El pasado domingo, 9 de junio, la Parroquia de Santa María de Don Benito, celebraba la solemnidad de la Octava del Corpus, dentro los actos de conmemoración de la Semana Eucarística, dentro del año de la Fe, con Procesión de la Custodia y Altares de Culto en la calle que dieron gran explendor al acto.
La PROCESION
DE LA "OCTAVA" salió tras la misa de 20.30 h, recorriendo las
calles San Antonio, M. Teresa y Avnda. 1ª Mayo, habiendo invitado a los vecinos de
esas calles, mediante carta, a que adornaran sus fachadas, y también a las cofradías de la Parroquia, a que instalaran
un altar en cada calle, incluso se instaló la megafonía necesaria para que hubiera hilo musical en todo el trayecto de la procesión, para invitar al
silencio y al recogimiento, y así adorar y alabar al Señor-Eucaristía.
En primer lugar hay que decir que las Octavas son
la prolongación por ocho días, a modo de los judíos con sus principales
fiestas, de las fiestas correspondientes.
Antiguamente, muchas fiestas
celebraban octavas, de modo que, aunque esto era costumbre durante la
semana (no existían textos propios para las ferias, días entre semana)
se repetía la misa durante ocho días posteriores a fiestas como la
Epifanía, Pentecostés, incluso algunos santos no tan importantes como
Santa Inés o San Lorenzo.
En el tiempo de la reforma del
breviario promulgada por Juan XXIII el 25 de julio de 1960 se suprimió
la octava del Corpus, aunque en muchas localidades de España permaneció celebrándose.
La Octava del Corpus fue implantada en la Iglesia
Católica en 1294 que con la publicación del Código de Rúbricas por
mandato de Juan XXIII la cual en el año 1960 desaparecía. Su celebración
era el jueves siguiente a la celebración de la Solemnidad del Corpus
Christi y esta se realizaba en la Catedral.
Según el ceremonial
diseñado, la forma que se debía celebrar la Octava del
Corpus:
“El día de la Octava por la tarde después de los Laudes, se hace otra
procesión con visita de Altares, en la cual el Santísimo Sacramento es
llevado en la custodia en manos del Oficiante, sea este el Rmo. Prelado ó
el Hebdomadario. A ella asiste el Ilustrísimo Cabildo y el Clero
parroquial, seis individuos del cual llevarán las varas del palio, y se
organiza según queda dicho en la fiesta de las Candelas, en cada uno de
los Altares se cantará un motete en honor al Sacramento durante el cual
la Residencia permanecerá de pié, la estrofa Tantum ergo… á la que todos
se arrodillaran, un verso que se variará en cada Altar, y la oración
sin el Dominus robiscum antes ni después. Los Altares que se visiten
serán el de la Sma. Trinidad, dos que se pondrán en el Prado, ó á los
pies de la Iglesia, si el mal tiempo impidiera la salida, y el del Santo
Cristo del Perdón, haciendo la ultima visita en el Altar mayor;
últimamente se dará la bendición y se reservará según queda dicho,
observando en todo las Sagradas Rúbricas y prescripciones del
ceremonial”.
LA OCTAVA DE PASCUA
La octava del Corpus, es la culminación del período pascual, en el que tambien podemos concelebrar su "Octava", la cual se iniciaba en el Domingo de Resurrección. Con el Domingo de Resurrección comienza
los cincuenta días del tiempo pascual que concluye en Pentecostés.
La Octava de Pascua se trata de la primera semana de la Cincuentena;
se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del
Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos.
Las lecturas evangélicas se centran
en los relatos de las apariciones del Resucitado, la experiencia
que los apóstoles tuvieron de Cristo Resucitado y que nos transmiten
fielmente. En la primera lectura iremos leyendo de modo continuo
las páginas de los Hechos de los Apóstoles.
EL DOMINGO DE
RESURRECCIÓN
El Domingo de
Resurrección o Vigilia Pascual
es el día en que incluso la iglesia más pobre se reviste de sus mejores
ornamentos, es la cima del año litúrgico. Es el aniversario del triunfo de
Cristo. Es la feliz conclusión del drama de la Pasión y la alegría inmensa
que sigue al dolor. Y un dolor y gozo que se funden pues se refieren en la
historia al acontecimiento más importante de la humanidad: la redención y
liberación del pecado de la humanidad por el Hijo de Dios.
