viernes, 10 de mayo de 2013

LAS GLORIAS DE MARÍA







Tiempo de Glorias, esos que con tanta pasión glosara San Alfonso María Ligorio, según el cual,  María tiene poder para defender a los que la invocan en las tentaciones del demonio. Espero, amada Reina mía, que este sencillo obsequio, aunque bien poca cosa para lo que tú mereces, sea agradable a tu agradecido corazón, porque todo él es ofrenda de amor. Extiende sobre él tu mano, con la que me has librado del mundo y del infierno, acéptalo y protégelo como propiedad tuya.

Aspiro a que me recompenses por este humilde obsequio así: que yo te ame de hoy en adelante cada día mejor y que cada uno de los que tengan esta obra en sus manos quede inflamado en tu amor, se acreciente en ellos el deseo de amarte y de verte amada de todos y se dediquen con todo fervor a predicar y promover cuanto más puedan tus alabanzas y la confianza en tu poderosísima intercesión.



Para su libro más famoso, Las Glorias de María, empezó San Alfonso a recoger materiales cuando tenía 38 años de edad, y terminó de escribirlo a los 54 años, en 1750. Su redacción le gastó 16 años.




Es la santidad de San Alfonso, la que consigue que su profundo conocimiento del Dogma, de la Historia de la Iglesia, de la Teología moral, de la Espiritualidad cristiana y de la Pastoral, presente en sus múltiples obras, no apague eso que llamaríamos candura infantil devota, harto presente en el libro que él dedica a homenajear a la Virgen Inmaculada y a hacer la alabanza de sus glorias. Por lo demás, al tiempo que la lectura de ese libro nos muestra la inocente y entrañada devoción del santo, revela también su erudición y profundo conocimiento de la doctrina católica sobre María Santísima.



ENSEÑANZAS DEL LIBRO


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-1.- María: Reina sí, pero llena de dulzura y nuestra Madre

"María es Reina; pero no olvidemos, para nuestros común consuelo, que es una reina toda dulzura y clemencia e inclinada a hacernos bien a los necesitados."

"El Arzobispo de Praga, Ernesto, dice que el eterno Padre ha dado al Hijo el oficio de juzgar y castigar, y a la Madre el oficio de compadecer y aliviar a los miserables."

"Si Jesús es el Padre de nuestra almas, María es la madre, porque dándonos a Jesús nos dio la verdadera vida, y ofreciendo en el Calvario la vida de su Hijo por nuestra salvación fue como darnos a luz y hacernos nacer a la vida de la gracia."

"Somos hijos muy queridos de María porque le hemos costado excesivos dolores. Las madres aman más a los hijos por los que más cuidados y sufrimientos han tenido para conservarles la vida. Nosotros somos esos hijos por los cuales María, para obtenernos la vida de la gracia, ha tenido que sufrir el martirio de ofrecer la vida de su amado Jesús".

-2.- María socorre especialmente a quienes la aman

"Si María es tan buena con todos, aun con los ingratos y negligentes que la aman poco y poco recurren a ella, ¿cómo será ella de amorosa con los que la aman y la invocan con frecuencia? 'Se deja ver fácilmente de los que la aman, y hallar de los que la buscan'. (Sab 6, 13). Exclama San Alberto magno: ‘¡Qué fácil para los que aman a María encontrarla toda llena de piedad y de amor!' ".

A un joven religioso medieval, que se había vuelto bandolero, pero que a pesar de su debilidad quería regresar a la vida de virtud, la Virgen se le aparece y le dice: " ‘Hijo mío, ¿por qué me dejas?'. Ernesto, confuso y compungido, cayó en tierra y respondió. ‘Señora, ¿pero no ves que no puedo resistir más? ¿Por qué no me ayudas?'. La Virgen le respondió: ¿Y tú por qué no me has invocado? Si te hubieras encomendado a mí, no te verías en este estado. De hoy en adelante encomiéndate a mí y no dudes".

"Dice San Bernardino de Siena que Dios no destruyó al hombres después del pecado por el amor especialísimo que tenía a esta su hija que había de nacer. Y añade el santo que no tiene la menor duda en creer que todas la misericordias y perdones recibidos por los pecadores en la antigua ley, Dios se los concedió en vistas a esta bendita doncella."

