lunes, 8 de abril de 2013

LITURGIA, CULTO Y COFRADÍAS



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La Liturgia es un aspecto poco estudiado y conocido en el mundo de las cofradías. Existen numerosos estudios sobre la imaginería, los bordados, el mundo del costal, la orfebrería, los vestidores, la historia de esas corporaciones y otros muchos aspectos de esa realidad multiforme que es la Semana Santa. Pero a veces se pierde de vista que todos esos elementos no tienen sentido, pierden su esencia, si se desvinculan del fin al que se dirigen: el culto a sus Titulares. Sin el culto no tendrían sentido, salvo como curiosidad antropológica o tradicional.



En este libro sobre “Liturgia, Culto y Cofradías” el autor aborda, a modo de breve manual divulgativo y con la máxima amenidad que estas cuestiones admiten, todos los elementos litúrgicos que un buen cofrade debe saber, conocimientos que deberían ser imprescindibles para miembros de juntas de gobierno y diputados de cultos, y en general para cualquier católico amante de la Liturgia. También, el autor hace incursiones en el Derecho Canónico y otros temas, abordando asuntos como la situación de los divorciados en la Iglesia, el protocolo eclesiástico y civil y, en definitiva, no deja tema polémico sin tratar. Un libro completo, redondo, que debe convertirse en el manual de referencia para el cofrade comprometido.


EL LIBRO


Lanzamiento: Marzo/2013
ISBN:
978-84-940592-4-7
IBIC:
HRCL
Páginas:
280
Formato:
17 x 24 cm
Encuadernación:
Blanda con solapas





EL AUTOR: JESÚS LUENGO MENA


Jesús Luengo Mena es antiguo alumno salesiano, Licenciado en Historia del Arte por la Universidad hispalense, Lector y Acólito instituido. Cofrade, en la actualidad ocupa el cargo de diputado de cultos en su sevillana Hermandad de Jesús Despojado. Profesionalmente ha ejercido como funcionario docente de la Junta de Andalucía. Sus facetas como historiador y divulgador abarcan dos campos principales: la Historia y Patrimonio de Sevilla, con especial dedicación a sus cofradías y hermandades y la Sagrada Liturgia. Como escritor es autor de varios libros sobre la Semana Santa de Sevilla y dos novelas, además de la historia de los Salesianos de Triana. Colabora de manera habitual con el portal Arte Sacro de Internet y dirige el boletín de la Hermandad de Jesús Despojado. En su faceta como liturgista ha impartido numerosas conferencias en hermandades y cofradías en toda Andalucía principalmente, colaborando con numerosas publicaciones cofrades.





LA EDITORIAL


Abec editores es una editorial con la vocación de publicar libros de autores, principalmente pero no exclusivamente andaluces, que tengan algo importante que transmitir a los lectores de todo el mundo desde una visión globalizada.  Aunque en una gran proporción, los libros que publicamos tratan sobre una temática local o muy concreta, son también al mismo tiempo de interés del público en general.






En Abec editores pretendemos que autores y lectores se encuentren plenamente satisfechos con nuestro trabajo editorial y colaboramos estrechamente con nuestras distribuidoras para la mayor difusión posible de nuestros libros.



 









CELEBRAR LA LITURGIA DE LA IGLESIA


I  ¿QUIEN CELEBRA?


La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Christus totus). Los que desde ahora la celebran, más allá de los signos, participan ya de la liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente Comunión y Fiesta.
La celebración de la Liturgia celestial

El Apocalipsis de san Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4, 2): "el Señor Dios" (Is 6, 1). (1) Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5, 6): (2) Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero, (3) el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado". (4) Y por último, revela "el río de Vida que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22, 1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo. (5) "Recapitulados" en Cristo, participan en el servicio de la alabanza de Dios y en la realización de su designio: las Potencias celestiales, (6) toda la creación (los cuatro Vivientes), los servidores de la Antigua y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo Pueblo de Dios (los ciento cuarenta y cuatro mil), (7) en particular los mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios" (Ap 6, 9-11), y la Santísima Madre de Dios (La mujer, la Esposa del Cordero), (8) finalmente "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas" (Ap 7, 9).




En esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.


Los celebrantes de la liturgia sacramental


Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza quien celebra. 


"Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es 'sacramento de unidad', esto es, pueblo santo, congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos. Por tanto, pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan, pero afectan a cada miembro de este Cuerpo de manera diferente, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual". Por eso también, "siempre que los ritos, según la naturaleza propia de cada uno, admitan una celebración común, con asistencia y  participación activa de los fieles, hay que inculcar que ésta debe ser preferida, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada". 

La asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados que, "por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que ofrezcan, a través de todas las obras propias del cristiano, sacrificios espirituales".  Este "sacerdocio común" es el de Cristo, único Sacerdote, participado por todos sus miembros: 

La Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual el pueblo cristiano "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 P 2, 9),  tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo. 

Pero "todos los miembros no tienen la misma función" (Rm 12, 4). Algunos son llamados por Dios en y por la Iglesia a un servicio especial de la comunidad. Estos servidores son escogidos y consagrados por el sacramento del Orden, por el cual el Espíritu Santo los hace aptos para actuar en representación de Cristo-Cabeza para el servicio de todos los miembros de la Iglesia. El ministro ordenado es como el "icono" de Cristo Sacerdote. Por ser en la Eucaristía donde se manifiesta plenamente el sacramento de la Iglesia, es también en la presidencia de la Eucaristía donde el ministerio del obispo aparece en primer lugar, y en comunión con él, el de los presbíteros y los diáconos.   

En orden a ejercer las funciones del sacerdocio común de los fieles existen también otros ministerios particulares, no consagrados por el sacramento del Orden, y cuyas funciones son determinadas por los obispos según las tradiciones litúrgicas y las necesidades pastorales. "Los acólitos, lectores, comentadores y los que pertenecen a la 'schola cantorum' desempeñan un auténtico ministerio litúrgico". 

Así, en la celebración de los sacramentos, toda la asamblea es "liturgo", cada cual según su función, pero en "la unidad del Espíritu" que actúa en todos. "En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde según la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas". 

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II  ¿COMO CELEBRAR?

Signos y símbolos

Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene su raíz en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo.

Signos del mundo de los hombres. En la vida humana, signos y símbolos ocupan un lugar importante. El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a través de signos y de símbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios.

Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que vea en él  las huellas de su Creador. La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad. 

En cuanto creaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de expresión de la acción de Dios que santifica a los hombres, y de la acción de los hombres que rinden su culto a Dios. Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida social de los hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador.


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Las grandes religiones de la humanidad atestiguan, a menudo de forma impresionante, este sentido cósmico y simbólico de los ritos religiosos. La liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos de la creación y de la cultura humana confiriéndoles la dignidad de signos de la gracia, de la creación nueva en Jesucristo.