinta de la que se da en el infierno, y
consiste en el aplazamiento del cielo. El alma queda privada de la visión
beatífica (visión de Dios) mientras purga sus pecados. Esta pena implica que la
presencia en el purgatorio no puede prolongarse en el tiempo hasta más allá del
Juicio Final.
-2.-
Pena de sentido. La tradición de los Padres latinos es casi unánime
en favor del fuego real y corpóreo, semejante al del infierno, pero no ha sido
necesaria todavía una declaración dogmática al respecto. Sí hay argumentos en
la tradición, como el cuestionario de Clemente VI a los armenios, donde
expresamente se pregunta «...si crees que son atormentados con fuego
temporalmente...». En cuanto a si Dios se vale de los demonios para la administración
de las penas del purgatorio, Santo Tomás (De purgatorio, Suppl. a.5) explica
que no.
LOS SUFRAGIOS
Son las ayudas
que los católicos ofrecen a las almas del Purgatorio. Principalmente son:
-1.- Ofrecimiento de la Misa: Ya sea encargándole la Misa a un sacerdote, ya sea
ofreciéndola mentalmente por un difunto.
-2.- Ofrecimiento de la Comunión: Los católicos, ortodoxos, coptos y luteranos creen que en la comunión se encuentra realmente Cristo. Cuando comulgan (reciben a Cristo), pueden ofrecerlo por reparación de las almas que les falta algo por purificar.
-3.- Misas gregorianas: Se denominan de esta manera, a la serie de misas en las que se debe interceder por un difunto durante treinta días sin interrupción. Su origen se vincula a un episodio narrado por San Gregorio Magno.
-4.- Indulgencia plenaria: Limpia todas las “manchas” que nos hayan dejado los pecados ya perdonados. Las indulgencias plenarias se obtienen de manera gratuita. Solamente hace falta realizar la acción indulgenciada, uniéndola a una comunión, un acto de caridad, rezar por las intenciones del Papa (Padre Nuestro, Ave María y Gloria) y confesarte en ocho días. Las principales acciones indulgenciadas son: rezo y meditación del Santo Rosario, en común; rezo-meditación del Vía Crucis, en una iglesia; lectura y meditación de la Biblia, por más de 30 minutos; adoración al Santísimo, más de 30 min.
Otros sufragios
son: el ofrecimiento de las penas y alegrías, olvidar los insultos y perdonar a
los que nos ofenden, ofrecer diversas oraciones, limosna y otras obras de
misericordia.
EL VOTO DE ÁNIMAS
También llamado
acto heroico de caridad, consiste en una donación completa de los efectos
satisfactorios ganados con obras buenas, en favor de las almas del purgatorio.
En palabras de
San Agustín, todas las obras buenas que se practican en estado de gracia
santificante, tienen la virtud de producir cuatro efectos: meritorio,
propiciatorio, impetratorio y satisfactorio. El efecto meritorio aumenta la
gracia de quien la hace, y no puede cederse. Lo propiciatorio aplaca la ira de
Dios; lo impretratorio inclina a Dios a conceder lo que se le pide.
Por último,
es satisfactoria porque ayuda a satisfacer o pagar la pena por los pecados.
Es este último efecto satisfactorio el que se cede a las ánimas del purgatorio,
ofreciendo a Dios una compensación por la pena temporal debida. No es un voto
riguroso, ni requiere ningún formalismo más allá de hacerlo con el corazón,
sino una cesión voluntaria que puede rectificarse en cualquier momento. Tampoco
debería decirse heroico pues se gana más de lo que se cede.
ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN
POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Dulcísimo Jesús mío, que para redimir al mundo quisisteis nacer, ser circuncidado, desechado de los judíos, entregado con el beso de Judas, atado con cordeles, llevado al suplicio, como inocente cordero;
presentado ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes;
escupido y acusado con falsos testigos;
abofeteado, cargado de oprobios, desgarrado con azotes, coronado de espinas, golpeado con la caña, cubierto el rostro con una púrpura por burla;
desnudado afrentosamente, clavado en la cruz y levantado en ella, puesto entre ladrones, como uno de ellos, dándoos a beber hiel y vinagres y herido el costado con la lanza. Librad, Señor, por tantos y tan acerbísimos dolores como habéis padecido por nosotros, a las almas del Purgatorio de las penas en que están;
llevadlas a descansar a vuestra santísima Gloria, y salvadnos, por los méritos de vuestra sagrada Pasión y por vuestra muerte de cruz, de las penas del infierno para que seamos dignos de entrar en la posesión de aquel Reino, adonde llevasteis al buen ladrón, que fue crucificado con Vos, que vivís y reináis con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.