“La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la
peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la misericordia. Es una
peregrinación en la que El mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra
pobreza, sosteniéndonos en el camino hacia la alegría intensa de la Pascua”. Mensaje del
Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2006.
La
Cuaresma es un tiempo fuerte de
oración, ayuno y atención a los necesitados, y de esta
manera nos ofrece la oportunidad de prepararnos para la Pascua, haciendo un
serio balance de nuestra vida.
“Hay mayor felicidad en dar que en recibir” Hech 20, 35
Estas reflexiones, calarán hondo en nuestra vida cuando sinceramente en la presencia de Dios nos preguntemos si realmente buscamos servir, dar, acompañar, disculpar, perdonar, ayudar.
Nuestro caminar en este mundo y cada día deberá estar centrado en los demás, ¿son felices los que viven conmigo?, ¿me sacrifico, con una sonrisa o con actitudes que les hagan mas fácil el vivir? Nuestra época está influenciada, lamentablemente, por una mentalidad egoísta. Cada vez más se incentiva el deseo de acumular bienes materiales, por supuesto que con el fruto del trabajo esto es bueno, pero un deseo desmedido impide a las personas abrirse a las necesidades de los otros.
El sabernos privar de algo para dárselo a los demás, y no estamos hablando solo de dinero, ni de cosas, sino inclusive de nuestro tiempo, hará que nuestros corazones se sensibilicen al dolor y necesidades de otros. Ayudemos a nuestros hijos, compañeros, amigos a darse, a entregarse en beneficio de otros. Así iremos construyendo un mundo más justo, y nosotros iremos creciendo en esa vida de cristianos. “Ya no soy yo el que vive, sino Cristo que vive en mí”. San Pablo.
Reflexionar
nosotros, y ayudar a que otros reflexionen de esta forma: “¿Qué haría Cristo en esta circunstancia o en aquella
otra?” y tratar de imitar aquello que ya sabemos, Cristo
siempre escogió, el perdón, la disculpa, la privación, el dolor con tal que
nosotros fuéramos salvados.
Parecernos mas a Cristo, ser otro Cristo. Meta alta pero alcanzable
para los cristianos.
Si estamos dispuestos a morir con Cristo en esta Cuaresma a través del sacrificio pequeño pero constante, entonces mereceremos resucitar con Él y gozar de la Gloria Eterna. Amén.
QUE HACER EN LA CUARESMA
Desde luego las cosas han cambiado.
Las abstinencias de los viernes, por ejemplo, resultan a menudo poco
significativas. Y los pequeños o grandes sacrificios no tienen muy buena
prensa, y además no se sabe exactamente para qué sirven y si tienen suficiente
sentido.
Pero a pesar de que las cosas hayan
cambiado, las palabras que se nos dirán durante los días de Cuaresma seguirán
siendo llamadas a hacer de este tiempo un tiempo "especial", un
tiempo con entidad propia. Un tiempo para consolidar la fe y la vida cristiana,
un tiempo para que la celebración central de la Pascua nos encuentre un poco
más cristianos.
Habrá que plantearse, por tanto, qué
debemos hacer en este tiempo de Cuaresma, cómo debemos vivirlo.
-El sentido de este tiempo LIMOSNA
ORACIÓN AYUNO
La Cuaresma es el tiempo de preparación de la Pascua. En su origen, lo que lo caracterizaba de modo peculiar era el hecho de ser el tiempo de preparación más directa e inmediata de los que querían recibir el bautismo, que se celebraba en la Vigilia pascual.
Asimismo, era el tiempo en que los
pecadores -los que habían actuado rompiendo de forma decisiva la comunión con
Dios y la Iglesia- hacían penitencia para ser reconciliados el Jueves Santo y
poder celebrar de nuevo la Pascua con toda la comunidad. Nosotros, ni tenemos
que bautizarnos ni -probablemente- somos pecadores que hayamos roto
decisivamente la comunión con Dios y la Iglesia. Pero sin embargo el sentido de
nuestra Cuaresma no debería estar muy lejos del que tenía para los que se
preparaban para el bautismo o la reconciliación.
Porque sin duda es importante que, durante un tiempo concreto del año, nos digamos a nosotros mismos: "Yo fui bautizado, yo llevo en mí la marca de Jesús, yo estoy sumergido en su vida nueva. Todo eso, ¿se nota realmente? ¿no debería notarse más? ¿en qué podría notarse más?". Y decirnos también: "Desde luego mi vida no está exenta de infidelidades. ¿Soy consciente de ello? ¿Soy capaz de ponerme ante Dios y pedir perdón?" La Cuaresma es el tiempo de preparación para la Pascua. Durante los días de la muerte y la resurrección de Jesús, y durante la cincuentena que les sigue, fijaremos nuestros ojos en el camino nuevo que Jesús nos ha abierto con su fidelidad, y daremos gracias. Pero para que ello sea auténtico y verdadero, por nuestra parte, por parte de nuestro modo de vivir, deberemos llegar a la celebración pascual habiendo reforzado el seguimiento de este camino nuevo: habiendo renovado la fe y el compromiso de nuestro bautismo, y habiendo caminado hacia la reconciliación con Dios. A eso nos invita la Cuaresma. Sin pretender en la mayoría de los casos grandes cambios espectaculares en nuestra vida -¡bastante conocemos nuestras limitaciones!-, pero sí esforzándonos para que este tiempo no pase como si nada.
