En la entrada de hoy, seguimos profundizando en el Vía Crucis, y en su Segunda Estación, donde Jesús es traicionado por uno de los suyos con el beso que habla de amor pero que en este caso se convierte en signo de odio. Toda la pasión de Jesús es ya la amistad traicionada y el amor se trueca en odio.
Los cuatro
evangelistas nos relatan este acontecimiento que tan vivamente debió quedar
grabado en sus mentes: Le entrega uno de los Doce, uno de sus amigos íntimos,
que ahora va a la cabeza de los enemigos del Señor.
Judas había
sido elegido personalmente por Jesús. Era de los Doce, del grupo inicial que
más cerca estuvo de Él: vio sus milagros, escuchó sus palabras de vida. El
Señor había tenido con él gestos de confianza y predilección.
¿Cuál es la
respuesta? La traición. Judas vende a Jesús por dinero; cambia su amistad por
unas monedas. Y la traición, como ocurre en tantas ocasiones, trata de
ocultarse con el disfraz, se viste de apariencia: con un beso, gesto de amor y
amistad Judas entrega a su Maestro, a su amigo. Y sabe cubrirse las espaldas:
junto a él vienen soldados armados. Al Príncipe de la paz vienen a arrestarlo
con armas. ¿Por qué lo hiciste, Judas? ¿Por qué no supiste reaccionar ante tu
error? ¿Por qué desconfiaste del perdón de quien era todo misericordia?
Señor:
un amigo... uno de los tuyos... y con un beso...
Señor:
un amigo, ¿quiénes son realmente los amigos? Los hay de todo estilo, amigos que
creen en ti, amigos que venden y compran, amigos que entregan y traicionan.
Señor: amigos que utilizan la amistad para interesas y egoísmos personales. Amigos que enseñan la cara y esconden el corazón. Amigos que acarician y luego golpean y matan.
Señor:
y era de los tuyos... Sí de los de tu grupo... No era de tus enemigos... ¿Te
das cuenta que gente tenías dentro? ¿Te das cuanta que tu peor enemigo estaba
en casa?
Señor:
casi no me atrevo a mirar por dentro de mi corazón. Tengo miedo a que dentro de
mí lleve a mi peor enemigo. Tengo miedo a que en mi propia casa, dentro de mí este
el que me vende, me traiciona y me entrega... ¿Puedo pedirte algo, Señor? Sólo
te pido: “Renuévame por dentro y crea en mí un corazón puro, un corazón nuevo y
limpio”.
Señor: con un beso... ¿Lo entiendes? Con un beso. Besos que son amistad. Besos que son un engaño. Besos que son una compra. Besos que son una traición.
Señor: hay besos que pueden contagiar un virus, esos son los
peores porque hay besos que contagian pecado. Besos que contagian sensualidad.
Besos que destruyen vidas... “Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?”
Amigo, ¿Con un beso quieres comprar un cuerpo?¿Con un beso
quieres comprar la dignidad de esa persona?
Señor:
limpia nuestros corazones para que nuestros besos siembren amor y vida en los
labios de los demás.
Lectura del Evangelio según San Lucas. 22, 47-48
Todavía
estaba hablando, cuando aparece gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de
los Doce. Y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del hombre?"
MEDITACIÓN
Desde la
primera vez que se le menciona, Judas es indicado como "el mismo que le entregó" (Mt 10, 4; Mc 3, 19; Lc
6, 13); el trágico apelativo de "traidor" quedaría unido para siempre
a su recuerdo.
¿Cómo pudo
llegar a tanto uno que Jesús había elegido para que lo siguiera de cerca?
Judas, ¿se dejó arrastrar por un amor frutrado a Jesús, que se volvió en
sospecha y resentimiento? Así lo haría pensar el beso, gesto que habla de amor,
pero que se convirtió el gesto de entrega de Jesús a los soldados.
¿O fué quizás
vícitma de la desilusión ante un Mesías que huía del papel político de
liberador de Israel del dominio extranjero? Judas no tardaría en
percatarse ue su sutil chantaje
terminaba en un desastre. Porque no había deseado la muerte del Mesías, sino
sólo que se recobrase y asumiese una actitud decidida.
Y entonces:
vano arrepentimiento de su gesto, de rechazo al sueldo de la traición (Mt
27, 4), cediendo a la desesperación. Cuándo Jesús habla de Judas como
"hijo de la perdición", se limita a recordar que así se cumplía la Escritura
(Jn 17, 12). Un misterio de iniquidad que nos sobrepasa, pero que no
puede superar el misterio de la misericordia.
