jueves, 12 de diciembre de 2013

MATER INMACULATA





"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."

Dogma proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.

PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II SOBRE LA INMACULADA CONCEPCIÓN


1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.




2. En el mismo texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).





La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer­comunidad esta descrita con los rasgos de la mujer­Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por ultimo, el Apocalipsis invita a reconocer mas particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.



Inmaculada de la Parroquia de Santa María del Consuelo 
en Don Benito (Badajoz)


4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5, 12. 18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Co 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundo el pecado» (Rm 5, 20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.




La Inmaculada Concepción. Juan de Juanes, c.1568.
Iglesia de la Compañía de Jesús, Valencia.


LA SANTIDAD DE MARIA


Hasta ahora hemos considerado, sobre todo, la ausencia ~ de pecado en la Santísima Virgen. Veremos en seguida: lo) la ausencia de pecado actual y, 2o) la plenitud de gracia santifi­cante, tan perfecta y abundante, como convenía a la dignidad de la Madre de Dios; que es por ello, superior en santidad a los ángeles y a los bienaventurados en el Cielo.

El Papa Pío IX dice: "María (...) manifiesta tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno ma­yor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios" (Bula Ineffabilis Deus: DZ. 1641). Y así, la Iglesia exclama con gozo: "Más que tú, sólo Dios".


Doménico Theotocópoulos, "El Greco" (1541 – 1614): Inmaculada Concepción contemplada por san Juan. Iglesia de santa Leocadia, Toledo, España.

Inmaculada de El Greco


Exenta de toda falta actual, incluso venial

Como consecuencia de la radical ausencia de pecado hay que negar en María aún la menor imperfección moral.

En Ella nunca existió movimiento alguno desordenado de la concupiscencia: siempre tuvo la perfecta subordinación de la sensibilidad a la inteligencia y a la voluntad, y éstas a Dios. Sus juicios fueron siempre rectos y su voluntad estuvo siem­pre en el bien verdadero. Por ello se le llama: Trono de la Sabiduría, Reina de los Doctores, Virgen Prudentísima, Madre del Buen Consejo, Madre del Amor Hermoso, Virgen Castísi­ma ...

El Concilio de Trento enseña que el justo puede evitar cada uno de los pecados veniales en particular, pero no pue­de evitarlos en su conjunto, a no ser por un privilegio como del que gozó la Virgen María (cfr. DZ. 833).


Francesco de Mura, Inmaculada Concepción.

Inmaculada de Francesco Mura


En el caso de Santa María la impecabilidad es debida por los siguientes motivos:

1) Tener un altísimo grado de gracia habitual y de cari­dad, que inclina con mucha fuerza al alma hacia el amor de Dios, apartándola del pecado;

2) La confirmación en gracia, que se realiza en la tierra mediante un gran aumento de caridad, acompañado de gra­cias actuales eficaces que de hecho preservan del pecado y conducen a actos libres y meritorios;

3) Una asistencia especial de la Providencia, que preser­vaba todas sus facultades de una posible desviación moral.

Dice Santo Tomás: "A los que Dios elige para una misión determinada, los prepara y dispone convenientemente... Si María fue elegida para ser la Madre del Verbo... no sería idó­nea si hubiera pecado alguna vez aunque fuera levemente" (S. Th. III, q.27, a.4) y esto por tres razones:

l) Porque el honor de los padres redunda en los hijos, luego, por contraste y oposición, la ignominia de la Madre hubiera redundado en el Hijo;

2) Por su especialísima afinidad con Cristo, quien de Ella recibió su carne purísima;

3) Porque el Hijo de Dios, que es la Sabiduría divina, habitó en María... y dice la Escritura: "en el alma maliciosa no entrará la sabiduría, ni morará en un cuerpo esclavo del pecado"(Sab. 1.4).


Inmaculada Concepción. Escuela de Cuzco. S. XVII.

Inmaculada  Escuela de Cuzco . S.XVII


LA PLENITUD DE GRACIA EN MARÍA


Leemos en la Sagrada Escritura que el Arcángel Gabriel la saluda diciendo: "Dios te salve, llena eres de gracia" (Lc. 1,28). Estas palabras manifiestan con toda claridad la santi­dad completa del alma de María, en virtud de que son irre­conciliables el pecado y la gracia, como lo son la luz y las tinieblas. Hemos visto en el número anterior que la Virgen Santísima además de no haber contraído el pecado original, tampoco tuvo durante su vida falta alguna incluso venial; por tanto, si en el alma se da la ausencia total de pecado, debe haber en ella la presencia total de gracia, como dice explícita­mente la Escritura con las palabras del Arcángel.

