El próximo 19 de mayo, celebramos la festividad de Pentecostés, y los cristianos nos preparamos a conciencia en nuestras Parroquias e Iglesias, para recibir la llegada del Espíritu Santo.
Una festividad universal
de la iglesia, mediante la cual se conmemora el descendimiento del Espíritu
Santo sobre los Apóstoles, a los cincuenta días después de la Resurrección de
Cristo, en el festival judío llamado "festejo de las semanas" o
Pentecostés (Ex., xxxiv, 22; Deut., xvi, 10). En algunos lugares es llamado el
"domingo de blanco" ("whitesunday") debido a los ropajes
blancos que son portados por aquellos que son bautizados durante la vigilia.
Pentecostés ("Pfingsten" en alemán), es la denominación griega por
"quincuagésimo", 50o., día después de la Pascua.
Se trata de una
festividad cristiana que data del siglo primero, aunque no hay evidencia de que
haya sido observada tan antiguamente como la Pascua, el pasaje en Corintios I (xvi, 8)
probablemente se refiere a una festividad judía. Esto no es sorprendente ya que
el festejo originalmente duraba un sólo día y se realizaba en domingo. Además
estaba muy estrechamente relacionada con la Pascua de manera que se podría tratar de una
actividad en la terminación pascual.
El hecho de que
Pentecostés era una festividad que ya pertenecía a los tiempos apostólicos lo
constata el séptimo de los fragmentos (interpolados) cuya autoría es atribuida
a San Irineo. En Tertuliano (De bat., xix) el festival aparece como ya
firmemente establecido. El Peregrino Gallic, da detallada cuenta de como esta
festividad era observada de manera solemne en Jerusalén ("Peregin.
Silvae", ed. Geyer, iv). Las Constituciones Apostólicas (V, xx, 17)
señalan que Pentecostés tenía la duración de una semana, pero en Occidente no
fue observada su ejecución de ocho días sino hasta fecha más tarde. De acuerdo
a Berno de Reichenau (1048) fue un aspecto controversial la duración del
festejo de Pentecostés. En la actualidad la fiesta tiene un rango similar al
del Domingo de Resurrección o Pascua. Durante la vigilia, los catecúmenos eran
bautizados, consecuentemente, las ceremonias del sábado eran similares a las
observadas en Sábado Santo.
El oficio de Pentecostés
tiene sólo un nocturno, durante toda la semana. En la tercera hora tiene el
"Veni Creator", el cual es cantado en lugar del himno de costumbre,
debido a que en el tercera hora se considera que descendió el Espíritu Santo. La Misa completa tiene una
secuencia de "Veni Sancte Spiritus", la autoría del cual se atribuye
al Rey Roberto de Francia. El color del ropaje sacerdotal es rojo, como un
símbolo de las lenguas de fuego que descendieron.
Con anterioridad, las cortes
no funcionaban durante la semana entera y los trabajos clericales fueron
prohibidos. El Concilio de Constanza (1094), limitó estas prohibiciones a los
primeros tres días de la semana. El resto correspondiente al sábado (sabat) y
el martes, fueron abolidos en 1771, y en muchos territorios de misión también
el lunes. Este último día fue eliminado de observancia estricta por San Pío X
en 1911. Aún hoy día, tal y como sucede en la Pascua, el rango litúrgico de lunes y martes de
la semana de Pentecostés el del tipo Doble de Primera Clase.
En Italia fue costumbre que se lanzaran pétalos de rosas desde el cielo de las iglesias, simbolizando así el milagro de las lenguas de fuego, con base en ello, el domingo de Pentecostés es llamado en Sicilia y en otras regiones italianas, como Pascha Rosatum, nombre que proviene del uso de los ropajes rojos de la ocasión. En Francia la costumbre incluyó el oque de trompetas durante los servicios, con el objeto de recordar el sonido y estruendo que debió acompañar el descenso del Espíritu Santo. En Inglaterra, la nobleza se entretenía con carreras de caballos. En la actualidad el festival de Whitsun Ales es prácticamente obsoleto.
En las vísperas de
Pentecostés, en las iglesias orientales, servicios extraordinarios con genuflexión
o arrodillamientos, fueron acompañados por largas lecturas y recitaciones
poéticas y de los salmos (de Maltzew, "Fasten-und Blumen Triodion",
p. 898 en donde se identifica el servicio completo de carácter greco-ruso;
también en Baumstark, "Jacobit, Fest Brevier", p. 255). Para los
festejos de Pentecostés, los rusos llevan flores y ramas verdes en sus manos.
Una festividad universal
de la iglesia, mediante la cual se conmemora el descendimiento del Espíritu
Santo sobre los Apóstoles, a los cincuenta días después de la Resurrección de Cristo,
en el festival judío llamado "festejo de las semanas" o Pentecostés
(Ex., xxxiv, 22; Deut., xvi, 10). En algunos lugares es llamado el
"domingo de blanco" ("whitesunday") debido a los ropajes
blancos que son portados por aquellos que son bautizados durante la vigilia.
