A veces uno trata de escrutar que es lo que mueve al cofrade a ser como es, y no tanto ya en lo que se refiere a las manifestaciones de culto externo, cuando la Cofradía sale a la calle, en salidas ordinarias o extraordinarias, o en protestaciones públicas de su fe.
Hoy quiero dar un pasito más en torno
a la manera de ser y de sentir del cofrade, y voy a tratar de desvelar el
interior de su alma, de exponerla a los lectores, para que comprendan por qué
hay algo más allá de la estética y la superficialidad de las cosas, donde creen
algunos que estamos asentados. Cuando una lágrima se derrama por la mejilla de
un cofrade, porque su hermandad no sale a la calle por la lluvia, o por que sus
oraciones lanzadas en silencio, al paso de su Cristo o de su Virgen le provocan una emoción incontenible, hay
algo mas en lo profundo de su ser, que merece la pena estudiar, y que entiendo
la dificultad añadida de expresarlo con palabras.
La experiencia vital del cofrade no tanto con
respecto a su pertenencia a un grupo con intereses en común, sino tanto en
relación al deseo de rendir culto a una determinada imagen que representa a
Cristo, a su Pasión, a lo largo de alguno de sus misterios, o bien a la Virgen
en su Dolor o en su Soledad, roza lo que entendemos como una conexión mística. La
mística forma parte de la teología y representa la experiencia viva de la
espiritualidad, y de la contemplación. Más que un saber, lo fundamental de la
mística es que se trata de una vivencia, dado que el estado místico no se puede
expresar con palabras, en su manifestación cumbre que es el estado de éxtasis. El
éxtasis es el contacto del alma con la divinidad que recibe a todo aquel que
desea aproximarse llevando una vida ascética. Ese encuentro con el Dios
personal es posible tanto a través de la mística judeo cristiana como de la
islámica.
Para San Agustín la mística es la trascendencia del
alma hacia la Verdad. Los primeros estudios de teología mística fueron de
Dionisio el Místico que nos dice que la mística es la contemplación de Dios en
el silencio.
El neoplatonismo influye en la mística de la Edad Media y esta influencia
también se encuentra en los renacentistas.
San Francisco de Asís y San Bernardo, en la Edad
Media, tienen la vivencia de la mística del afectivismo. Eckhart, en
Alemania es llevado a una mística profética y visual siguiendo una línea
especulativa. La mística alemana es teórica-voluntarista; y Tauler representa
una mística ético-voluntarista.
En el siglo XVI España tiene una gran riqueza de
místicos entre los que se destacan Bernardino de Laredo y Francisco de
Osuna.
Entre los agustinos encontramos a Santo Tomás de
Villanueva, Cristóbal de Fonseca y Alonso de Orozco; entre los dominicos
está fray Luis de Granada y entre los franciscanos, fray Juan de los
Ángeles.
Pero lo más importante de la mística española
corresponde a la Orden carmelitana, con Santa Teresa y San Juan de la Cruz.
Santa Teresa describe en su obra “El Castillo
interior o “Las Moradas”, sus vivencias místicas, cómo su alma experimenta paz
y alegría cuando se encuentra y “ve” a Dios.
San Juan de la Cruz nos dice que para llegar al
conocimiento místico se necesita despojarse de todo lo poseído tanto material
como espiritual porque la contemplación mística para él es inconsciente, un
olvidarse de todo para que la inteligencia pura se pueda unir con la inteligencia
celeste.
Resumiendo, el misticismo es el estado extraordinario de perfección religiosa que representa la unión del alma con Dios por el amor, que da lugar a un estado trascendente y puede permitir el acceso a revelaciones divinas. Es la doctrina religiosa y filosófica que enseña una directa e inmediata comunicación entre el hombre y la divinidad, mediante la visión intuitiva o el éxtasis.
Lo místico incluye siempre el misterio y una razón
oculta. La Mística, designa un tipo de experiencia muy
difícil de alcanzar en que se llega al grado máximo de unión del alma
humana a lo Sagrado durante la existencia terrenal. En el caso de la mística
cristiana el acto místico de unión con Dios, conocido como éxtasis, no depende
del individuo, sino solamente de Dios, que por motivos que sólo Él conoce
otorga como gracia privada un breve tiempo de comunicación sensible
ultraterrena a algunas almas a las que se acerca bien directamente o bien para
su posterior transmisión a un grupo específico o al conjunto social.
Pero el cofrade llega a este estado a través de una
puesta en escena, voluntariamente aceptada y diseñada, y esa no es otra que a
través de la DEVOCIÓN, de la cual ya hablamos en otra entrada de este Blog (27
de abril de 2012). La idea de cofrade, su razón de ser por las cosas que hace está
entre la mística y la devoción.
La devoción es la disposición de la
voluntad para cumplir con prontitud lo propio de una relación. Por
ejemplo, un hombre devoto a su esposa. La
devoción expresa la alianza de amor: afecto, cuidado, atención.
Nuestra devoción suprema es hacia Dios. La devoción
a Dios es la disposición de la voluntad para hacer con prontitud lo referente
al culto y el servicio a Dios. Esencial
para la devoción es la disponibilidad para hacer cualquier cosa que honre a
Dios, sea en público o en privado, sea oración o sea servicio. A la persona que
tenga esta disposición se le llama "devota". La raíz de
la auténtica devoción es un gran amor por Dios.
Es interesante que muchas de las
devociones mas populares comenzaron en comunidades religiosas: la medalla de
San Benito (benedictinos); el rosario (dominicos); el escapulario (el primero
es de los carmelitas y después surgieron otros, como el escapulario verde); la medalla
Milagrosa (Santa Catalina Labouré), la coronilla de la Misericordia (Santa
Faustina), etc.
La
devoción a las estaciones de la cruz es
una forma de hacer una peregrinación espiritual a Tierra Santa y unirnos a
Jesús en su camino al Calvario. Las iglesias católicas suelen tener estas
estaciones representadas y se rezan especialmente durante la cuaresma. Entre las
devociones inspiradas por apariciones y que llaman a la conversión están los nueve
primeros viernes en honor al Sagrado Corazón y los cinco primeros sábados en
honor al Inmaculado Corazón de María.
Otra
forma de devoción es la consagración de un tiempo, por ejemplo el mes de marzo
a San José, mayo a la Virgen María, el mes de junio al Sagrado Corazón de
Jesús, octubre a los ángeles custodios, etc.
Costaleros de Jesús Despojado orando ante su imagen - Sevilla
En definitiva, creo que todos los cofrades, en un momento dado vivimos nuestra pasión interior de una forma mística, que nos conmueve, que nos hace vivir de una determinada manera durante todo el año, y es una manera a través de la cual canalizamos nuestra devoción a Dios, mas allá de las cuestiones paganas que rodean al mundo de las Cofradías. Me refiero al aspecto estético-visual, ese que nos lleva a tratar de rozar la perfección en la medida de lo posible, el buen gusto, el cuidado de las cosas, el engrandecimiento y cuidado de nuestro patrimonio, y que también es importante.
Más allá de esta reflexión, animo a todos los
cofrades, a que no pierdan de vista la Fe que les mueve a ser lo que son, que
la cultiven y que sea el motor de sus actuaciones tanto hacia dentro de su
Cofradía como hacia fuera. Sin esa Fe, no podremos cultivar y alimentar esa
Devoción que tenemos a nuestros titulares y a lo que representan.
Penitente con Cruz - Cofradía de la Buena Muerte - Don Benito