Dentro de la labor que corresponde a
este Blog cofradede Pasión Dombenitense, no podíamos pasar por alto la necesidad de seguir formando
a nuestros lectores, no solo en los aspectos típicos de la semana de pasión,
sino también en los propios de la vida eclesiástica, de los elementos básicos
del conocimiento teológico; dentro de los cuales se encuentra la Santísima
Trinidad, cuya celebración es aprovechada por la Iglesia para rendir homenaje a
aquellos que dedican su vida a la oración y contemplación de Dios, a través de
la Jornada Pro Orantibus.
Es este domingo, 3 de junio, cuando celebramos
la «solemnidad de la santísima e indivisa Trinidad, en la que confesamos y
veneramos al único Dios en la Trinidad de personas, y la Trinidad de personas
en la unidad de Dios». En esa solemnidad celebramos también la Jornada Pro
Orantibus. Es un día para que valoremos y agradezcamos la vida de los monjes y
monjas, que se consagran enteramente a Dios por la oración, el trabajo, la
penitencia y el silencio. Toda la Iglesia debe orar al Señor por esta vocación
tan especial y necesaria, despertando el interés vocacional por la vida
consagrada contemplativa.
Oremos y demos gracias a Dios por los que dedican su vida a mantener la
alabanza de Dios y a orar por nosotros en el silencio de los monasterios. Os
invitamos a dar gracias a Dios por el don de la vida contemplativa,
participando con las Carmelitas Descalzas de Don Benito, en la Adoración del
Santísimo y vísperas este domingo 3 de junio a las 18:30 horas en su Capilla de
la calle Donoso Cortes, 21.
En la Solemnidad de la Santísima
Trinidad la Iglesia celebra el infinito amor del Padre, que ha entregado a su
Hijo por la salvación del mundo y que sigue guiando e iluminando la misión y la
actividad de los cristianos mediante la fuerza transformadora del Espíritu
Santo. En este mismo día celebramos también la jornada “Pro Orantibus”,
recordando de un modo especial en nuestra oración a los monjes y monjas, que
diariamente renuevan su consagración de Dios por medio de la oración, el
silencio, el trabajo y el sacrificio.
Así, pues, la vinculación de la celebración del día
“pro orantibus” al domingo de la Santísima Trinidad no es fortuita.
El Decreto Perfectae
Caritatis del Concilio Vaticano II, en el número 8, describe así la
naturaleza y la finalidad de la vida consagrada religiosa contemplativa: “Los
institutos puramente contemplativos, cuyos miembros, dados totalmente a Dios en
la soledad, en el silencio, en la oración constante y en la austera penitencia,
por mucho que urja la necesidad del apostolado activo, ocupan siempre una parte
preeminente en el Cuerpo místico de Cristo, en el que todos los miembros no
tienen la misma función (Rom 12, 4). Ellos, en efecto, ofrecen a Dios el
excelente sacrificio de la alabanza, enriquecen al pueblo de Dios con frutos
espléndidos de santidad, arrastran con su ejemplo y dilatan las obras
apostólicas con una fecundidad misteriosa. De esta forma, son el honor de la
Iglesia y representan un torrente de gracias celestiales”. En el mismo sentido
se expresa el Papa Beato Juan Pablo II en la exhortación apostólica postsinodal
Vita Consecrata, nº 8.
El lema elegido para la celebración de este año está
tomado del salmo 34 y dice así: “Contempladlo y quedaréis radiantes”. En esta
frase se resume perfectamente la vocación y la misión de los monjes y monjas de
clausura. Ellos dedican la mañana, la tarde y la noche a la contemplación del
rostro de Cristo para conocerlo mejor, para seguir sus pasos desde la fidelidad
y para alcanzar la identificación plena con Él. Desde esta experiencia
espiritual, que se trasluce, no solo en sus obras de amor, sino en sus rostros
radiantes de alegría, los contemplativos alaban a Dios, le agradecen sus
beneficios y le presentan las necesidades y problemas de la humanidad
doliente y desorientada.
En unos tiempos, en los que toda la Iglesia está
invitada a impulsar “una nueva evangelización”, podríamos decir sin miedo a
equivocarnos que los contemplativos son los actores principales de la misma.
Como miembros del Cuerpo de Cristo viven en Dios y para Dios, anuncian a todos
con el testimonio de sus vidas la primacía del Señor, confiesan su presencia
salvadora en medio del mundo y nos invitan a buscar ante todo el Reino de Dios
y su justicia. Con su desprendimiento de los bienes materiales, nos animan a
vivir el Evangelio con radicalidad y nos recuerdan que “solo Dios
basta”.
