El próximo día 14 de diciembre se celebra la onomástica de San Juan de la Cruz, cuya imagen en Don Benito, se encuentra a la derecha del Altar de la Capilla de Santa Teresa de Jesús, del Convento de las Madres Carmelitas. Fue adquirida en los primeros años tras la Guerra Civil. Es una Imagen de Olot, aunque se desconoce la casa en la que fue realizado. Está fabricado en pasta de cartón de madera a partir de un molde.
El Triduo en honor a San Juan de la Cruz se celebra anualmente del 12 al 14 de diciembre. El día 14 de diciembre es la solemnidad del venerado Santo.
VIDA Y OBRA DE SAN JUAN DE LA CRUZ
Nació en Fontiveros,
provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la
Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Jesús, el primero
que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó
innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Ubeda el año 1591, con gran fama
de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos
espirituales.
Vida de Pobreza
Gonzalo de Yepes
pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como se casó con una joven de
clase "inferior", fue desheredado por sus padres y tuvo que ganarse
la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo, su esposa, Catalina
Alvarez, quedó en la miseria y con tres hijos. Jitan, que era el menor, nació
en Fontiveros, en Castilla la vieja, en 1542.
Asistió a una escuela de
niños pobres en Medina del Campo y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero
como no tenía aptitudes, entró más tarde a trabajar como criado del director
del hospital de Medina del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que
continuaba sus estudios en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas
mortificaciones corporales.
A los veintiún años,
tomó el hábito en el convento de los carmelitas de Medina del Campo. Su nombre
de religión era Juan de San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y
obtuvo permiso para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de
las mitigaciones (permisos para relajar las reglas) que varios Pontífices
habían aprobado y eran entonces cosa común en todos los conventos.
San Juan hubiese querido
ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Tras haber hecho
con éxito sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias
que recibió con el sacerdocio le encendieron en deseos de mayor retiro, de
suerte que llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.
Conoce a Santa Teresa
Santa Teresa fundaba por
entonces los conventos de la rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó
hablar del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se entrevistó con él,
quedó admirada de su espíritu religioso y le dijo que Dios le llamaba a santificarse
en la orden de Nuestra Señora del Carmen. También le refirió que el prior
general le había dado permiso de fundar dos conventos reformados para hombres y
que él debía ser su primer instrumento en esa gran empresa. La reforma del Carmelo que lanzaron Santa Teresa y San Juan no fue con
intención de cambiar la orden o "modernizarla" sino mas bien para
restaurar y revitalizar su cometido original el cual se había mitigado
mucho. Al mismo tiempo que lograron ser fieles a los orígenes, la
santidad de estos reformadores infundió una nueva riqueza a los carmelitas que
ha sido recogida en sus escritos y en el ejemplo de sus vidas y sigue siendo
una gran riqueza de espiritualidad.
Poco después, se llevó a
cabo la fundación del primer convento de carmelitas descalzos, en una ruinosa
casa de Duruelo. San Juan entró en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu de
sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros dos frailes. Los tres
renovaron la profesión el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo
tomó el nombre de Juan de la Cruz. Fue una elección profética. Poco a poco se
extendió la fama de ese oscuro convento de suerte que Santa Teresa pudo fundar
al poco tiempo otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los
frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que era a la
vez colegio de la universidad; San Juan fue nombrado rector.
Con su ejemplo, San Juan
supo inspirar a los religiosos e1 espíritu de soledad, humildad y
mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón de toda debilidad y
apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores.
Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, San Juan se vio
privado de toda devoción. A este período de sequedad espiritual se añadieron la
turbación, los escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios espirituales. En
tanto que el demonio le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le
perseguían con calumnias.
La prueba más terrible
fue sin duda la de los escrúpulos y la desolación interior, que el santo
describe en "La Noche Oscura del
Alma". A esto siguió un
período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones,
de suerte que San Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación
de luz y amor divinos que sucedió a esta prueba, fue el premio de la paciencia
con que la había soportado el siervo de Dios.