"Comentando la parábola del hijo pródigo, hace el abad Ruperto una hermosa reflexión. Dice que si el hijo díscolo hubiese tenido viva la madre, jamás se hubiera ido de la casa del padre o hubiera regresado antes de que lo hizo. Con esto quiere decir que quien se siente hijo de María jamás se aparta de Dios, o si por desgracia se aparta, por medio de María pronto vuelve".

 


-3.- La devoción a María no compite con el amor al Redentor

" ‘Maldito el hombre que confía en otro hombre' (Jer 17, 5). María, exclaman, es una criatura; ¿y cómo puede ser una criatura nuestra esperanza? Esto dicen los herejes. Pero contra ellos la santa Iglesia quiere que todos los sacerdotes y religiosos alcen la voz de parte de todos los fieles y a diario invoquen a María con este dulce nombre de esperanza nuestra, esperanza de todos: Esperanza nuestra salve. De dos maneras dice el angélico Santo Tomás, podemos poner nuestra confianza en una persona: o como causa principal o como causa intermedia. Los que quieren alcanzar algún favor de un rey, o lo esperan del rey como señor, o lo esperan conseguir por el ministro o favorito como intercesor. Si se obtiene semejante gracia, se obtiene del rey pero por medio de su favorito, por lo que quien la obtiene, razón tiene para llamar a su intercesor su esperanza."

"Ordenó Dios a Moisés que hiciera un propiciatorio de oro purísimo para hablarle desde allí: ‘Me harás un propiciatorio de oro purísimo...; desde él te daré mis órdenes y hablaré contigo' (Ex 25, 17). Dice un autor que ese propiciatorio es María, desde el cual Dios habla a los hombres y desde el que nos concede el perdón y sus gracias y favores."

"Con razón San Antonio aplica a María el pasaje de la Sagrada Escritura: ‘Todos los bienes me vinieron juntamente con ella' (Sab 7, 11). Ya que María es la madre y dispensadora de todos los bienes, bien puede decirse que el mundo, y sobre todo lo que en el mundo son devotos de esta reina, junto con esta devoción a María han obtenido todos los bienes."

-4.- María vence al mal

No sólo María santísima es reina del cielo y de los santos, sino que también ella tiene imperio sobre el infierno y los demonios por haberlos derrotado valientemente con su poder. Ya desde el principio de la Humanidad, Dios predijo a la serpiente infernal la victoria y el dominio que había de ejercer sobre él nuestra reina al anunciar que vendría al mundo una mujer que lo vencería: “Pondré enemistades entre ti y la mujer... Ella quebrantará tu cabeza” (Gn 3, 15). ¿Y quién fue esta mujer su enemiga sino María, que con su preciosa humildad y vida santísima siempre venció y abatió su poder? “En aquella mujer fue prometida la Madre de nuestro Señor Jesucristo”, dice san Cipriano. Y por eso argumenta que Dios no dijo “pongo”, sino “pondré”, para que no se pensara que se refería a Eva. Dice pondré enemistad entre ti y la mujer para demostrar que esta triunfadora de Satán no era la Eva allí presente, sino que debía de ser otra mujer hija suya que había de proporcionar a nuestros primeros padres mayor bien, dice san Vicente Ferrer, que aquellos de que nos habían privado al cometer el pecado original. María es, pues, esa mujer grandiosa y fuerte que ha vencido al demonio y le ha aplastado la cabeza abatiendo su soberbia, como lo dijo Dios: “Ella quebrantará tu cabeza”. Cuestionan algunos si estas palabras se refieren a María o a Jesucristo, porque los Setenta traducen: “Él quebrantará tu cabeza...”

Pero en cualquier caso, sea el Hijo por medio de la Madre o la Madre por virtud del Hijo, han desbaratado a Lucifer y, con gran despecho suyo, ha quedado aplastado y abatido por esta Virgen bendita, como dice san Bernardo. Por lo cual vencido en la batalla, como esclavo, se ve forzado a obedecer las órdenes de esta reina. “Bajo los pies de María, aplastado y triturado, sufre absoluta servidumbre”. Dice san Bruno que Eva, al dejarse vencer de la serpiente nos acarreó tinieblas y muerte; pero la santísima Virgen, venciendo al demonio nos trajo la luz y la vida. Y lo amarró de modo que el enemigo no puede ni moverse ni hacer el menor mal a sus devotos.