El
gran drama del Corazón de Cristo es la traición de Judas, que hasta el final le
ha llamado “Amigo”. Jesús ha visto el proceso de pecado y de alejamiento de
Judas de su Amor, y sin embargo, el Señor, respetando su libertad, trata hasta
el final de atraerlo hacia su Corazón.
La Pasión es el Misterio del Amor loco
de Dios que se encuentra con la frialdad y traición de los suyos “Vino a los de
su Casa y los suyos no le recibieron”. Judas es rodeado por el Amor y la
Ternura de Jesús hasta el final, que nos introduce en el Misterio que a veces
podemos vivir todos, el ver que las personas que amamos, delante de nosotros
parece que se pierden, y poco podemos hacer. Sólo rezar y confiar en el
milagro.
Porque no había deseado la muerte del Mesías, sino sólo que se recobrase y asumiese una actitud decidida. Y entonces: vano arrepentimiento de su gesto, de rechazo al sueldo de la traición (Mt 27, 4), cediendo a la desesperación.
Cuándo Jesús habla de Judas como "hijo de la perdición",
se limita a recordar
que así se cumplía la Escritura
(Jn 17, 12).
Un misterio de iniquidad que nos sobrepasa,
pero que no puede superar el misterio de la misericordia.
MEDITACIÓN DEL PAPA BENEDICTO XVI
Judas ya no ve más que
a sí mismo y sus tinieblas, ya no ve la
luz de Jesús, esa luz que puede iluminar y superar
incluso las tinieblas. De este modo, nos hace ver el
modo equivocado del arrepentimiento: un arrepentimiento que ya no es
capaz de esperar, sino que ve únicamente la propia oscuridad,
es destructivo y no es un verdadero arrepentimiento [...]En Judas
encontramos el peligro que atraviesa todos los tiempos, es decir,
el peligro de que también los que "fueron una vez
iluminados, gustaron el don celestial y fueron partícipes del Espíritu
Santo", a través de múltiples formas de infidelidad en apariencia
intrascendentes, decaigan anímicamente y así, al final, saliendo de la
luz, entren en la noche y ya no sean capaces
de conversión. En Pedro vemos otro tipo de amenaza, de
caída más bien, pero que no se convierte en deserción
y, por tanto, puede ser rescatada mediante la conversión. (Joseph
Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 29-30).
Reflexión
El mal es un misterio. Y más aún si ese mal consiste en haber recibido la sublime gracia de tener tan cerca al Señor de la gloria. Estamos ante lo que nos supera. Y no debe extrañarnos. El pecado es en sí irracional, incomprensible. No busca sino lo contrario al bien del hombre. Es una destrucción.
Judas, uno de los doce, amigo íntimo del Señor, que le acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras; que pudo tocarlo, palparlo, mirarlo, conocerlo y, quizás, amarlo. Pero esa ceguera le bajó los ojos a la tierra, a sus propios intereses, tal vez de orden meramente político, inmediato, material y no trascendente, espiritual como exigía el mandato del amor. Dejó de creer. Y porque de creer dejó, también de esperar y, sobre todo, de amar que es el corazón del cristianismo. Salió resuelto a entregarlo.
La traición vino no en un momento. Fue la traición de una conciencia deformada paulatinamente, poco a poco, comenzando en las cosas pequeñas hasta terminar... ¡en el pecado más grande!
Reflexión
El mal es un misterio. Y más aún si ese mal consiste en haber recibido la sublime gracia de tener tan cerca al Señor de la gloria. Estamos ante lo que nos supera. Y no debe extrañarnos. El pecado es en sí irracional, incomprensible. No busca sino lo contrario al bien del hombre. Es una destrucción.
Judas, uno de los doce, amigo íntimo del Señor, que le acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras; que pudo tocarlo, palparlo, mirarlo, conocerlo y, quizás, amarlo. Pero esa ceguera le bajó los ojos a la tierra, a sus propios intereses, tal vez de orden meramente político, inmediato, material y no trascendente, espiritual como exigía el mandato del amor. Dejó de creer. Y porque de creer dejó, también de esperar y, sobre todo, de amar que es el corazón del cristianismo. Salió resuelto a entregarlo.
La traición vino no en un momento. Fue la traición de una conciencia deformada paulatinamente, poco a poco, comenzando en las cosas pequeñas hasta terminar... ¡en el pecado más grande!
Y hasta qué punto llega
el mal a torcer los ojos lo vemos en su
hipocresía durante la cena pascual. Sabía que le entregaría. ¿Has
visto a Jesús reprochárselo abiertamente? No, sino que parece esperar
"el cambio". ¿Lo echó de la cena como quien se
lo merecía por lo que haría? Le permitió aún escuchar
sus divinas palabras a ver si recapacitaba. No quiso romper
su corazón ya endurecido por el diablo con palabras fuertes
ciertamente, pero que parecen las más adecuadas para él.
