La Liturgia es
un aspecto poco estudiado y conocido en el mundo de las cofradías. Existen
numerosos estudios sobre la imaginería, los bordados, el mundo del costal, la
orfebrería, los vestidores, la historia de esas corporaciones y otros muchos
aspectos de esa realidad multiforme que es la Semana Santa. Pero a veces se
pierde de vista que todos esos elementos no tienen sentido, pierden su esencia,
si se desvinculan del fin al que se dirigen: el culto a sus Titulares. Sin el
culto no tendrían sentido, salvo como curiosidad antropológica o tradicional.
En este libro
sobre “Liturgia, Culto y Cofradías” el autor aborda, a modo de breve manual
divulgativo y con la máxima amenidad que estas cuestiones admiten, todos los
elementos litúrgicos que un buen cofrade debe saber, conocimientos que deberían
ser imprescindibles para miembros de juntas de gobierno y diputados de cultos,
y en general para cualquier católico amante de la Liturgia. También, el autor
hace incursiones en el Derecho Canónico y otros temas, abordando asuntos como
la situación de los divorciados en la Iglesia, el protocolo eclesiástico y
civil y, en definitiva, no deja tema polémico sin tratar. Un libro completo,
redondo, que debe convertirse en el manual de referencia para el cofrade
comprometido.
Lanzamiento: Marzo/2013
ISBN: 978-84-940592-4-7
IBIC: HRCL
Páginas: 280
Formato: 17 x 24 cm
Encuadernación: Blanda con solapas
EL AUTOR: JESÚS LUENGO MENA
Jesús
Luengo Mena es antiguo alumno salesiano, Licenciado en Historia del Arte por la
Universidad hispalense, Lector y Acólito instituido. Cofrade, en la actualidad
ocupa el cargo de diputado de cultos en su sevillana Hermandad de Jesús Despojado.
Profesionalmente ha ejercido como funcionario docente de la Junta de Andalucía.
Sus facetas como historiador y divulgador abarcan dos campos principales: la
Historia y Patrimonio de Sevilla, con especial dedicación a sus cofradías y
hermandades y la Sagrada Liturgia. Como escritor es autor de varios libros
sobre la Semana Santa de Sevilla y dos novelas, además de la historia de los
Salesianos de Triana. Colabora de manera habitual con el portal Arte Sacro de
Internet y dirige el boletín de la Hermandad de Jesús Despojado. En su faceta
como liturgista ha impartido numerosas conferencias en hermandades y cofradías
en toda Andalucía principalmente, colaborando con numerosas publicaciones
cofrades.
LA EDITORIAL
Abec
editores es una editorial con la vocación de
publicar libros de autores, principalmente pero no exclusivamente andaluces,
que tengan algo importante que transmitir a los lectores de todo el mundo desde
una visión globalizada. Aunque en una gran proporción, los libros que
publicamos tratan sobre una temática local o muy concreta, son también al mismo
tiempo de interés del público en general.
En Abec editores pretendemos que autores y lectores
se encuentren plenamente satisfechos con nuestro trabajo editorial y
colaboramos estrechamente con nuestras distribuidoras para la mayor difusión
posible de nuestros libros.
CELEBRAR LA LITURGIA DE LA IGLESIA
I
¿QUIEN CELEBRA?
La Liturgia es "acción" del "Cristo
total" (Christus totus). Los que desde ahora la celebran, más allá de los
signos, participan ya de la liturgia del cielo, donde la celebración es
enteramente Comunión y Fiesta.
La
celebración de la Liturgia celestial
El Apocalipsis de san Juan, leído en la liturgia de
la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo
y Uno sentado en el trono" (Ap 4, 2): "el Señor Dios" (Is 6, 1).
(1) Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5, 6): (2)
Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario
verdadero, (3) el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es
dado". (4) Y por último, revela "el río de Vida que brota del trono
de Dios y del Cordero" (Ap 22, 1), uno de los más bellos símbolos del
Espíritu Santo. (5) "Recapitulados" en Cristo, participan en el
servicio de la alabanza de Dios y en la realización de su designio: las
Potencias celestiales, (6) toda la creación (los cuatro Vivientes), los
servidores de la Antigua y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el
nuevo Pueblo de Dios (los ciento cuarenta y cuatro mil), (7) en particular los
mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios" (Ap 6, 9-11), y
la Santísima Madre de Dios (La mujer, la Esposa del Cordero), (8) finalmente
"una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas,
pueblos y lenguas" (Ap 7, 9).
En esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.
Los celebrantes de la liturgia
sacramental
Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a
su Cabeza quien celebra.
"Las acciones litúrgicas no son acciones
privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es 'sacramento de unidad', esto
es, pueblo santo, congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos. Por
tanto, pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo
manifiestan, pero afectan a cada miembro de este Cuerpo de manera diferente,
según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual". Por eso
también, "siempre que los ritos, según la naturaleza propia de cada uno,
admitan una celebración común, con asistencia y participación activa de
los fieles, hay que inculcar que ésta debe ser preferida, en cuanto sea
posible, a una celebración individual y casi privada".
La asamblea que celebra es la comunidad de los
bautizados que, "por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu
Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que
ofrezcan, a través de todas las obras propias del cristiano, sacrificios
espirituales". Este
"sacerdocio común" es el de Cristo, único Sacerdote, participado por
todos sus miembros:
La Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a
todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las
celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la
cual el pueblo cristiano "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido" (1 P 2, 9), tiene
derecho y obligación, en virtud del bautismo.
Pero "todos los miembros no tienen la misma
función" (Rm 12, 4). Algunos son llamados por Dios en y por la Iglesia a
un servicio especial de la comunidad. Estos servidores son escogidos y
consagrados por el sacramento del Orden, por el cual el Espíritu Santo los hace
aptos para actuar en representación de Cristo-Cabeza para el servicio de todos
los miembros de la Iglesia. El ministro ordenado es como el "icono"
de Cristo Sacerdote. Por ser en la Eucaristía donde se manifiesta plenamente el
sacramento de la Iglesia, es también en la presidencia de la Eucaristía donde
el ministerio del obispo aparece en primer lugar, y en comunión con él, el de
los presbíteros y los diáconos.
En orden a ejercer las funciones del sacerdocio
común de los fieles existen también otros ministerios particulares, no
consagrados por el sacramento del Orden, y cuyas funciones son determinadas por
los obispos según las tradiciones litúrgicas y las necesidades pastorales.
"Los acólitos, lectores, comentadores y los que pertenecen a la 'schola
cantorum' desempeñan un auténtico ministerio litúrgico".
Así, en la celebración de los sacramentos, toda la
asamblea es "liturgo", cada cual según su función, pero en "la
unidad del Espíritu" que actúa en todos. "En las celebraciones
litúrgicas, cada cual, ministro o fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y
sólo aquello que le corresponde según la naturaleza de la acción y las normas
litúrgicas".
II ¿COMO CELEBRAR?
Signos y símbolos
Una celebración sacramental está tejida de signos y
de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene
su raíz en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila en los
acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y
la obra de Cristo.
Signos del mundo de los hombres. En la vida humana,
signos y símbolos ocupan un lugar importante. El hombre, siendo un ser a la vez
corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a través
de signos y de símbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita signos
y símbolos para comunicarse con los demás, mediante el lenguaje, gestos y
acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios.
Dios habla al hombre a través de la creación
visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que
vea en él las huellas de su Creador. La luz y la noche, el viento y el
fuego, el agua y la tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a
la vez su grandeza y su proximidad.
En cuanto creaturas, estas realidades sensibles
pueden llegar a ser lugar de expresión de la acción de Dios que santifica a los
hombres, y de la acción de los hombres que rinden su culto a Dios. Lo mismo
sucede con los signos y símbolos de la vida social de los hombres: lavar y
ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia
santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador.
Las grandes religiones de la humanidad atestiguan,
a menudo de forma impresionante, este sentido cósmico y simbólico de los ritos
religiosos. La liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos
de la creación y de la cultura humana confiriéndoles la dignidad de signos de
la gracia, de la creación nueva en Jesucristo.