-5.- María nos libra del maligno

Hermosa es la explicación que da Ricardo de San Lorenzo de aquellas palabras de los Proverbios: “En ella confía el corazón de su marido que no tendrá necesidad de botín” (Pr 31, 11), y dice: “Confía en ella el corazón de su esposo, es decir, Cristo; y es que ella enriquece a su esposo con los despojos que le quita al diablo”. “Dios ha confiado a María el corazón de Jesús a fin de que ella corra con el cuidado de hacerlo amar de los hombres”. Así lo explica Cornelio a Lápide. Y de ese modo no le faltarán despojos, es decir, almas rescatadas que ella le consigue despojando al infierno, salvándolas de los demonios con su potente ayuda.

Ya se sabe que la palma es señal de la victoria; por eso nuestra reina está colocada en excelso trono a vista de todas las potestades como palma signo de victoria segura, que es lo que se pueden prometer todos los que se colocan bajo su amparo. “Extendí mis ramos como palma de Cadés” (Ecclo 24, 18), es decir, para defender, como añade san Alberto Magno. Hijos, parece decirnos María, cuando os asalta el enemigo recurrid a mí, miradme y confiad, porque en mí que os defiendo veréis también lograda nuestra victoria”. Y es que recurrir a María es el medio segurísimo para vencer todas las asechanzas del infierno, porque ella, dice san Bernardino de Siena, tiene señorío sobre los demonios y el infierno, a quienes domeña y abate. Que por eso María es llamada terrible contra las potestades infernales como ejército bien disciplinado. “Terribles como ejército en orden de batalla” (Ct 6, 3), porque sabe combinar muy bien su poder, su misericordia y sus plegarias para confundir a sus enemigos y en beneficio de sus devotos, que en las tentaciones invocan su potente socorro.

“Y, como la vida, di frutos de suave aroma” (Ecclo 24, 23). “Yo, como la vid –le hace decir el Espíritu Santo–, he dado frutos de suave fragancia”. “Dicen –explica san Bernardo referente a este pasaje– que al florecer las viñas se ahuyentan los reptiles venenosos”. Así también tienen que huir los demonios de las almas afortunadas que tienen aromas de la devoción de María. También por esto María es llamada “cedro”. “Como cedro ha sido exaltada en el Líbano” (Ecclo 24, 17). No sólo porque así como el cedro es incorruptible, así María no sufrió la corrupción del pecado, sino también porque, como dice el cardenal Hugo a este respecto, como el cedro con su penetrante olor ahuyenta a las serpientes, así María con su santidad pone en fuga a los demonios.


-6.-  María nos asegura la victoria

En Israel, por medio del arca se ganaban las batallas. Así vencía Moisés a sus enemigos. “Al tiempo de elevar el arca decía Moisés: Levántate, Señor, y que sean dispersados tus enemigos” (Nm 10, 35). Así fue conquistada Jericó, así fueron derrotados los filisteos. “Allí estaba el arca de Dios” (1R 14, 18). Ya es sabido que el arca fue figura de María. “El arca que contenía el maná, o sea, Cristo, es la santísima Virgen que consigue la victoria sobre los malvados y los demonios”. Y como en el arca se encontraba el maná, así en María se encuentra Jesús, del que igualmente fue figura el maná, por medio de este arca se obtiene la victoria sobre los enemigos de la tierra y del infierno. Por eso dice san Bernardino de Siena que cuando María, arca del Nuevo Testamento, fue elevada a ser reina del cielo, quedó muy débil y abatido el poderío del demonio sobre los hombres.

“¡Cómo tiemblan ante María y su nombre poderosísimo los demonios en el infierno!”, exclama san Buenaventura. El santo compara a estos enemigos con aquellos de los que habla Job: “Fuerzan de noche las casas... y si los sorprende la aurora la ven como las sombras de la muerte” (Jb 24, 16). Los ladrones van a robar las casas de noche; pero si en eso les sorprende la aurora, huyen como si se les apareciera la sombra de la muerte. Lo mismo, dice san Buenaventura, sucede cuando los demonios entran en un alma si ésta se encuentra espiritualmente a oscuras. Pero en cuanto al alma le viene la gracia y la misericordia de María, esta hermosa aurora disipa las tinieblas y pone en huida a los enemigos infernales como se huye de la muerte. ¡Bienaventurado el que siempre, en las batallas contra el infierno, invoca el hermosísimo nombre de María!