En cierta ocasión, una
mujer muy atractiva tentó descaradamente a San Juan. En vez de emplear el tizón
ardiente, como lo había hecho Santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante,
Juan se valió de palabras suaves para hacer comprender a la pecadora su triste
estado. El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias
diferentes, para hacer entrar en razón a una dama de temperamento tan violento,
que el pueblo le había dado el apodo de "Roberto el diablo".
Glorias para Dios
En 1571, Santa Teresa
asumió por obediencia el oficio de superiora en el convento no reformado de la
Encarnación de Avila y llamó a su lado , San Juan de la Cruz para que fuese su
director espiritual y su confesor. La santa escribió a su hermana: "Está
obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y
lo ha sido siempre." Tanto los religiosos como los laicos buscaban a San
Juan, y Dios confirmó su ministerio con milagros evidentes.
Entre tanto, surgían
graves dificultades entre los carmelitas descalzos y los mitigados. Aunque el
superior general había autorizado a Santa Teresa a emprender la reforma, los
frailes antiguos la consideraban como una rebelión contra la orden; por otra
parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos carecían de tacto y
exageraban sus poderes y derechos. Como si eso fuera poco, el prior general, el
capítulo general y los nuncios papales, daban órdenes contradictorias.
Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla mandó a San Juan que retornase
al convento de Medina del Campo. El santo se negó a ello, alegando que había
sido destinado a Avila por el nuncio del Papa. Entonces el provincial envió un
grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de Avila y se llevaron
a San Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo de Avila profesaba gran
veneración al santo, le trasladaron a Toledo.
Como Juan se rehusase a
abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha y oscura celda y le
maltrataron increíblemente. Ello demuestra cuán poco había penetrado el
espíritu de Jesucristo en aquellos que profesaban seguirlo.
Sufrimiento y unión con Dios
La celda de San Juan
tenía unos tres metros de largo por dos de ancho. La única ventana era tan
pequeña y estaba tan alta, que el santo, para leer e1 oficio, tenía que ponerse
de pie sobre un banquillo. Por orden de Jerónimo Tostado, vicario general de
los carmelitas de España y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan
brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte. Lo que sufrió
entonces San Juan coincide exactamente con las penas que describe Santa Teresa
en la "Sexta Morada": insultos, calumnias, dolores físicos, angustia
espiritual y tentaciones de ceder. Más tarde dijo: "No os extrañe que ame yo mucho el sufrimiento.
Dios me dio una idea de su gran valor cuando estuve preso en Toledo".
Los primeros poemas de
San Juan que son como una voz que clama en el desierto, reflejan su estado de
ánimo:
En dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
El prior Maldonado
penetró la víspera de la Asunción en aquella celda que despedía un olor
pestilente bajo el tórrido calor del verano y dio un puntapié al santo, que se
hallaba recostado, para anunciarle su visita. San Juan le pidió perdón, pues la
debilidad le había impedido levantarse en cuanto lo vio entrar. "Parecíais
absorto. ¿En qué pensabais?", le dijo Maldonado.
"Pensaba yo en que
mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran felicidad poder celebrar la
misa", replicó Juan.
"No lo haréis
mientras yo sea superior", repuso Maldonado.
En la noche del día de
la Asunción, la Santísima Virgen se apareció a su afligido siervo, y le dijo:
"Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta Prueba."
Algunos días más tarde
se le apareció de nuevo y le mostró, en visión, una ventana que daba sobre el
Tajo: "Por ahí saldrás y yo te ayudaré." En efecto, a los nueve meses
de prisión, se concedió al santo la gracia de hacer unos minutos de ejercicio.
Juan recorrió el edificio en busca de la ventana que había visto. En cuanto la
hubo reconocido, volvió a su celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar
las bisagras de la puerta. Esa misma noche consiguió abrir la puerta y se
descolgó por una cuerda que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos
frailes que dormían cerca de la ventana no le vieron. Como la cuerda era
demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la muralla hasta
la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño. Inmediatamente, siguió a
un perro que se metió en un patio. En esa forma consiguió escapar. Dadas las
circunstancias, su fuga fue un milagro.
Gran guía y director espiritual
El santo se dirigió
primero al convento reformado de Beas de Segura y después pasó a la ermita
cercana de Monte Calvario. En 1579, fue nombrado superior del colegio de Baeza
y, en 1581, fue elegido superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada.