Ciertamente la evangelización exige el anuncio de la
gozosa noticia de Jesucristo resucitado pero, para poder hacerlo con ciertas
garantías, es preciso que antes nos encontremos con nosotros mismos, busquemos
el verdadero sentido de la existencia y admitamos el señorío de Dios sobre
nosotros y sobre la historia. Esto nos obliga a asumir, con la humildad y la
sencillez de los contemplativos, que “la nueva evangelización” no será posible
si antes no nos adentramos en la contemplación del misterio de Dios y crecemos
en la adhesión a Jesucristo. Para ello hemos de vivir y actuar con la profunda
convicción de que la evangelización no es tanto el resultado de nuestros
esfuerzos personales, sino el fruto de la acción del Espíritu Santo en nosotros
y en el corazón de los hermanos.
Asumiendo con gozo que la vocación cristiana
consiste en ser hombres y mujeres de Dios, elevemos en este día nuestra acción
de gracias al Padre celestial por el precioso regalo de la vida consagrada
contemplativa para la Iglesia y para la sociedad. Pidámosle también que ayude a
los jóvenes a no cerrar nunca el corazón a la llamada de Dios sino a
responderla con generosidad. Y oremos, de un modo especial a la Trinidad Santa,
por quienes, desde el silencio del claustro, oran, trabajan y se sacrifican
cada día por nosotros, por nuestra conversión a Dios y por la salvación del
mundo.
EL DOGMA DE
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
La Trinidad
es el término empleado para significar la doctrina central de la religión
Cristiana: la verdad que en la unidad del Altísimo, hay Tres Personas, el
Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, estas Tres Personas siendo verdaderamente
distintas una de la otra. De este modo, en palabras del Credo Atanasio:
"El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y, sin
embargo, no hay tres Dioses sino uno solo". En esta Trinidad de Personas,
el Hijo proviene del Padre por una generación eterna, y el Espíritu Santo
procede por una procesión eterna del Padre y el Hijo. Sin embargo y a pesar de
esta diferencia, en cuanto al origen, las Personas son co-eternas y co-iguales:
todos semejantes no creados y omnipotentes. Esto, enseña
la Iglesia, es la revelación en relación a la naturaleza de Dios, donde
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo a entregarla al mundo: y la cual, la
Iglesia, propone al hombre como el fundamento de todo su sistema dogmático.
En las Escrituras, aún no hay ningún término por el cual las Tres Personas Divinas sean denotadas juntas. La palabras trias ( de la cual su traducción latina es trinitas) fué primeramente encontrada en Teófilo de Antioquía cerca del año 180 D.C. El habla de "la Trinidad de Dios (el Padre), su Palabra y su Sabiduría ("Ad. Autol.", II, 15). El término, desde era usado antes de su tiempo. Más tarde, aparece en su forma Latina de trinitas en Tertuliano ("De pud". C. Xxi). En el siglo siguiente, la palabra tiene uso general. Se encuentra en muchos pasajes de Orígenes ("In Ps. Xvii", 15). El primer credo en el cual aparece es aquel del pupilo de Orígenes, Gregorio Thaumaturgus. En su Ekthesis tes pisteos compuesto entre los años 260 and 270, escribe:
Por lo tanto, no hay nada creado, nada sujeto a otro en la Trinidad: tampoco hay nada que haya sido añadido como si alguna vez no hubiera existido, pero que ingresó luego: por lo tanto, el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu: y esta misma Trinidad es inmutable e inalterable por siempre. (P.G.,X, 986).
Es evidente que un dogma tan misterioso, presupone una revelación Divina. Cuando el hecho de la revelación, entendida en su sentido total como el discurso de Dios al hombre, ya no es admitida, el rechazo a la doctrina le sigue como consecuencia necesaria. Por esta razón, no tiene lugar en el Protestantismo Liberal de hoy. Los escritores de esta escuela sostienen que la doctrina de la Trinidad, como profesada por la Iglesia, no está contenida en el Nuevo Testamento, sino que fué formulada por primera vez en el siglo II recibiendo aprobación final en el siglo cuarto, como resultado de las controversias Arianas y Macedonias. En virtud de esta aserción es necesario considerar con algún detalle, la evidencia entregada por las Sagradas Escrituras. Recientemente, se han hecho algunos intentos por aplicar las teorías mas extremas de religiones comparativas para la doctrina de la Trinidad y responder a ella a través de una ley natural imaginaria que urge a los hombres a agrupar los objetos de su adoración en tres. Parece inneceario dar mas referencia a estos extravagantes puntos de vista, los cuales pensadores serios de cada escuela rechazan como carentes de fundamento.