Dios reveló a santa Brígida que ha concedido tan gran poder a María para vencer a los demonios, que cuantas veces asaltan a un devoto de la Virgen que pide su ayuda, a la menor señal suya huyen despavoridos, prefiriendo que se les multipliquen los tormentos del infierno a verse dominados por el poder de María.

“Como lirio entre espinas, así es mi amiga entre las vírgenes” (Ct 2, 2). Comentando estas palabras en que el esposo divino alaba a su amada esposa cuando la compara con la azucena entre espinas, que así es su amada entre todas, reflexiona Cornelio a Lápide y dice: “Así como la azucena es remedio contra las serpientes y sus venenos, así invocar a María es remedio especialísimo para vencer todas las tentaciones, sobre todo las de impureza, como lo comprueban quienes lo practican.

Decía san Juan Damasceno: “Oh Madre de Dios, teniendo una confianza invencible en ti, me salvaré. Perseguiré a mis enemigos teniendo por escudo tu protección y tu omnipotente auxilio”. Lo mismo puede decir cada uno de nosotros que gozamos la dicha de ser los siervos de esta gran reina: Oh Madre de Dios, si espero en ti jamás seré vencido, porque defendido por ti perseguiré a mis enemigos, y oponiéndoles como escudo tu protección y tu auxilio omnipotente, los venceré. El monje Jacobo, doctor entre los padres griegos, hablando de María con el Señor, así le dice: “Tú, Señor mío, me has dado esta Madre como un arma potentísima para vencer infaliblemente a todos mis enemigos”.

Se lee en el Antiguo Testamento que el Señor, desde Egipto hasta la tierra de promisión, guiaba a su pueblo durante el día con una nube en forma de columna, y por la noche con una columna de fuego (Ex 13, 21). En esta nube en forma de columna y en esta columna en forma de fuego, dice Ricardo de San Lorenzo, está figurada María y sus dos oficios que ejercita constantemente para nuestro bien; como nube nos protege de los ardores de la divina justicia, y como fuego nos protege de los demonios. Es ella como columna de fuego, afirma el santo, porque como la cera se derrite ante el fuego, así los demonios pierden sus fuerzas ante el alma que con frecuencia se encomienda a María y trata devotamente de imitarla.

-7.- María es nombre de victoria contra el mal

“¡Cómo tiemblan los demonios –afirma san Bernardo– con sólo oír el nombre de María!” “Al nombre de María se dobla toda rodilla. Y los demonios no sólo temen, sino que al oír esta voz se estremecen de terror”. “Así como los hombres –dice Tomás de Kempis– caen por tierra espantados cuando oyen el estampido de un trueno cercano, así caen derribados los demonios cuando oyen que se nombra a María”. ¡Qué maravillosas victorias han obtenido sobre sus enemigos los devotos de María con sólo invocar su nombre! Así lo venció san Antonio de Papua; así el beato Enrique Susón; así tantos otros amantes de María. Refieren las relaciones de las misiones del Japón que a un cristiano se le presentaron muchos demonios en forma de animales feroces para amenazarlo y espantarlo, pero él les dijo: “No tengo armas con qué asustaros; si lo permite el Altísimo, haced de mí lo que os plazca. Pero, eso sí, tengo en mi defensa los dulcísimos nombres de Jesús y de María”. Apenas dijo esto cuando a la voz de estos nombres tremendos se abrió la tierra y se tragó a los espíritus soberbios. San Anselmo asegura con su experiencia haber visto y conocido a muchos que al nombrar a María se habían visto libres de los peligros.