Nos dice San
Pablo: "Aquel que ha resucitado a Jesucristo devolverá asimismo la vida a
nuestros cuerpos mortales". No se puede comprender ni explicar la grandeza
de las Pascuas cristianas sin evocar la Pascua Judía,
que Israel festejaba, y que los judíos festejan todavía, como lo festejaron los
hebreos hace tres mil años, la víspera de su partida de Egipto, por orden de
Moisés. El mismo Jesús celebró la
Pascua todos los años durante su vida terrena, según el
ritual en vigor entre el pueblo de Dios, hasta el último año de su vida, en
cuya Pascua tuvo efecto la cena y la institución de la Eucaristía.
Cristo, al
celebrar la Pascua
en la Cena, dio
a la conmemoración tradicional de la liberación del pueblo judío un sentido
nuevo y mucho más amplio. No es a un pueblo, una nación aislada a quien Él
libera sino al mundo entero, al que prepara para el Reino de los Cielos. Las
pascuas cristianas -llenas de profundas simbologías-
celebran la protección que Cristo no ha cesado ni cesará de dispensar a la Iglesia hasta que Él abra
las puertas de la Jerusalén
celestial. La fiesta de Pascua es, ante todo la representación del
acontecimiento clave de la humanidad, la Resurrección de Jesús
después de su muerte consentida por Él para el rescate y la rehabilitación del
hombre caído. Este acontecimiento es un hecho histórico innegable. Además de
que todos los evangelistas lo han referido, San Pablo lo confirma como el
historiador que se apoya, no solamente en pruebas, sino en testimonios.
Pascua es
victoria, es el hombre llamado a su dignidad más grande. ¿Cómo no alegrarse por
la victoria de Aquel que tan injustamente fue condenado a la pasión más terrible
y a la muerte en la cruz?, ¿por la victoria de Aquel que anteriormente fue
flagelado, abofeteado, ensuciado con salivazos, con tanta inhumana crueldad?
Este es el día
de la esperanza universal, el día en que en torno al resucitado, se unen y se
asocian todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones,
las cruces, la dignidad humana violada, la vida humana no respetada.
La Resurrección nos descubre nuestra vocación cristiana y nuestra misión: acercarla a
todos los hombres. El hombre no puede perder jamás la esperanza en la victoria
del bien sobre el mal. ¿Creo en la Resurrección?, ¿la proclamo?; ¿creo en mi
vocación y misión cristiana?, ¿la vivo?; ¿creo en la resurrección futura?, ¿me
alienta en esta vida?, son preguntas que cabe preguntarse.
LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA
Hch
2, 14. 22-33
Sl 15
Mt 28, 8-15
Oración colecta
"Señor
Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre
nuevos hijos, concede a cuantos han renacido en la fuente bautismal vivir
siempre de acuerdo con la fe que profesaron. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén."
Por medio del Bautismo, el Señor hace crecer a su
Iglesia, dándole siempre nuevos hijos. Este es un día en que le pedimos
que nos conceda a cuantos hemos renacido en la fuente bautismal, vivir siempre
de acuerdo con la fe que profesamos.
Es también el día en que el Señor, después de su
Resurrección se manifiesta a las mujeres, que al verlo se asieron de sus pies y
le adoraron.
MARTES DE LA
OCTAVA DE PASCUA
Hch 2, 36-41
Sl 32
Jn 20, 11-18
Oración
colecta
"Tú,
Señor que nos has salvado por el misterio pascual, continúa favoreciendo con
dones celestes a tu pueblo, para que alcance la libertad verdadera y pueda
gozar de la alegría del cielo, que ya ha empezado a gustar en la tierra.Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."
El Señor, que nos
ha salvado por el misterio pascual, continúa favoreciendo con dones celestiales
a su pueblo, para que alcance la libertad verdadera y pueda gozar de la alegría
del cielo, que ya ha empezado a gustar en la tierra.