-¿Cómo hacerlo?
Se trata de consolidar la fe y la
vida cristiana, de darle impulso. Eso puede parecer quizá muy general pero
conviene recordarlo. Debemos decirnos a nosotros mismos que somos cristianos,
que queremos serlo más, y que creemos firmemente que Jesucristo ha abierto en
medio de nuestra historia el único camino que es absolutamente valioso. Y
debemos mirar nuestra vida, hacer examen de conciencia, descubrir con limpieza
de corazón qué nuevos pasos podríamos quizá dar.
Es necesario, asimismo, que los
sacerdotes y demás responsables de las comunidades sepan ofrecer elementos que
ayuden a esa consolidación e impulso. Por ahí debe andar la predicación de los
domingos, por ahí deben ir los actos extraordinarios que acostumbran a
organizarse en este tiempo (sea de forma global o acercándose a algún aspecto
concreto).
Pero puede haber también algo más:
algunas actuaciones peculiares que nos indiquen que nos encontramos en un
tiempo peculiar. Lo que antes era la abstinencia o la no asistencia a
espectáculos.
Tradicionalmente, y en el mismo evangelio, se señalan tres actuaciones concretas: la limosna, la oración y el ayuno. El Miércoles de Ceniza leemos precisamente el fragmento del evangelio de Mateo (6,1-18) en el que Jesús habla de las tres. Valora esas prácticas, pero señala también el sentido que deben tener para que sean valiosas: no debe ser algo que se hace porque toca o para quedar tranquilo, sino que tiene que salir de dentro, tiene que ser la expresión del deseo de renovar la fe y la vida cristiana.
¿Qué significa, ahora, la limosna, la
oración y el ayuno? ¿Cómo pueden vivirse cuando está para terminar el siglo XX?
-LA LIMOSNA
La limosna es dar dinero a los que pasan necesidad.
Lo cual sigue teniendo actualmente -y
más aún en momentos de crisis económica- todo su valor. Si bien la mendicidad
de la calle provoca normalmente desconfianza, en cambio sí que hay que
plantearse seriamente, con motivo de la Cuaresma, nuestra propia aportación a
las acciones de servicio a los necesitados: Cáritas, Tercer mundo, o cualquier
otra. Teniendo en cuenta que, si es verdad que todos sufrimos las consecuencias
de la crisis, también lo es que unos las sufren mucho más que otros...
La limosna tiene también otro nivel:
la limosna de tiempo. Es decir, el dar una parte del propio tiempo como
servicio para alguien que lo necesite: sea ayudando a una persona que vive
sola, o visitando a un enfermo o a través de alguna institución que pida
voluntariado. Y también, ayudando en campañas de sensibilización y otras
actividades semejantes. Finalmente, está también un tercer nivel: el que se
refiere a las causas de la pobreza y de la desigualdad social. Limosna será
también trabajar para que esta sociedad y este sistema cambien, de modo que no
aumente cada vez más la separación entre los que tienen y los que no tienen. Lo
que significa plantearse y actuar en la organización económica, social,
política. Por lo menos, si no hay otras posibilidades, permaneciendo atentos,
informados, sensibilizados ante el tema.
-LA ORACIÓN
La oración, el espacio de silencio
ante Dios, es un elemento decisivo para reforzar por dentro la fe y la vida
cristiana. Habría que buscar, en esta Cuaresma, momentos para hacer presente
ante el Señor nuestras ansias y esperanzas de cada día, nuestra petición de
ayuda y de perdón, nuestro deseo de fidelidad al Evangelio. Dependerá de las
posibilidades de tiempo y de tranquilidad de cada uno, pero en cualquier caso
habría que esforzarse por encontrar esos espacios.
Otra forma muy útil de oración
consiste en la lectura de los evangelios, o de los salmos. Eso también
dependerá, claro está, de las posibilidades de cada uno. Pero, por ejemplo, uno
podría proponerse leer durante esta Cuaresma el evangelio de Marcos: se trata
de un texto fácil de leer, ágil y vivo, y constituye un buen acercamiento a la
persona de Jesús.
Finalmente, otro buen propósito para
este tiempo sería la participación en la Eucaristía diaria (todos los días o
algunos).