“Glorioso y admirable es tu nombre, ¡oh María! –exclama san Buenaventura–. Los que lo pronuncian en la hora de la muerte no temen, pues los demonios, al oírlo, al punto dejan tranquila el alma”. Muy glorioso y admirable es tu nombre, oh María; los que se acuerdan de pronunciarlo en la hora de la muerte no tienen ningún miedo al infierno, porque los demonios, en cuanto oyen que se nombra a María, al instante dejan en paz a esa alma. Y añade el santo que no temen tanto en la tierra los enemigos a un gran ejército bien armado, como las potestades del infierno al nombre de María y a su protección. “Tú, Señora –dice san Germán–, con la sola invocación de tu nombre potentísimo aseguras a tus siervos contra todos los asaltos del enemigo.




-8.-  María ayuda a superar toda tentación

¡Ah! Si las criaturas tuvieran cuidado de invocar el nombre de María con toda confianza, en las tentaciones, ciertamente, nunca caerían. Sí, porque como dice el beato Alano, al oír este sublime nombre huye el demonio y se estremece el infierno. “Satán huye y tiembla l infierno cuando digo: Ave María”. También reveló la misma reina a santa Brígida que hasta de los pecadores más perdidos y más alejados de Dios y más poseídos del demonio huye enseguida el enemigo en cuanto sienten que ellos invocan en su ayuda con verdadera voluntad de enmendarse el poderosísimo nombre de ella. Pero añadió la Virgen que los demonios, si el alma no se enmienda y no arroja de sí el pecado con la contrición, pronto retornan y siguen poseyéndola.


ORACIÓN ANTE EL PELIGRO


María, esperanza mía,
mira a tus pies a un pobre pecador
tantas veces por mi culpa esclavo del mal.
Reconozco que me dejé vencer del enemigo
por no acudir a ti, refugio mío.
Si a ti hubiera siempre recurrido
y siempre te hubiera invocado,
jamás hubiera caído.
Espero, Señora y Madre,
haber salido por tu medio del mal
y que Dios me habrá perdonado.
Pero temo caer de nuevo en sus cadenas.
Sé que mis enemigos desean perderme
y me preparan nuevos asaltos y tentaciones.
Ayúdame tú, mi reina y mi refugio.
Tenme bajo tu protección;
no consientas que de nuevo
me vea esclavo del pecado.
Sé que siempre que te invoque
me ayudarás a salir victorioso.
Virgen santísima,
que siempre de ti me acuerde,
sobre todo al encontrarme en la batalla;
haz que no deje de invocarte
diciendo: “María, ayúdame; ayúdame, María”.
Y cuando llegue la hora de mi muerte,
reina mía, asísteme entonces como nunca;
haz tú misma que me acuerde de invocarte
con la boca y el corazón con más frecuencia
para que, expirando
con tu dulce nombre en los labios
y el de tu Hijo Jesús,
pueda ir a bendeciros y alabaros
para no separarme de vosotros
por toda la eternidad en el paraíso. 

Amén.


 



BIOGRAFIA de SAN ALFONSO MARÍA LIGORIO


 
 

San Alfonso nació en Nápoles el 27 de Septiembre de 1696. Sus padres Don José de Liguori y Doña Ana Cavalieri eran de familias nobles y distinguidas.


Era un "niño prodigio" con gran facilidad para los idiomas, ciencias, arte, música y demás disciplinas. Empezó a estudiar leyes a los 13 años y a los 16 años presentó el examen de doctorado en derecho civil y canónico en la Universidad de Nápoles. A los 19 años ya era un abogado famoso.



Conversión

Según se cuenta, en su profesión como abogado no perdió ningún caso en 8 años, hasta que un día después de su brillante defensa, un documento demostró que él había apoyado (aunque sin saberlo), lo que era falso. Eso cambió su vida radicalmente.

Hizo un retiro en el convento de los lazaristas y se confirmó en la cuaresma de 1722. Estos dos eventos reavivaron su fervor. Al año siguiente, en dos ocasiones oyó una voz que le decía: "abandona el mundo y entrégate a mi". Hizo voto de celibato y abandonó completamente su profesión. Muy pronto Dios le confirmó cual era su voluntad.

Se fue a la iglesia Nuestra Señora de la Misericordia a pedir ser admitido en el oratorio. Su padre trató de impedirlo, pero al verlo tan decidido le dio permiso de hacerse sacerdote pero con la condición de que se fuese a vivir a su casa. Alfonso aceptó, siguiendo el consejo de su director espiritual que era oratoriano. 