"Dios te salve, llena de gracia. Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se da con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia. Ver­daderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatu­ra fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo" (San Jerónimo, Sermón sobre la Asunción de la Virgen).

"No temas, María, porque hallaste gracia a los ojos de Dios ¿Cuánta gracia? Una gracia llena, una gracia singular ( ... ). Es tan singular como general, pues tú sola recibes más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por cuanto tú sola ha­llaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud reciben todos" (San Bernardo, Homilía en la Asunción, 3).

Por otra parte, debemos tener presente que la gracia de María, como toda gracia, es una participación misteriosa en el hombre de la naturaleza divina (cfr. 2 Pe. 1,4). Por esta razón, dicha gracia, es una realidad creada y distinta de la Gracia increada que es Dios mismo. Además, al decir plenitud de gracia se afirma que Santa María, a lo largo de su vida y en cada momento de ella, estuvo siempre llena de gracia, la cual, no obstante, aumentó continuamente debido al mérito de sus obras.


EL AUMENTO DE GRACIA EN MARÍA

Santa María, siempre llena y siempre en crecimiento, re­bosa de la gracia que en cada momento de su vida terrena le permite tener y se le aumenta y crece su capacidad de recibir mas gracia y más mérito por sus actos libres; por su fiat con­tinuado y actual en todo momento de su existencia. Ahora en el cielo goza de modo consumando de la gloria que mere­ció por sus méritos en la tierra (cfr. S.Th.,III, q.27, a.5, ad 2 y ad 3).

La Iglesia nos enseña que la gracia puede aumentar de tres modos: por las buenas obras (ex opere operantis), por la recepcion de los Sacramentos (ex opere operato), y por la ora­ción. En el caso de Santa María, el aumento de gracia se dio también por estos tres modos.

* Las buenas obras: Si la calidad de las obras se mide por la calidad del objeto al que tienden y por las disposiciones subje­tivas del sujeto que las realiza, en María el objeto de sus obras fue siempre Dios, al que se alcanza por las virtudes teologales que Ella poseía en grado máximo; del mismo modo sus dispo­siciones subjetivas eran de adhesión constante e incondicional a la voluntad de Dios. Luego, las obras de María le obtuvieron un aumento de gracia y en mayor grado que a cualquier hom­bre.

* Los Sacramentos: La Penitencia nunca la necesitó; el Orden esta reservado a los varones; el Matrimonio se celebró según el rito de la Antigua Ley; la Unción de los Enfermos no la necesitó; la Confirmación no la necesitó, pues recibió en forma plena sus efectos el día de Pentecostés; el Bautismo tampoco lo necesitó por el privilegio de su concepción inmaculada; lue­go sólo queda la Eucaristía y es doctrina común que Ella la recibió.

* La oración: La eficacia de la oración depende de tres cosas: la humildad, confianza y perseverancia con que se pide. En María estas tres cualidades se dieron en grado supremo, lue­go, su oración era sumamente eficaz.



Inmaculada de Murillo


ORACIÓN A LA INMACULADA


Una vez más estamos aquí para rendirte homenaje
a los pies de esta columna,
desde la cual tú velas con amor
sobre Roma y sobre el mundo entero,
desde que, hace ya ciento cincuenta años,
el beato Pío IX proclamó,
como verdad de la fe católica,
tu preservación de toda mancha de pecado,
en previsión de la muerte y resurrección
de tu Hijo Jesucristo.

¡Virgen Inmaculada!
tu intacta belleza espiritual
es para nosotros una fuente viva de confianza y de esperanza.
Tenerte como Madre, Virgen Santa,
Nos reafirma en el camino de la vida
como prenda de eterna salvación.
Por eso a ti, oh María,
Confiadamente recurrimos.
Ayúdanos a construir un mundo
donde la vida del hombre sea siempre amada y defendida,
toda forma de violencia rechazada,
la paz buscada tenazmente por todos.

¡Virgen Inmaculada!
En este Año de la Eucaristía
concédenos celebrar y adorar
con de renovada y ardiente amor
el santo misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo.
En tu escuela, o Mujer Eucarística,
enséñanos a hacer memoria de las maravillosas obras
que Dios non cesa de realizar en el corazón de los hombres.
Con premura materna, Virgen María,
guía siempre nuestros pasos por los senderos del bien.


¡Amén!

Basilio de santa Cruz: Virgen Inmaculada.

Inmaculada de Basilio de Santa Cruz