Como complemento de lo que venimos estudiando en los últimos días, y para avanzar es estos aspectos de la formación cofrade, podemos hablar de varios grupos de antecedentes, según la exposición que venimos reproduciendo del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla:
-1.- El Contexto teológico y devocional.
Como ya hemos afirmado en estas mismas líneas las cofradías de Semana Santa no nacen como flores exóticas y por generación espontánea, sino que necesitaron de un clima teológico y devocional propicio. ¿Cuál fue éste?
También ya hemos dicho que en la historia de la contemplación y devoción de la persona de Jesús podemos trazar como una raya que la corta a comienzos del siglo XIII. Con anterioridad la especulación teológica, la contemplación, la devoción se fijó más (sin negar la humanidad de Jesús) en la divinidad. En cambio a partir de comienzos del siglo XIII y, en concreto, a partir de san Francisco de Asís (1182-1226), se origina un nuevo camino: el de la especulación, de la contemplación y de la devoción (sin negar para nada su divinidad) de la humanidad de Jesús. La humanidad de Jesús completa, desde su nacimiento de una mujer hasta su Pasión y Muerte sobre una Cruz. Su humanidad completa igual y semejante a la nuestra en todo menos en el pecado (San Pablo Hech 2,17-18; 4,15). Su humanidad, por lo tanto, que nace, crece y se desarrolla, que tiene necesidades que ha de satisfacer y que sufre, puede sufrir el dolor, y muere.
Este hecho será el que permitirá que, a partir de san Francisco y su influencia, y a lo largo de los siglos XIV y XV, se llegue a contemplar de una manera especial por teólogos, contemplativos y místicos y, bajo su influencia, por el pueblo fiel la Pasión y Muerte dolorosa, acerba, dolorosísima de Jesús. Se estudian y se contemplan, por todas las escuelas religiosas y místicas: franciscanos, dominicos, agustinos, cartujos, la llamada "devoción moderna", los dolores morales, espirituales, internos y los materiales y externos de la Pasión de Jesús: La afrenta moral, el abandono de los suyos, de sus amigos, de sus apóstoles, de sus íntimos, los puñetazos, los escupitajos, las bofetadas, los golpes y empellones, los latigazos, la coronación de espinas, la condena por los tribunales y las masas, las caídas a lo largo de toda la Pasión y durante el caminar hacia el Calvario, la desnudez, la crucifixión, la exaltación de la cruz, la agonía de Jesús crucificado en lo alto de una cruz, desnudo, abandonado de los suyos e improperiado por sus adversarios, la muerte, la lanzada, la entrega del cuerpo, la conducción al sepulcro y el entierro. Toda la Pasión y Muerte y todo pormenorizadarnente. No es ya extraño que dentro de este contexto, que se alarga durante los siglos XIV y XV, pudieran formarse asociaciones que se dedicasen exclusivamente a la contemplación de la Pasión y Muerte de Jesús.
Algunos elementos o algunos motivos fueron objeto de mayor contemplación y devoción:
- La Cruz. La Verdadera Cruz de Jesús que Santa Elena hallaría en Jerusalén hacia el 335. La Cruz sola y verdadera, gloriosa y triunfante donde Cristo había vencido y nos había redimido, cuya fiesta se celebraba en tiempo de Pascua de Resurrección, el tres de mayo. Sólo a finales del siglo XV se va a producir un cambio, y de Cruz gloriosa y victoriosa va a pasar ser considerada como Cruz suplicio donde Cristo ha muerto invitándonos a cada uno a llevar nuestra cruz, a sacrificarnos, a mortificarnos.
- La Sangre, la Preciosa Sangre de Cristo. Junto a la Cruz, creemos que fue la Sangre de Cristo otro de los grandes motivos de devoción durante los siglos bajomedievales. Devoción a la Sangre de Cristo ya afirmada en el Nuevo Testamento: "Bebed todos, que ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados" (Mt 26,28) lo que se repite en otros textos similares como 1 Cor 11,25; Ef 1,4; Col 1,15; Heb 9,14. Pero, especialmente, el texto de Jn 19,32-34: "Fueron los soldados y le quebraron las piernas primero a un crucificado y luego al otro; pero al llegar a Jesús viendo que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, en cambio, un soldado le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua". Nos hallamos ante un milagro que revela, al mismo tiempo, la realidad del sacrificio y la divinidad de Jesús.
La exégesis llamó pronto la importancia de este pasaje confiriéndole una interpretación sacramental, interpretando la salida de la sangre como símbolo de la Eucaristía y la del agua como símbolo del Bautismo.
Para que no hubiera duda sobre el valor de la sangre y agua se asocia el suceso de Longinos (la lanzada) al del soldado, normalmente denominado Estéfaton, quien, antes de morir Jesús, cogió una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, se la dio a beber a Jesús (Mt 27,48-49). Una versión reformada del Evangelio de san Mateo, parece que procedente de Irlanda, interpoló el episodio de la lanzada (narrado por san Juan) entre el episodio del vinagre y la muerte de Jesús narradas por san Mateo (Mt 27, 49-50). Se quiere mantener así la significación sacramental que los Padres de la Iglesia conceden al episodio de la lanzada y tenía por resultado demostrar que Cristo continuaba estando vivo aún después de muerto, en la medida que la salida de sangre y agua manifiesta su fuerza vital.
El verdadero paso hacia la contemplación de la Sangre de Cristo, como de toda su humanidad se produce desde san Francisco de Asís en adelante, a lo largo de los siglos XIV y XV.