martes, 14 de mayo de 2013

ROGATIVAS A SAN ISIDRO




 

 Procesión de San Isidro años 70 (Foto Disancor)


Don Benito vuelve un año más a conmemorar a San Isidro, con sus fiestas de barrio, y su recuerdo al Santo Patrón del campo, al que tantas veces pedimos su intercesión, para bien de las cosechas.

El despliegue de costumbres y tradiciones de cualquier pueblo conlleva aparejado todo un proceso significativo emanado de su desarrollo vital.

Este hecho, prefijado u ocasional, servía de antesala a una serie de acontecimientos ocurridos, en ocasiones, por ciertos fenómenos trascendentales que dieron colorido o simbolismo a los actos.

 

La extensa gama ofrecida en este campo no es en absoluto desdeñable. Si bien el azote de la pérdida poblacional en el ámbito rural y las perspectivas de la nueva visión de las creencias han hecho sucumbir el arraigado costumbrismo, aún perviven y se conmemoran determinados acontecimientos vinculados a la tradición popular.

La diversidad de estos hechos habría que subdividirlos en dos apartados: costumbrismo y tradición popular de carácter laico y de carácter religioso. Dentro del primer apartado se puede englobar toda una serie de acontecimientos protagonizados por otros tantos factores influyentes en el devenir ambiental del entorno. Ni que decir tiene que muchos de estos hechos poseían un marco conmemorativo fijo, en contraposición a los arbitrarios o condicionados a fenómenos casuales.

 


Por lo que hace referencia al segundo grupo, en su entorno convergen un sinfín de procesos culturales ligados estrechamente al santoral eclesiástico, por una parte, y al protagonismo insospechado que en ocasiones requería la presencia evocativa del ritual.

San Isidro, un gran servidor de Dios en la tierra pocos como El que supo preservar todas las virtudes dadas por el Dueño de la vida, sobretodo en la humildad, ahora disfruta de la presencia de Dios e intercede por todos nosotros ante Él.

Pedimos sobretodo que interceda en los momentos difíciles de tormentas y Tempestades, que causan tantos desastres naturalez y deja tantos damnificados.


 

El pueblo de Don Benito volcado con San Isidro (Foto Disancor)


SÚPLICA CELESTIAL

Las condiciones de vida en que años atrás se hallaba sumido el campesino aparecen escenificadas en una serie de actos ligados al organigrama de su medio y de su mundo. La escasez de medios de producción a su alcance y el modo de vida redundaron en los logros obtenidos. Un ejercicio recolector deprimente podía suponer, y suponía, la caída del hombre del campo, viéndose relegado a un plano deplorable al intentar resarcirse del contratiempo y reponerse del desgarro económico y emocional. Y contra todos los pronósticos, el acecho se producía con bastante asiduidad. La pérdida material o conceptual de un bien desmantelaba la ya deteriorada y frágil economía. No en vano ofrecía constantemente a Dios y a los santos el designio de sus frutos.

Al margen de estas preocupaciones en que la creencia religiosa afloraba superficialmente en algunos casos y profundamente en otros, el síndrome de la situación germinaba en una misma célula: el fenómeno climatológico sin apenas tiempo para reponerse. Heladas, sequías y tormentas conformaban la trilogía del pesar y de la desesperación. La sensibilidad imploraba entre los afectados que quedaban a merced de un mal momento.

Ello dio lugar a una fervorosa solicitud de actos religiosos cuya mención especial estaba absolutamente vinculada a la protección de las cosechas.

 



Intensos se hacían también los momentos en que la feroz tormenta acechaba y arrasaba sin piedad los campos. El campesino palidecía y su piel se le erizaba viendo cómo podía sucumbir el fruto de sus sudores en unos momentos. La respuesta no se hacía esperar. La imagen de la Virgen o del Santo Cristo, extraídos de la iglesia, hacían acto de presencia y eran invitados a presenciar la devastación, el llanto y el dolor infundido por la descarga de granizo y piedra. Toda clase de insignia que se tuviese a mano era sacada a contemplar el dantesco espectáculo.

La población, desafiando la descarga, salía a la calle portando efigies o iconos de vírgenes y santos que elevaban al cielo entre clemencias, rezos y mucho dolor. ¿Amainaba la tormenta por la presencia de la imagen? Sólo la particular creencia conformaba la credibilidad. Sea como fuere, el procedimiento siguió repitiéndose en momentos tensos a requerimiento de la desgraciada ocasión.