Pentecostés ("Pfingsten" en alemán), es la denominación griega por
"quincuagésimo", 50o., día después de la Pascua.
Se trata de una festividad
cristiana que data del siglo primero, aunque no hay evidencia de que haya sido
observada tan antiguamente como la
Pascua, el pasaje en Corintios I (xvi, 8) probablemente se
refiere a una festividad judía. Esto no es sorprendente ya que el festejo originalmente
duraba un sólo día y se realizaba en domingo. Además estaba muy estrechamente
relacionada con la Pascua
de manera que se podría tratar de una actividad en la terminación pascual.
El hecho de que
Pentecostés era una festividad que ya pertenecía a los tiempos apostólicos lo
constata el séptimo de los fragmentos (interpolados) cuya autoría es atribuida
a San Irineo. En Tertuliano (De bat., xix) el festival aparece como ya
firmemente establecido. El Peregrino Gallic, da detallada cuenta de como esta
festividad era observada de manera solemne en Jerusalén ("Peregin.
Silvae", ed. Geyer, iv). Las Constituciones Apostólicas (V, xx, 17)
señalan que Pentecostés tenía la duración de una semana, pero en Occidente no
fue observada su ejecución de ocho días sino hasta fecha más tarde. De acuerdo
a Berno de Reichenau (1048) fue un aspecto controversial la duración del
festejo de Pentecostés. En la actualidad la fiesta tiene un rango similar al
del Domingo de Resurrección o Pascua. Durante la vigilia, los catecúmenos eran
bautizados, consecuentemente, las ceremonias del sábado eran similares a las
observadas en Sábado Santo.
El oficio de Pentecostés
tiene sólo un nocturno, durante toda la semana. En la tercera hora tiene el
"Veni Creator", el cual es cantado en lugar del himno de costumbre,
debido a que en el tercera hora se considera que descendió el Espíritu Santo. La Misa completa tiene una
secuencia de "Veni Sancte Spiritus", la autoría del cual se atribuye
al Rey Roberto de Francia. El color del ropaje sacerdotal es rojo, como un
símbolo de las lenguas de fuego que descendieron.
Con anterioridad, las
cortes no funcionaban durante la semana entera y los trabajos clericales fueron
prohibidos. El Concilio de Constanza (1094), limitó estas prohibiciones a los
primeros tres días de la semana. El resto correspondiente al sábado (sabat) y
el martes, fueron abolidos en 1771, y en muchos territorios de misión también
el lunes. Este último día fue eliminado de observancia estricta por San Pío X
en 1911. Aún hoy día, tal y como sucede en la Pascua, el rango litúrgico de lunes y martes de
la semana de Pentecostés el del tipo Doble de Primera Clase.
En Italia fue costumbre
que se lanzaran pétalos de rosas desde el cielo de las iglesias, simbolizando
así el milagro de las lenguas de fuego, con base en ello, el domingo de
Pentecostés es llamado en Sicilia y en otras regiones italianas, como Pascha
Rosatum, nombre que proviene del uso de los ropajes rojos de la ocasión. En
Francia la costumbre incluyó el toque de trompetas durante los servicios, con
el objeto de recordar el sonido y estruendo que debió acompañar el descenso del
Espíritu Santo. En Inglaterra, la nobleza se entretenía con carreras de
caballos. En la actualidad el festival de Whitsun Ales es prácticamente
obsoleto.
En las vísperas de
Pentecostés, en las iglesias orientales, servicios extraordinarios con
genuflexión o arrodillamientos, fueron acompañados por largas lecturas y
recitaciones poéticas y de los salmos (de Maltzew, "Fasten-und Blumen
Triodion", p. 898 en donde se identifica el servicio completo de carácter
greco-ruso; también en Baumstark, "Jacobit, Fest Brevier", p. 255).
Para los festejos de Pentecostés, los rusos llevan flores y ramas verdes en sus
manos.
EL PENTECOSTÉS JUDÍO
Seguramente en el 99% de los casos
cuando se le pregunta a un católico o a un cristiano qué se celebra en
Pentecostés, responderá que la venida o efusión del Espíritu Santo. El mismo
porcentaje reaccionará con sorpresa y desconcierto cuando se le confronte con
el texto de Hechos de los Apóstoles que dice: “Al llegar el día de Pentecostés,
estaban todos juntos en el mismo lugar” (v. 1). Todavía no aparece mencionado
el Espíritu y ya se habla del día de Pentecostés de lo que se desprende que
Pentecostés antes de ser una fiesta cristiana era (y es hasta el día de hoy)
una fiesta judía. Y era una inmensa fiesta: una de las tres fiestas anuales de
peregrinación a Jerusalén que se celebraban en Israel (ver Ex 23,16). Es decir,
el Espíritu Santo, para decirlo de una forma gráfica, se aprovechó de la fiesta
de Pentecostés, que estaban celebrando los judíos en Jerusalén, para
manifestarse.
