domingo, 30 de septiembre de 2012

¡ QUE VIENE LA VIRGEN ¡



 La estampa de mi cartera (regalo de mi padre)


Virgen de las Cruces, Patrona de Don Benito y su Comarca. La Madre de todos, la imagen  más venerada y aclamada por todos los hijos de las Vegas Altas del Guadiana. ¡Cuántas veces he recorrido esos siete kilómetros que me separan físicamente de tu casa!, porque te llevo en el corazón desde mi tierna infancia, y ahí no hay distancias que me alejen de ti.

Siempre has estado presente en mi familia, en mis padres, en mis abuelos, que me enseñaron a quererte y a respetarte. Me mostraron la manera de acercarme a ti, y de rezar unos minutos en tu Ermita. A pesar de vivir lejos de tu casa, de que mis padres fueron de los muchos dombenitenses que tuvieron que emigrar en los años sesenta, para ganarse el pan y la sal lejos de su tierra, nunca faltó una imagen tuya en nuestras vidas; bien fuera una postal (de esas que ya no se escriben) con la vista del exterior de  tu casa, o con tu presencia en la hornacina de ese retablo pintado en azul; llaveros, imanes para el coche junto a San Cristóbal, medallitas, estampas, rosarios, etc…

En mi casa, siempre tuve también un pequeño librito de mano, que ponía “Plegarias a la Virgen de las Cruces”, con rogativas y oraciones de todo tipo que me ayudaban a comprender la dimensión de su grandeza.

Cada verano, el SEAT 124 recorría aquella carretera de firme muy irregular, sin apenas arcén, y me acercaba con mis padres a visitarla, allá por los años 80, a mediados. Aparcábamos el coche entre los grandes eucaliptos de la entrada. Recordaba una Ermita muy abandonada y que poco recuerda a la que conocemos y disfrutamos  hoy, afortunadamente. Por aquel entonces, se entraba por la puerta del lateral derecho del templo, ya que la entrada principal se encontraba prácticamente en estado ruinoso, la zona de un antiguo coro que se vislumbraba en la oscuridad hacía que solo desde la mitad de  la planta del edificio pudiera rendirse culto a la Virgen. Nada  mas entrar, te topabas de frente con un antiguo lampadario de velas naturales,  que daban algo de luz al lúgubre ambiente del interior. Junto a el, una vitrina con recuerdos de la Virgen daba paso a una pequeña fila de reclinatorios de madera hasta la zona del ábside que separaba la reja del altar.

Tras orar y encender alguna vela, era obligado acercarnos hasta la fuente de agua natural que desde la Sierra de ortiga, derramaba su inmenso tesoro para regocijo de cuantos íbamos sedientos. Llenábamos un par de garrafas, con mucha paciencia, puesto que tan solo salía un hilito de ella. En otras ocasiones,  pedíamos al ermitaño sacar algún cubo del pozo de la entrada.

De regreso al pueblo, lo normal era hacer una parada en el famoso Bar de la Peña de los Pollos, a tomar algún refrigerio que solapara los calores del verano.

Con la adolescencia, tanto en Semana Santa como en la Velá, los jóvenes ocupábamos los terrenos adyacentes a la Ermita, mochila en mano o con tienda de campaña,  y dábamos cuenta de ensaladillas, tortillas y filetes empanados, dando rienda suelta a nuestros amores y ligoteos, acrecentados con esa edad del pavo que todos hemos pasado.  En mis años de Universidad, apuraba los días en Don Benito, para esperar la llegada de la Virgen a finales de septiembre y acompañarla con mis amigos hasta el pueblo. Con ellos y con la que por aquel entonces era mi novia, hoy mi mujer, hacía la novena de los jóvenes a las siete y media de la mañana. Recuerdo una misa muy concurrida a pesar de las caras somnolientas.

Pasada esa época, llegó el camino nuevo, con el Vía Crucis, el monumento al Sagrado Corazón de Jesús (Santo Jabero), el nuevo asfaltado de la carretera con mas arcén, y una gran remodelación del Templo y de sus alrededores, que nos dejan a día de hoy, un lugar de obligado paso para cuantos queremos a la Virgen.

La Virgen fue testigo de mi boda, cuando allí fui a entregarle el ramo de novia, cuando llevé a mis hijas recién nacidas a presentarlas a sus pies, para que obtuvieran de Ella su protección y bendiciones. Siempre presente en mi vida, en los buenos y en los malos momentos, siempre acompañándome en la cartera, en la mesa de trabajo, en el coche, en casa…

Con el paso de los años, no he dejado de hacer ese camino a veces a pie, otras en bici, unas veces solo y otras, acompañado. ¿Qué mejor escusa para el reencuentro con los amigos?, ese camino es testigo de muchas charlas pausadas, de tratar de responder a los problemas de la vida, de resolver conflictos internos y externos, siempre con una meta, la de llegar hasta Ella, hasta la Madre de Dios, la Madre de todos los hijos de Don Benito, y de los que se acercan a Ella a suplicarle, a hacerle partícipe de nuestros avatares como cristianos, como personas creyentes y confiadas en sus poderes. Llegar a la Ermita, santiguarse, y sentarse en un banco a rezar o a hablarle de nuestras preocupaciones  es un bálsamo recomendable a cuantos se encuentran desorientados, perdidos o desmoralizados, a cuantos tienen alguna alegría o tristeza, que compartir con la Señora de Ortiga.

Este año, vuelvo a acercarme con ilusión a tus plantas, a esperar tu llegada con emoción, vuelvo a realizar la ofrenda floral con los niños, vuelvo a la novena concurrida de la tarde noche, a disfrutar con la misa extremeña de los Caramanchos, a la salve cantada en la plaza, a realizar un turno de la Velá en la madrugada del día 12, a rezar el Rosario de la Aurora,  a acompañarte en tu regreso y a escuchar la misa del Obispo en la Ermita…

Por último Madre, y cuando está cercano el primer Aniversario de su fallecimiento, no quiero olvidarme de uno de tus Hijos adoptivos mas ilustres, y que mas preocupado estuvo de ensalzarte y componer un camino y un lugar digno donde poder rezarte, me refiero al que fuera insigne Párroco de Santiago, Don Delfín Martín Recio; que aunque merecerá una entrada  de Blog aparte, es necesario rendir homenaje a su figura e influencia sobre la Virgen.

Sin más queridos lectores, deciros:

¡¡¡¡ VIVA LA VIRGEN DE LAS CRUCES !!!



 la postal de mi mesa de trabajo