-EL AYUNO
Este apartado es sin duda el más complicado
de los tres. Para muchos, resulta difícil encontrar qué sentido tiene privarse
de cosas -de comida, de ir al cine, o de lo que sea- simplemente por motivos
religiosos, "para agradar a Dios" o para pedir su benevolencia hacia
nosotros.
Sin embargo, no sería ningún
progreso, ni humanamente ni cristianamente, abandonar sin más la práctica de la
privación voluntaria. Porque vivimos en una civilización que funciona teniendo
como ídolo el consumo, la facilidad y el confort, y que como consecuencia anula
la capacidad humana de esfuerzo, de creatividad, de búsqueda. De modo que
resulta especialmente importante combatir ese ídolo, para que los hombre
podamos seguir siendo hombres, y para que los cristianos podamos seguir siendo
cristianos. Es decir, para que podamos seguir afirmando que los valores más
importantes no son el tener y el ir tirando, sino el caminar, el ser persona,
el amar. Para que podamos seguir diciendo, en definitiva, que el valor más
importante es Dios.
El combate contra ese ídolo se realiza
por medio de la privación voluntaria: diciendo que me niego a consumir todo lo
que esta civilización me ofrece y para ello me privo, por ejemplo, de un rato
fácil ante el televisor, o me privo de comprarme ese vestido, o me privo de
aquella comida.
Y ello, en primer lugar, como signo y
recuerdo del valor más alto que me sostiene, que es Dios (y por eso, el ayuno
que tradicionalmente la Iglesia observó con mayor fuerza y que ahora convendría
recuperar, es el que se celebra en expectación de la mayor revelación de Dios,
la Pascua de Jesucristo: el ayuno que va desde la celebración del Viernes a la
Vigilia pascual). Luego, como protesta personal contra la absolutización del
consumo y de la facilidad. Finalmente, como forma de cultivar los valores que
deben fundamentar mi vida, sea teniendo más tiempo para orar o para leer o para
hablar con los de casa, sea dedicando el dinero que no gasto a alguna causa de
servicio a los demás.
La Cuaresma es
uno de los cuatro tiempos fuertes del año litúrgico y ello debe verse reflejado
con intensidad en cada uno de los detalles de su celebración. Cuanto más se
acentúen sus particularidades, más fructuosamente podremos vivir toda su
riqueza espiritual.
Por tanto habrá
que esforzarse, entre otras cosas:
-
Por que se capte que en este tiempo son distintos tanto el enfoque de las
lecturas bíblicas (en la santa misa prácticamente no hay lectura continua),
como el de los textos eucológicos (propios y determinados casi siempre de modo
obligatorio para cada una de las celebraciones).
-
Por que los cantos, sean totalmente distintos de los habituales y reflejen la
espiritualidad penitencial, propia de este tiempo.
-
Por lograr una ambientación sobria y austera que refleje el carácter de
penitencia de la Cuaresma.
Lo primero que debemos decir al respecto es que la finalidad de la Cuaresma es ser un tiempo de preparación a la Pascua. Por ello se suele definir a la Cuaresma, "como camino hacia la Pascua". La Cuaresma no es por tanto un tiempo cerrado en sí mismo, o un tiempo "fuerte" o importante en sí mismo.
Es más bien un
tiempo de preparación, y un tiempo "fuerte", en cuanto prepara para
un tiempo "más fuerte" aún, que es la Pascua. El tiempo de Cuaresma
como preparación a la Pascua se basa en dos pilares: por una parte, la contemplación
de la Pascua de Jesús; y por otra parte, la participación personal en la Pascua
del Señor a través de la penitencia y de la celebración o preparación de los
sacramentos pascuales -bautismo, confirmación, reconciliación, eucaristía-, con
los que incorporamos nuestra vida a la Pascua del Señor Jesús.
Incorporarnos al "misterio pascual" de
Cristo supone participar en el misterio de su muerte y resurrección. No
olvidemos que el Bautismo nos configura con la muerte y resurrección del Señor.
La Cuaresma busca que esa dinámica bautismal (muerte para la vida) sea vivida
más profundamente. Se trata entonces de morir a nuestro pecado para resucitar
con Cristo a la verdadera vida: "Yo les aseguro que si el grano de
trigo. muere dará mucho fruto" (Jn 20,24).
A estos dos
aspectos hay que añadir finalmente otro matiz más eclesial: la Cuaresma es
tiempo apropiado para cuidar la catequesis y oración de los niños y jóvenes que
se preparan a la confirmación y a la primera comunión; y para que toda la
Iglesia ore por la conversión de los pecadores.
PALABRAS DE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA:. Prioridad de la fe, primado de la caridad
"Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).
La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud.
Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).
La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano.
Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela germina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).
Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de Cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor"
PALABRAS DE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA:. Prioridad de la fe, primado de la caridad
"Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).
La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud.
Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).
La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano.
Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela germina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).
Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de Cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor"
«Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4, 16)
Que así sea.......
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