Aunque era el fundador y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa
época participó poco en las negociaciones y sucesos que culminaron con el
establecimiento de la provincia separada de Los Descalzos, en 1580. En cambio,
se consagró a escribir las obras que han hecho de él un doctor de teología
mística en la Iglesia.
San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús
La doctrina de San Juan es plenamente fiel a la tradición antigua: el fin del hombre en la tierra es alcanzar "Perfección de la caridad y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor"; la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con Dios por el amor y, en último término, debe llevar a la experiencia de esa unión a la que todo está ordenado. "No hay trabajo mejor ni mas necesario que el amor", dice el santo. "Hemos sido hechos para el amor." El único instrumento del que Dios se sirve es el amor." "Así como el Padre y e1 Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios".
El amor lleva a las
alturas de la contemplación, pero como que amor es producto de la fe, que es el único
puente que puede salvar el abismo separa a nuestra inteligencia de la infinitud
de Dios, la fe ardiente y vívida el principio de la experiencia mística.
San Juan no se cansó nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo
maravilloso y sus ardientes palabras.
Las verdades que enseñó
no deben empañarse por las prácticas que puedan ser exageradas. Al mismo tiempo
se ha de tener quidado en discernir que es exageración. ¿Cual es nuestro punto
de referencia?, ¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo
exagerado, aceptando morir en la Cruz?. ¿O no será mas bien que nosotros no
sabemos amar hasta el extremo?.
Dios no pide lo mismo a
todos. El sabe la capacidad y el corazón de cada uno. El amor expande el
corazón y las capacidades de entrega.
Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de superior y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.
Con su confianza en Dios
(llamaba a la Divina Providencia el patrimonio de los pobres), obtuvo milagrosamente
en algunos casos provisiones para sus monasterios. Con frecuencia estaba tan
absorto en Dios, que debía hacerse violencia para atender los asuntos
temporales.
Su amor de Dios hacía
que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la
misa. Su corazón era como una ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que
llegaba a quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que
se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de un consumado maestro en materia de
discreción de espíritus, de modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo
procedía de Dios.
Juan dormía unas dos o
tres horas y pasaba el resto de la noche orando ante el Santísimo Sacramento.
Pruebas y más pruebas
Después de la muerte de
Santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más pronunciada una división
entre los descalzos. San Juan apoyaba la política de moderación del provincial,
Jerónimo de Castro, en tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremoso,
pretendía independizar absolutamente a los descalzos de la otra rama de la
orden.
El P. Nicolás fue
elegido provincial y el capítulo general nombró a Juan vicario de Andalucía. El
santo se consagró a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían
del hecho de que los frailes tuviesen que salir del monasterio a predicar. El
santo opinaba que la vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa.
Ello provocó oposición contra él.
San Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario, fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás había ganado mucho terreno y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve que autorizaba una separación aún más pronunciada entre los descalzos y los mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró vicario general al P. Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales nombró a un consultor para ayudar al P. Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno de los consultores.
La innovación produjo
grave descontento, sobre todo entre las religiosas. La venerable Ana de Jesús,
que era entonces superiora del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede un
breve de confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el
vicario general. Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto. Sin
embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, San Juan habló en
defensa del P. Gracián y de las religiosas.
El P. Doria, que siempre
había creído que el santo estaba aliado con sus enemigos, aprovechó la ocasión
para privarle de todos sus cargos y le envió como simple fraile al remoto
convento de La Peñuela. Ahí pasó San Juan algunos meses entregado a la
meditación y la oración en las montañas, "porque tengo menos materia de
confesión cuando estoy entre las peñas que cuando estoy entre los
hombres."
Pero no todos estaban
dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en aquel rincón perdido. Siendo
vicario provincial, San Juan, durante la visita al convento de Sevilla, había
llamado al orden a dos frailes y había restringido sus licencias de salir a
predicar. Por entonces, los dos frailes se sometieron pero un consultor de la
congregación recorrió toda la provincia tomando informes sobre la vida y
conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él, afirmando que tenía
pruebas suficientes para hacerle expulsar de la orden. Muchos de los frailes
prefirieron seguir la corriente adversa a Juan que decir la verdad que hace
justicia. Algunos llegaron hasta quemar sus cartas para no caer en desgracia.
