La devoción es la entrega total a una experiencia, por lo general de
carácter místico. Es también la irresistible atracción hacia una idea, una
persona, un rey, un santo, una persona amada o un ser vivo.
Devoción es la disposición
de la voluntad para cumplir con prontitud lo propio de una relación. Por
ejemplo, un hombre devoto a su esposa. La
devoción expresa la alianza de amor: afecto, cuidado, atención.
Nuestra devoción suprema
es hacia Dios. La devoción a Dios es la disposición de la voluntad para hacer
con prontitud lo referente al culto y el servicio a Dios. Esencial para la devoción es la disponibilidad
para hacer cualquier cosa que honre a Dios, sea en público o en privado, sea
oración o sea servicio. A la persona que tenga esta disposición se le llama
"devota". La raíz de la auténtica devoción es un gran
amor por Dios.
Dios
instituyó en su Iglesia diversos miembros. Entre ellos los más insignes,
después de la Cabeza que es Cristo, son María Santísima, los Apóstoles, mártires
y santos. La Iglesia manifiesta devoción a estos miembros gloriosos de la
familia de Dios. Esta devoción NO es lo mismo que "adoración" la cual sólo se rinde a Dios.
Las
"devociones" o
"devociones populares" son prácticas de piedad por las que se
expresa la devoción.
El
cuerpo y el alma del hombre se interrelacionan. Expresamos sensiblemente
nuestro amor por medio de las devociones. Estas a su vez enriquecen el alma. En
las Sagradas Escrituras descubrimos la importancia del corazón para la relación
con Dios. El corazón denota la interioridad de la persona humana: memoria,
entendimiento, afectividad y voluntad. Igual que en la familia se expresa el
amor con besos, comidas juntos y otras expresiones, el amor a Dios, a María y a
los santos también tiene expresión en las devociones.
Doctrina y devoción: Una buena relación con Dios requiere doctrina y
devoción. La doctrina contiene las verdades reveladas por Dios. La devoción
expresa con afectos esas verdades que creemos. Por lo tanto, la devoción sana nace
de una fe bien fundamentada en la doctrina sólida.
Hay infinidad de
devociones. Nadie puede
practicar todas las devociones existentes. Más bien cada fiel practica algunas
según libremente escoja. Unas son particulares de una persona, otras son regionales,
mientras que otras son conocidas universalmente por todos los católicos. Unas
son populares en la actualidad y otras han pasado al olvido.
Pasada ya la Semana Santa, aquí en Don
Benito, nos encontramos con un grave problema que se va repitiendo con el paso
de los años, y que para las Hermandades y Cofradías, para los cofrades y los
cristianos en general, debía hacernos reflexionar en profundidad. Ese problema no es otro que la falta de
devoción en general hacia nuestras imágenes titulares, o por lo menos una
devoción mas relajada pasada la Cuaresma y la Semana de pasión.
Una de las razones de ser, por la cual
se crea una Cofradía, es la de fomentar el culto y la oración antes nuestras
imágenes, crear un espíritu devocional hacia ellas, para canalizar la relación
del hombre con Dios. Cuando no vemos
cultos internos o externos, unas velas o unas flores dignas alrededor de
nuestros titulares, etc…, acaban siendo meros objetos que adornan nuestras
Parroquias e Iglesias.
El problema se deriva, bajo mi punto
de vista, de una falta de interés tanto de las propias Cofradías como de las
Iglesias donde están situadas. Salvo alguna excepción, no se fomenta el culto a
las imágenes de forma organizada, dejándolo a la devoción particular que cada
cual tenga hacia las mismas, de tal manera que uno pueda acercarse a la Iglesia
y orar ante ellas. A diferencia de
nuestra dedicación a la Patrona de la ciudad, la Virgen de las Cruces,
donde no es raro ver a los fieles cualquier
día de la semana, haga frío o calor, sea la estación del año que sea, que nos
calzamos nuestras zapatillas, y hacemos el camino hacia su Ermita, para
relajarnos allí, orar ante ella, y volver a la ciudad con la satisfacción de
haber compartido unas horas con nuestra Madre.
Sin embargo, no se alimenta la
devoción a la Virgen de los Dolores, a la Soledad, a la Virgen del Consuelo, o
a nuestros Cristos de la Buena Muerte, de la Paz, etc… Quizás una manera de
reactivar no solo las futuras Semanas Santas, si no la pasión entre jóvenes y
pequeños por cultivar su espíritu cofrade, estaría en organizar mayores cultos
alrededor de ellas, momentos de oración organizada, Rosarios y por qué no,
alguna salida extraordinaria en otros momentos del año, haciéndolo coincidir
con algún aniversario reseñable, o con alguna circunstancia especial. No se
trata de “utilizar” las imágenes sin mas, cambiándolas de vestidos de forma
caprichosa o antojadiza, si no de dar vida a la razón de ser de los cofrades,
durante todo el año.
Creo que debe ser un propósito y una
labor de todos, el comenzar a dar sentido a la oración, a la devoción, al
fervor y en definitiva, a la existencia de un vínculo que ha de ir mas allá de
la estética de las cosas, de ver un paso en la calle, de un Triduo, un
Septenario o un Quinario; hay que avanzar un escalón mas hacia nuestras creencias, y que todos los
días del año sean propicios para acercarnos a nuestros titulares con la
intención de culminar una manera de sentir, de vivir y de creer en esa fe que
tenemos en el fondo de nuestra alma, para confiar en ellas nuestras alegrías,
preocupaciones o deseos.
Merecerá la pena si lo conseguimos
entre todos.