Al margen de estos acontecimientos en los que el resultado podía traducirse satisfactoriamente, la mente del campesino, ante tanta infidelidad, agobio e impotencia, se hallaba absorta en el Ser Supremo y sus ojos encandilados en el firmamento. Todo ello se tradujo en una mayor creencia popular hacia lo espiritual como mejor manera de paliar las derrotas a la vez que en un afianzamiento del programa de súplicas en torno a la figura de su divinidad. Existía una total y absoluta supeditación del mundo terrenal sobre el celestial.

En este clima de fatalismo no todo debía sustraerse a favor de súplicas y rogativas. El antagonismo era patético, y al margen de otros muchos procedimientos de acción de gracias, protagonizadas en determinadas celebraciones, es digno de especial mención el capítulo de alabanzas y loas en honor a San Isidro, patrono del labrador, con motivo de su onomástica. Momento que era aprovechado para rogar al insigne santo sobre la imperiosa necesidad de proteger los campos.


  Patron de Madrid


La situación originada por las circunstancias contradictorias que acechaban los cultivos llevaba aparejado el apremio en la mente del campesinado. La natura no mostraba signos o indicios que indujeran a pensar en un cambio que supusiera lluvia para el campo. Augurios no faltaban. El sol no se ponía con ceja, las cometas quedaban lejos de la realidad, y en la luna no se apreciaba cerco alguno que indujese a pensar en un cambio inmediato del tiempo. Situaciones todas ellas propensas a la lluvia. Animo y esfuerzo físico quedaban derogados frente a taras inconmensurables, aunque la fe y la esperanza se mantuvieran.

Será a partir de este momento crucial cuando empiece a renacer el fulgor espiritual con más ahínco, respaldado por la esperanzadora creencia y por la fe de salvación.

Se han citado algunas actuaciones calificativas, pero por grande que fuese su apreciación quedaba minimizada ante el significado que tomaba el acontecimiento de súplica de agua para el campo.




La primera fase del programa había concluido: Celebración de algún novenario a San Isidro. La suerte del resultado suponía la iniciación o no de las Rogativas. El logro satisfactorio, traducido en lluvia, implicaba el fin de la exposición. El objetivo se había cumplido, el milagro había hecho su aparición. Si por el contrario la sequía seguía pululando por el ambiente se organizaban las Rogativas.

Para quienes habían puesto en escena las Novenas, su participación en las Rogativas era la mera repetición de la apertura y de la clausura de aquéllas.
Si en el espacio de tiempo en que se acordaba la fecha y se ponía en práctica llovía, igualmente debía ofrecerse por el resultado obtenido. Pero no siempre la suerte sonreía y el rito tomaba nuevos derroteros, cambiando simplemente la estampa, el decorado, no el contenido ni el significado. En esta reunión la participación popular era masiva, por el número de pueblos que entraban en liza.



CANCIÓN A SAN ISIDRO LABRADOR

I
San Isidro Labrador
Ay, patrono de los labriegos
tú que estás allá en el cielo
me vas a hacer un favor.

Coro:
Me le dices al señor
que con su mano derecha
que me ayude en la cosecha
que soy un agricultor (Bis).

II
Tengo labrada la tierra
Ay, la semilla está escogida
con la esperanza que llueva
para sembrar enseguida

Coro:
Tú que fuiste labrador,
ayúdame en mi labranza
donde tengo mi esperanza
derramando mi sudor (Bis).

III
Acuérdate San Isandro
de la recomendación
que soy de tu devoción
a ti te ruego y te pido.

Coro:
15 de mayo es tu fiesta
te ofrezco una velación
un conjunto de acordeón
con plata de mi cosecha (Bis).

 




UNA ANÉCDOTA RECIENTE

La vecina localidad de Santa Amalia protagonizó el pasado martes, 2 de abril,  una de las imágenes del año. Varias decenas de vecinos sacaron en procesión a su patrón, San Isidro, por los exteriores de su ermita en rogativa para pedir el cesara de la lluvia.

La defensa del campo, el sustento de una población como Santa Amalia, fue el argumento dado por los devotos y devotas que acompañaban la procesión. “Ya ha llovido bastante y nuestros campos no se pueden sembrar así, si continúa cayendo agua. Por eso, con fe, hacemos esta rogativa y confiamos que San Isidro nos ayude”, decían.