En medio de esa
tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de
Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y el de Ubeda. El primero de esos
conventos estaba mejor provisto y tenía por superior a un amigo del santo. En
el otro era superior el P. Francisco, a quien San Juan había corregido junto
con el P. Diego. Ese fue el convento que escogió.
La fatiga del viaje
empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia, se sometió a
varias operaciones. El indigno superior le trató inhumanamente, prohibió a los
frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con cariño,
sólo le permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los que
le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Ubeda y se
enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan y reprendió tan
severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos y se arrepintió.
Santo y Doctor de la Iglesia
Después de tres meses de
sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591.
Sepulcro de San Juan de la Cruz
En su muerte no se había
disipado todavía la tempestad que la ambición del P. Nicolás y el espíritu de
venganza del P. Diego habían provocado contra él en la congregación de la que
había sido cofundador y cuya vida había sido el primero en llevar.
La muerte del santo
trajo consigo la revalorización de su vida y tanto el clero como los fieles
acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso que se despejaran las tinieblas y
se vieses su vida auténtica para edificación de muchas almas. Sus restos fueron
trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última
vez.
Fue canonizado en 1726
Santa Teresa había visto
en Juan un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz
y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo
justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas
de la "Subida
al Monte Carmelo", la "Noche Oscura del Alma", la "Llama
Viva de Amor" y el "Cántico Espiritual", con sus
respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San
Juan de la Cruz por sus obras Místicas.
La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: "Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor."
San Juan de la Cruz
vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia
de otros menores que él, fue "libre, como libre es el espíritu de
Dios". Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del
amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. "Reunió en sí mismo
la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo
despreciado".
Dibujo pintado por San Juan de la Cruz
Coplas de el alma que pena por ver a Dios
Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero
que muero porque no muero.
y de tal manera espero
que muero porque no muero.
I
En mí yo no vivo ya
y sin Dios vivir no puedo
pues sin él y sin mí quedo
éste vivir qué será?
Mil muertes se me hará
pues mi misma vida espero
muriendo porque no muero.
y sin Dios vivir no puedo
pues sin él y sin mí quedo
éste vivir qué será?
Mil muertes se me hará
pues mi misma vida espero
muriendo porque no muero.
II
Esta vida que yo vivo
es privación de vivir
y assí es contino morir
hasta que viva contigo.
Oye mi Dios lo que digo
que esta vida no la quiero
que muero porque no muero.
es privación de vivir
y assí es contino morir
hasta que viva contigo.
Oye mi Dios lo que digo
que esta vida no la quiero
que muero porque no muero.
III
Estando ausente de ti
qué vida puedo tener
sino muerte padescer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí
pues de suerte persevero
que muero porque no muero.
qué vida puedo tener
sino muerte padescer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí
pues de suerte persevero
que muero porque no muero.
IV
El pez que del agua sale
aun de alibio no caresce
que en la muerte que padesce
al fin la muerte le vale.
Qué muerte abrá que se yguale
a mi vivir lastimero
pues si más vivo más muero?
aun de alibio no caresce
que en la muerte que padesce
al fin la muerte le vale.
Qué muerte abrá que se yguale
a mi vivir lastimero
pues si más vivo más muero?
V
Quando me pienso alibiar
de verte en el Sacramento
házeme más sentimiento
el no te poder gozar
todo es para más penar
por no verte como quiero
y muero porque no muero.
de verte en el Sacramento
házeme más sentimiento
el no te poder gozar
todo es para más penar
por no verte como quiero
y muero porque no muero.
VI
Y si me gozo Señor
con esperança de verte
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor
viviendo en tanto pabor
y esperando como espero
muérome porque no muero.
con esperança de verte
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor
viviendo en tanto pabor
y esperando como espero
muérome porque no muero.
VII
Sácame de aquesta muerte
mi Dios y dame la vida
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero
que muero porque no muero.
mi Dios y dame la vida
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero
que muero porque no muero.
VIII
Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡O mi Dios!, quándo será
quando yo diga de vero
vivo ya porque no muero?
y lamentaré mi vida
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡O mi Dios!, quándo será
quando yo diga de vero
vivo ya porque no muero?