Originalmente, se trataba de una
fiesta agrícola de ofrenda de las primicias de las cosechas a Yahvéh. Levítico
23,15-16 dice: “A partir del día siguiente al sábado, esto es, del día en que
hayan ofrecido las espigas con el rito del balanceo, contarán siete semanas
completas. Contarán cincuenta días hasta el día siguiente al séptimo sábado, y
entonces ofrecerán a Yahvéh una ofrenda de granos nuevos”. De ahí el nombre
hebreo de fiesta de las “semanas” (shabuot) y el nombre griego de “Pentecostés”
que significa “cincuenta”.
Posteriormente, Pentecostés pasó a
conmemorar la alianza de Dios con el pueblo en el Sinaí y, específicamente, la
entrega por parte de Dios de la
Toráh o Ley al pueblo de Israel a través de Moisés.
Shabuot se celebra 50 días después de
Pésaj (= Pascua) y constituye la culminación del proceso de salvación: en la Pascua el pueblo fue
liberado de la esclavitud de Egipto y en Shabuot toma conciencia del “para qué”
fue liberado: para hacer la voluntad de Dios expresada en su Ley. La Toráh se convierte así en el
gran regalo, la gran primicia de Dios para la vidahumana porque en el cumplimiento de esa Ley
el ser humano encontrará la felicidad. Se trata, entonces, no sólo de una
“libertad de” sino de una “libertad para”.
Es cierto que el cristianismo no es
judaísmo y que no es necesario ser judío para ser cristiano; sin embargo, el
cristianismo surgió históricamente del judaísmo y por eso conocer nuestras
raíces nos permite una mejor comprensión de nuestra comunidad de fe.
Nosotros celebramos “nuestro
Pentecostés” también 50 días después de la Pascua de Jesús. Que el Espíritu Santo descienda
sobre los apóstoles durante la fiesta judía de Pentecostés significa que los
cristianos tenemos otra ley: la ley del Espíritu, ley que supera a la Toráh en cuanto que no está
escrita en uno o muchos códigos, pues de lo que se trata es de vivir
permanentemente en sintonía con el Espíritu de Dios.
En el Nuevo Testamento, el Espíritu
se manifiesta como el que produce la unidad en el amor, según el antiguo saludo
litúrgico de la Iglesia
que se conserva en 2Co 13,13 y que se repite al inicio de cada misa: “¡La
gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios (Padre) y la comunión del
Espíritu Santo, estén con todos ustedes!” El Espíritu Santo es en primer lugar
el nosotros del Padre y del Hijo en persona, la comunión del uno y del otro. Y
así como es el vínculo de unidad en la Trinidad, lo es también en la historia de la
salvación realizando la unidad de los creyentes y, en última instancia, de todo
el género humano.
Este Espíritu es el que conduce la Iglesia y que produce su
unidad. Hay que recordar que unidad no es sinónimo de uniformidad, le pese a
quien le pese. Los creyentes no somos ni debemos ser producidos en serie. La
unidad es la armonía en la diversidad legítima, tal como las cuerdas de un arpa
o de una guitarra que, siendo distintas, pueden producir hermosas melodías.
También hay que recordar que la Iglesia (todos nosotros)
debe abrirse constantemente a la acción del Espíritu tanto dentro como fuera de
ella, pues la Iglesia
no es la administradora del Espíritu (como una administradora de fondos de
pensiones), sino la servidora del Espíritu; y como el Espíritu sopla donde
quiere (ver Juan 3,8), la
Iglesia debe esforzarse entonces por discernir dónde está
actuando para ir allí y servirlo.
El Espíritu por su mismo nombre –que
significa también viento, soplo- nos saca de nuestras patrias imaginarias para
lanzarnos a un porvenir insospechado; desestructura nuestras pseudoseguridades,
indica la revolución de la historia y nos trae el futuro de Dios. En última
instancia, nos muestra la insuficiencia del ahora y a Dios como futuro y
plenitud del mundo.
VEN,
ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo,
y envía del Cielo
un rayo de tu luz.
Ven, padre de los pobres,
ven, dador de gracias,
ven luz de los corazones.
Consolador magnífico,
dulce huésped del alma,
su dulce refrigerio.
Descanso en la fatiga,
brisa en el estío,
consuelo en el llanto.
¡Oh luz santísima!
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.
Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea bueno.
Lava lo que está manchado,
riega lo que está árido,
sana lo que está herido.
Dobla lo que está rígido,
calienta lo que está frío,
endereza lo que está extraviado.
Concede a tus fieles,
que en Ti confían
tus siete sagrados dones.
Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación,
dales la felicidad eterna.