Hizo los estudios sacerdotales en su casa. Fue ordenado sacerdote en 1726 a los 30 años. Los dos años siguientes se dedicó a los "vagos" de los barrios de las afueras de Nápoles. 

 

La predica sencilla desde el corazón

En los comienzos del siglo XVIII combatió la prédica muy florida y el rigorismo jansenista en los confesionarios. El predicaba con sencillez. El santo decía a sus misioneros: "Emplead un estilo sencillo, pero trabajad a fondo vuestros sermones. Un sermón sin lógica resulta disperso y falto de gusto. Un sermón pomposo no llega a la masa. Por mi parte, puedo deciros que jamás he predicado un sermón que no pudiese entender la mujer más sencilla".

San Alfonso abandonó su casa paterna en 1729, a los 33 años de edad y se fue de capellán a un seminario donde se preparaban misioneros para la China.

En 1730 el Obispo de Castellamare, el Monseñor Falcoia, invita a Alfonso a predicar unos ejercicios en un convento religioso en Scala. Este hecho tuvo grandes consecuencias, porque ayudó a discernir a las religiosas una revelación que tuvo la hermana María Celeste. El día de la transfiguración de 1731, las religiosas vistieron el nuevo hábito y empezaron la estricta clausura y vida de penitencia. Así comienza la Congregación de las Redentoristas.

En 1732 se despide de sus padres y vuelve a Scala, y con la ayuda y colaboración de un grupo de laicos, a los 36 años funda la Congregación del Santísimo Redentor, cuya primera casa perteneció al convento de las religiosas. San Alfonso era el superior inmediato y Monseñor Falcoia era el director general. 

Grandes pruebas

Al poco tiempo comenzaron los problemas. La congregación se dividió entre los dos superiores. Al poco tiempo la hermana María Celeste se va a fundar otra congregación. A los 5 meses el santo se quedó solo con un hermano, pero mas tarde se presentaron nuevos candidatos y se estableció en una casa más grande.

En 1734 funda otra casa en Villa degli Schiavi y se dedica a misionar allí. Su confesionario estaba siempre lleno. Trataba a sus penitentes como almas que era necesario salvar. 

En 1737, se divulgan rumores sobre la casa de Villa degli Schiavi y San Alfonso decide suprimir esa fundación. Al año siguiente también cierra la casa de Scala.

Organizó misiones en Nápoles por 2 años a pedido del Cardenal Spinelli, arzobispo.

En 1743, al morir Mons. Falcoia, San Alfonso vuelve a ocuparse de su congregación como superior general y se encarga de redactar las constituciones. A pesar de la oposición de las autoridades españolas, los misioneros reorganizados fundan varias casas.

En 1748 San Alfonso publica en Nápoles la primera edición de su "Teología Moral". La segunda edición apareció entre los años 1753 y 1755.

En 1749 el papa Benedicto XIV aprobó la congregación y a partir de eso, el éxito fue enorme.
En 1750, los Jansenistas comienzan a divulgar que la devoción a la Santísima Virgen era una superstición. San Alfonso defiende a Nuestra Señora, publicando "Las Glorias de María".

San Alfonso era estricto, pero a la vez tierno y compasivo.

 


En el proceso de beatificación el P. Cajone dijo: "A mi modo de ver, su virtud característica era la pureza de intención. Trabajaba siempre y en todo, por Dios, olvidado de si mismo. En cierta ocasión nos dijo: 'Por la gracia de Dios, jamás he tenido que confesarme de haber obrado por pasión. Tal vez sea porque no soy capaz de ver a fondo en mi conciencia, pero, en todo caso, nunca me he descubierto ese pecado con claridad suficiente para tener que confesarlo' ". Esto es realmente admirable, teniendo en cuenta que San Alfonso era un Napolitano de temperamento apasionado y violento, que podía haber sido presa fácil de la ira, el orgullo y de la precipitación.


San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, (Tenía 90 años).

El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875.

Para un devoto de la Virgen ninguna lectura más provechosa que Las Glorias de María de San Alfonso.

No hay gente débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí sabe rezar.

(San Alfonso)