Lo dejó actuar libremente porque libre quiso el Creador a su criatura. Sólo así podía garantizar el verdadero amor. Y Judas no cambió. No reconoció su pecado. Se obstinó. Tuvo el Señor que decirle lo que haría. Y ni con eso se ablandó el corazón, duro por el pecado.
Ya sabemos el resto. Lo que no sabemos es si dentro de nosotros pueda haber algún Judas traidor de Cristo. Seamos sinceros y no nos engañemos ni engañemos a los demás. Ante Cristo preguntémosle: "¿soy yo maestro?".
Propósito
Pedir al Espíritu Santo la sabiduría para comprender la grandeza de la Misericordia de Dios.
Diálogo con Cristo
Jesús, no permitas que abuse de tu misericordia. Que mi corazón no se endurezca sino que se llene de ese santo temor que lo encauce a nunca ofenderte conscientemente. Gracias por darme la luz para formar mi conciencia y la fuerza para luchar siempre contra toda forma de egoísmo o doblez. Sé que llegar a santidad es difícil, que no se logra de un día para otro, pero que nunca deje de esforzarme por conseguirla.
Lo dejó actuar libremente porque libre quiso el Creador a su criatura. Sólo así podía garantizar el verdadero amor. Y Judas no cambió. No reconoció su pecado. Se obstinó. Tuvo el Señor que decirle lo que haría. Y ni con eso se ablandó el corazón, duro por el pecado.
Ya sabemos el resto. Lo que no sabemos es si dentro de nosotros pueda haber algún Judas traidor de Cristo. Seamos sinceros y no nos engañemos ni engañemos a los demás. Ante Cristo preguntémosle: "¿soy yo maestro?".
Propósito
Pedir al Espíritu Santo la sabiduría para comprender la grandeza de la Misericordia de Dios.
Diálogo con Cristo
Jesús, no permitas que abuse de tu misericordia. Que mi corazón no se endurezca sino que se llene de ese santo temor que lo encauce a nunca ofenderte conscientemente. Gracias por darme la luz para formar mi conciencia y la fuerza para luchar siempre contra toda forma de egoísmo o doblez. Sé que llegar a santidad es difícil, que no se logra de un día para otro, pero que nunca deje de esforzarme por conseguirla.
ORACIÓN
Jesús, amigo de los hombres,
tú has venido a la tierra y has tomado nuestra carne,
para ofrecer tu solidaridad a tus hermanos y hermanas de la humanidad.
tú has venido a la tierra y has tomado nuestra carne,
para ofrecer tu solidaridad a tus hermanos y hermanas de la humanidad.
Jesús dulce y humilde de corazón,
tú das alivio a cuantos sufren bajo el peso de sus cargas (Mt 11, 28-29);
sin embargo, el ofrecimiento de tu amor ha sido a menudo rechazado.
tú das alivio a cuantos sufren bajo el peso de sus cargas (Mt 11, 28-29);
sin embargo, el ofrecimiento de tu amor ha sido a menudo rechazado.
Incluso entre los que te acogieron
ha habido quien te ha renegado,
quien ha traicionado el compromiso adquirido.
ha habido quien te ha renegado,
quien ha traicionado el compromiso adquirido.
Pero tú no has dejado nunca de amarlos,
hasta el punto de dejar a todo los demás para ir en su busca,
con la esperanza de hacerlos volver contigo,
cargándoslos sobre tus hombros (Lc 15, 5)
o apoyados en tu pecho (Jn 13, 25).
hasta el punto de dejar a todo los demás para ir en su busca,
con la esperanza de hacerlos volver contigo,
cargándoslos sobre tus hombros (Lc 15, 5)
o apoyados en tu pecho (Jn 13, 25).
Encomendamos a tu infinita misericordia,
a tus hijos, asechados por el desaliento o la desesperación.
a tus hijos, asechados por el desaliento o la desesperación.
Concédeles encontrar refugio en ti,
y "no desesperar nunca de tu misericordia" (Regla de S. Benito 3, 74).
y "no desesperar nunca de tu misericordia" (Regla de S. Benito 3, 74).
Jesús,
tú sigues amando a quien rechaza tu amor
e incansablemente buscas a quien te traiciona y abandona.
tú sigues amando a quien rechaza tu amor
e incansablemente buscas a quien te traiciona y abandona.
A ti la alabanza y la gloria por los siglos.