También somos
invitados a meditar sobre la aparición del Señor Jesús a María Magdalena, la
ferviente discípula a quien se le aparece el Señor Jesús Resucitado. Así
recompensa Jesús el amor fiel de la mujer penitente (Lc 7,37ss.), cuyo corazón,
ante esa sola palabra del Señor, se inunda de gozo indescriptible y sale al
encuentro de los apóstoles para anunciarles que el Señor ha resucitado.
El Mesías tenía que padecer, para así
entrar en su gloria
Después que
Cristo se había mostrado, a través de sus palabras y sus obras, como Dios
verdadero y Señor del universo, decía a sus discípulos, a punto ya de subir a
Jerusalén: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a
los gentiles y a los sumos sacerdotes y a los escribas, para que lo azoten,
hagan burla de él y lo crucifiquen. Esto que decía estaba de acuerdo con las
predicciones de los profetas, que habían anunciado de antemano la muerte que
había de padecer en Jerusalén. Las sagradas Escrituras habían profetizado desde
el principio la muerte de Cristo y todo lo que sufriría antes de su muerte;
como también lo que había de suceder con su cuerpo, después de muerto; con ello
predecían que este Dios, al que tales cosas acontecieron, era impasible e
inmortal; y no podríamos tenerlo por Dios, si, al contemplar la realidad de su
encarnación, no descubriésemos en ella el motivo justo y verdadero para
profesar nuestra fe en ambos extremos, a saber, en su pasión y en su
impasibilidad; como también el motivo por el cual el Verbo de Dios, por lo
demás impasible, quiso sufrir la pasión: porque era el único modo como podía
ser salvado el hombre. Cosas, todas éstas, que sólo las conoce él y aquellos a
quienes él se las revela; él, en efecto, conoce todo lo que atañe al Padre, de
la misma manera que el Espíritu penetra la profundidad de los misterios
divinos.
MIÉRCOLES DE LA
OCTAVA DE PASCUA
Hch 3, 1-10
Sl 104
Lc 24, 13-35
Oración
colecta
"Oh Dios, que todos los años nos alegras con
la solemnidad de la resurrección del Señor, concédenos, a través de la
celebración de estas fiestas, llegar un día a la alegría eterna. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."
La
Liturgia de hoy nos invita a introducirnos en el encuentro
del Señor Jesús Resucitado con los Discípulos de Emaús. Este pasaje es un apasionante programa de
vida cristiana, en el que el mismo Señor victorioso sale al encuentro del
hombre desesperanzado, y lo invita a vivir un horizonte pleno y hermoso.
El Resucitado, les enseña las Escrituras y comparte
el pan y el vino, trocando la tristeza que agobiaba sus corazones en alegría y
gozo.
La pasión del Salvador es la salvación de la vida
humana. Para esto quiso morir por nosotros, para que nosotros, creyendo en él,
viviéramos para siempre. Quiso hacerse como nosotros en el tiempo, para que
nosotros, alcanzando la eternidad que él nos promete, viviéramos con él para
siempre.
JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA
Hch
3, 11-26
Sl 8
Lc 24, 35-48
Oración colecta
"Oh
Dios, que has reunido pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a
los que han renacido en la fuente bautismal, una misma fe en su espíritu y una
misma caridad en su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén."
Dios, que ha reunido pueblos diversos en la
confesión de su Nombre, concede a todos los que han renacido en la fuente
bautismal, una misma fe en su espíritu y una misma caridad en su vida.
Él nunca nos abandona. Después de su
Resurrección, sigue acompañándonos y enseñándonos como debe ser nuestro
esfuerzo cotidiano por ser santos.
El Buen Pastor, nunca deja a sus ovejas, y esta vez
nos lo confirma al salir al encuentro de sus queridos y temerosos amigos,
mostrándoles las marcas de la dolorosa y gloriosa cruz, comiendo ante ellos y
abriendo sus corazones para que comprendan lo que las Escrituras decían de su
Muerte y Resurrección.
VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA
Hch
4, 1-12
Sl 117
Jn 21, 1-14
Oración colecta
"Dios
todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual has restaurado tu alianza
con los hombres, concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en la fe. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."
Por el Misterio pascual, Dios ha restaurado su
alianza con los hombres. Pidámosle que nos conceda realizar en nuestras vidas
todo lo que celebramos en la Fe.
Hoy, que el Señor nos invita a crecer en nuestra
fe, y a echar las redes para pescar. En el pasaje de la pesca milagrosa,
las palabras del Señor Jesús resuenan en las fibras más profundas del corazón
de los Apóstoles, disipando toda preocupación y temor existente en sus
corazones, y permaneciendo con ellos en un fraternal compartir.
SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA
Hch 4, 13-21
Sl 117
Mc 16, 9-15
Oración colecta
"Oh
Dios, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar el número de tus
hijos, mira con amor a los que has elegido como miembros de tu Iglesia, para
que, quienes han nacido por el bautismo, obtengan también la resurrección
gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."
Dios, que con la abundancia de su gracia no cesa de
aumentar el número de sus hijos, mira con amor a los que ha elegido como miembros
de su Iglesia, para que, renacidos por el bautismo, obtengamos también la
resurrección gloriosa.
El Señor Jesús Resucitado una vez más aparece a sus
apóstoles, corrigiendo su incredulidad, y exhortándolos a salir por todo el
mundo y anunciar su Evangelio a todas las personas.
DOMINGO II DE PASCUA. OCTAVA DE PASCUA
Hch
5, 12-16
Sl 117
Ap 1, 9-11.12-13.17-19
Jn 20, 19-31
Oración colecta
"Dios
de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual
de las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para
que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha
purificado, del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha
redimido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."
La
Resurrección del Señor nos trajo una vida nueva, por la que él
vive en nosotros por su Espíritu. Hay un llamado claro a creer, a abrir de par
en par la puerta del corazón para que el inmenso don de la Reconciliación
traída por Cristo, entre en la vida de cada uno de nosotros.
Cristo Resucitado, está con nosotros. Acompaña, con
su poder, la marcha de la historia. El Señor Jesús está presente en la
comunidad de los creyentes, en la
Palabra de Dios, en el servicio fraternal, en el misterio y
en la Eucaristía. Con
fe, esperanza y caridad, vivamos la vida nueva que nos trae el Señor Jesús
Resucitado.
Jesús
Eucaristía:
Venir a Visitarte, me colma el alma
de alegría
inmensa, porque es venir a conversar
con el
Amigo, porque es venir y colmarse de
luz, de
paz y de un gozo que no me cabe en el
alma.
Venir a visitarte, y postrarme a tus
pies
es para mí causa de inmensa honra,
pues me
siento más favorecido que si uno de
los grandes
de este mundo me concediera audiencia
y me
otorgara toda clase de favores.
Y es natural que mi alma se dilate en
ese gozo
santo, al sentirme cerca de ti, Jesús
Eucaristía,
al experimentar que bondadosamente me
amas y que
te agrada que venga a visitarte.
¡Que gozo! ¡Que alegría! ¡ Que
inmenso júbilo
poder estar aquí en tu presencia!
Jesús Eucaristía.
Es el gozo de quien sabe que está
junto a su
Redentor, cerca de Aquel que todo lo
puede, todo
lo sabe y que desea curar nuestros
males, aliviar
nuestras heridas y derramar
su consuelo divino en nuestros
corazones.
Es un gozo que supera toda alegría
humana, porque simplemente es el gozo
de Dios,
que se comunica con plenitud a
nuestras almas.
¡Gracias, Jesús Eucaristía! Mil
gracias por
concederme esta alegría íntima y
profunda de
vivir estos momentos de oración cerca
de Ti,
bajo el influjo de tu amor
misericordioso que
nos ama, nos purifica y nos
santifica.
¡Un momento cerca de ti, vale más que
miles de
años lejos de tu santificadora
presencia.
¡Te amo, Jesús Eucaristía! y gracias
por permitirme
vivir estos momentos cerca de ti.
Amén.